Capítulo I

4 0 0
                                    

Cinco meses atrás…

Mi alarma se escuchaba por toda mi habitación, con toda pereza metí mi mano debajo de la almohada y con mucho esfuerzo, —mi cabeza estaba encima de ella— la saqué.

5:32 am

Con pereza me levanté observando mi oscuro cuarto con una diminuta señal de luz, como pude me dirigí a mi ropero y saqué mi uniforme bien doblado, lo había doblado desde hace dos noches.

Hoy regreso de mis magníficos días de descanso que nos habían dado por problemas con la escuela. Me metí a bañar, me puse mi uniforme y luego me cepille mi cabello, me hice unas "trenzas de cordón" era el único peinado que se me venía con mi cabello hasta mis hombros, podía peinarme en una coleta baja pero me daba pereza, extrañamente se me dificulta más que las trenzas.

No tenía una rutina de cuidado para mi piel, con crema, bloqueador y un bálsamo labial transparente que con el transcurso de ir a la cocina desaparecerá era más que suficiente, a veces me enchinaba levemente mis pestañas pero 'a veces' una vez en dos meses, literalmente, no era porque no me gustará si no que más bien por miedo a quedarme sin pestañas.

Con el paso del tiempo había estado luchando con varios pensamientos que no me permitían tener un poco de consideración con mi piel, el cuidado de ella y que no estaba mal hacerlo.

A veces creo que en algún momento hemos llegado a pensar que tener un poco de consideración por nuestro cuerpo está mal, que arreglarnos por la más insignificante situación ésta mal, que no es correcto, que es tan superficial.

Ponernos un poco de maquillaje o preocuparnos más de lo inusual por nuestra ropa nos hace, aunque no debería, nos hace sentir tontas, en mi caso a mi sí me hacía/hace sentir mal, y todo por el que vayan a pensar los demás. Me frustraba que con solo enchinarme las pestañas o ponerle más empeño a mi forma de vestir se veía mal por qué “no quería ser superficial”, “no quería ser esa chica que se preocupa por su aspecto físico", "no quería ser esa chica que se preocupa por qué una uña se le rompió" pero me di cuenta que no, está mal. Está bien querernos arreglarnos más, no sé, maquillarnos, hacernos las uñas, vestirnos más presentables por qué nos gusta, nos gusta sentirnos bien con nosotras mismas pero aunque ya sepa la respuesta de todo esto y que ya no debo de tener ese tonto pensamiento aún es difícil no sacarlo de mente.

Pero dentro de lo que cabe aún sigo sin hacer nada y teniendo rastro de ese pensamiento.

Salí de mi cuarto y fui a la cocina donde estaba mi madre preparando el desayuno, para ser más exactos a mí y a mi hermana, por tantas las veces que le he dicho que no es necesario y que yo perfectamente me lo puedo hacer, tengo en perfectas condiciones mis manos para hacer mi desayuno. Aunque mi hermana ya esté en la universidad no tiene el suficiente tiempo para hacérselo, la pobre se la pasa desvelando.

—¿Harás ejercicio hoy? —pregunte mientras me servía agua en mi botella para meterla en mi mochila de color vino.

—¡Tengo dos días sin hacer Camille! —reprocho en un tono un tanto extraño pero divertido —. Recuerdame que tengo que hacer ejercicio, dime “mamá tienes que hacer ejercicio, no tanto por el cuerpo si no por tu salud" por eso lo hago hija, por mi salud. Ya no permitan eso.

Agregó eso último al ver a mi hermana entrar a la cocina con su cabello semi largo y con un tono pegando al negro, mojado, mientras que ella estaba en tercer año de universidad yo estaba en segundo semestre pero de preparatoria, desgraciadamente.

—Tengan —Nos dio nuestro almuerzo para que los metamos a nuestras mochilas.

—Gracias —contestamos —. Ya nos vamos mami, cuídate, te amo —mientras le dejaba un dulce beso en la cabeza, era más alta que ella y que mi hermana, Margaret.

Emotions | Timothée Chalamet Where stories live. Discover now