Monstruo de Laboratorio.

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El café está tan cargado que apenas se puede disfrutar. La comida sabe procesada y falsa, como si comieras plástico pintado. Está rica, sí, pero aun así no se siente auténtica. Es la mejor imitación que un restaurante puede hacer de una comida real. La salsa no pica, las tortillas vienen pegadas unas con otras, el queso al parecer está racionado a dos pizcas por plato -el cual está frío- y Jules ha pedido un salero el cual no ha venido desde hace unos quince minutos. Aun así se siente en el mejor restaurante de México, no se queja de la actitud de la mesera del Sanborns que los atiende con una mirada de desdén. Tampoco se queja que afuera los camiones hagan un ruido ensordecedor al frenar con motor, por Dios, podría comenzar una revuelta armada con gas mostaza a las puertas del local y a él le seguiría pareciendo una bellísima mañana de Martes.

-Entonces dime, ¿a qué se debe esta invitación?

-A nada en realidad. Quería salir y dejar de estar de gorrón en tu casa.

-Tú nunca serás un gorrón. ¡Eres mi única visita! Debo cuidarte para que alguien sepa cuando me haya muerto-continúa Susana antes de beber un poco de café-. ¡Pfff! Está cargadísimo. Señorita, ¿la puedo molestar con más crema, por favor?

-No es molestia-contesta la desdeñosa mesera antes de rellenar ambas tazas tirando unas gotas sobre los manteles-. En seguida se la traigo.

-No pienso dejarle propina-dice Jules riendo una vez ella se ha ido.

-Ay, yo sí. Pobre gente, imagínate estar todo el día de aquí para allá con el olor a comida impregnado en la piel aguantando las groserías de quien sabe cuántas personas y que no te dejen propina.

-Podría fingir que de verdad quiere atendernos.

-Supongo que se cansan de fingir. Llega un punto en que no importa lo que hagas, nunca pareces superarlo. Un tipo de estancamiento dónde dices "me vale una pura y dos con sal"-Jules la mira detrás de la taza de café-. Bueno, yo me imagino, es que haya sido mesera ni nada.

-Aun así deben cumplir con su trabajo. Por algo les pagan, nadie las sacó de su casa y las puso a trabajar aquí. Si quieren salir de ese estancamiento que dices, entonces deben apretarse el cinturón y continuar-sigue Jules.

-No sé, a veces uno no escoge el trabajo que tiene y sólo continúa en él sólo porque es mejor que morirse de hambre. El problema es cuando el trabajo choca con quien de verdad eres. Por ejemplo esa mesera. Quizás ella quiso ser bailarina, o actriz, o doctora, o abogada y sin embargo está aquí, sirviendo el café y trayendo cremitas.

-Pues sí, pero de todos modos, tiene órdenes que cumplir-replica Jules-. No puede dejar los platos y las cremas tiradas sólo porque no le agrada lo que hace-le gustaría que esto sólo fuera una charla normal que no significa nada, pero desgraciadamente va mucho más allá.

-En eso tienes razón y nadie va ayudarla porque nadie sabe lo que siente. Sólo ella puede decidir cambiar su vida.

-Acabas de decir que a veces uno no escoge lo que le toca.

-No, pero puedes intentar ir más allá y salir del estancamiento. Apostarle a la escuela, a una nueva oportunidad de trabajo, a poner un negocio, que sé yo.

-Pero cuando intentas salir del estancamiento también puedes hundirte más, cómo arenas movedizas.

-Por eso hay tantos artistas sin reconocer y tantos taxistas. De hecho hace cómo cuatro días cuando fui a al centro, mi taxista, que era una persona terriblemente platicadora, me dijo que había estudiado ingeniería petroquímica.

-¿De verdad?

-Te lo juro. Que se titulo allá por el noventa, pero que nunca lo contrataron porque sólo se necesitan a un puñado de ingenieros petroquímicos en México. Y que desde entonces es taxista y que ni modo, que ya no podía trabajar de petroquímico porque la tecnología de los noventa ya no tiene nada que ver con la de ahora.

De Felinos y Hombres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora