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Hermione buscó a Harry por todo el castillo; no estaba en la torre de Astronomía, ni en su lugar favorito cerca del Lago, ni en la cabaña de Hagrid, ni en el campo de quidditch (pedirle al pesado de McLaggen que revise los vestuarios fue totalmente en vano) y tampoco lo encontró en las cocinas. Resignada, decidió regresar a la sala común de Gryffindor, pensando en preguntar a Ron si lo había visto, ya sea en este plano o en la realidad de los sueños. Estaba un poco preocupada por su mejor amigo.

Había notado que desde hace días que Harry estaba más perdido en sus pensamientos de costumbre, sumado con los posts que hacía, no era difícil darse cuenta el porqué. Era obvio que Harry estaba enamorado, y conociéndolo, él mismo aún no se daba cuenta y eso le estaba afectando. Aún recuerda la vez que el pelinegro tuvo su primer enamoramiento con un chico y casi los volvió locos con su negación.

—¡Ron!— gritó, mientras entraba por el agujero del retrato.

—¡En su habitación!— le respondió Parvati desde la alfombra frente a la chimenea.

—Todos los chicos están encerrados ahí desde el almuerzo.— añadió Lavender, sentada en el sofá detrás de su amiga, trenzando sus cabellos con hilos dorados. —Dean salió hace un rato, dijo que no soportaba el ambiente.

—Oh, voy a ir a verlos. Gracias.— les dio una breve sonrisa y se apresuró hacia las escaleras.

Tocó la puerta un par de veces y esperó. Escuchó susurros y el movimiento de ropas, algo impactando contra el suelo, seguido de un grito ahogado. Luego silencio. Neville abrió la puerta, tan solo una rendija pequeña.

—Oh, Mione.— suspiró aliviado al verla. Ella lo miró con confusión, tenía el cabello rubio desordenado y claras marcas de haber sufrido un hechizo en la mejilla.

Antes de que pueda hablar, el rubio fue empujado fuera de su vista, la puerta abriéndose completamente de un tirón. Ron, con un aspecto similar al de Neville, apareció en su lugar. Sin decir nada, la tomó del brazo y la arrastró adentro, dirigiéndola hacia la cama de Harry; la única con las cortinas de los doseles cerradas con lo que parecía ser un encantamiento.

—Te dejo en lo tuyo, amiga.— dijo, golpeando la madera del dosel para llamar la atención del chico recluido en su cama. Solo recibió un gruñido molesto como respuesta.

Era obvio que Harry quería estar solo

—¿Harry?— No obtuvo respuesta. —¿Chicos pueden dejarme con Harry un ratito?

—Dale. Vamos a buscar algo a las cocinas, Seamus.— escuchó a Ron decir. —Nos vamos a encontrar con tu amorcito por el camino si vamos ahora.— añadió antes de salir seguido por Neville.

—¡Dean ya no me gusta más!— chilló el irlandés.

—¿Cuándo dije quién era?— se burló su mejor amigo.

—¡Odio tu maldito talento!— escuchó a Seamus lloriquear en la lejanía.

—Ya somos dos, boludo.— Escuchó sus pasos alejándose yHermione rio levemente.

Apenas la puerta se cerró, las cortinas rojas se abrieron tan solo un poco, dejando entrar un pequeño rayo de sol que dio directo al rostro de Harry, obligándolo a presionar los ojos y refunfuñar molesto. Hermione notó que estaba hecho un desastre, con los ojos rojos e hinchados. Corrió un poco más la cortina y se sentó al borde del colchón. Harry volvió a gruñir.

—Pasaste mucho tiempo con tu padrino.— se burló, dándole un leve golpecito en la frente. El golpe se transformó en caricias cuando comenzó a pasar su mano delicadamente por su piel, apartando los mechones desordenados con cuidado. —¿Me querés contar qué pasó?— dijo con suavidad.

ya bésense | harcoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin