Arturio

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"You hear the door slam, and realize there's nowhere left to run
You feel the cold hand, and wonder if you'll ever see the sun"

―Somebody's Watching Me, Rockwell.

La taberna era ruidosa pero pequeña, llena de mesas ocupadas por huraños, malhechores y viejos amigos o enemigos. En esos momentos, él mismo se encontraba rodeado de dos de ellos, sus primos, Claus y Jerry, abochornados ya por el sentimiento volátil del alcohol.

-Solo una pista, Art, -continuó Jerry luego de una carcajada. -sabemos que eres popular entre las mujeres, primito.-

-¿Qué intentas ocultar?-Preguntó el mayor de ellos, con su vaso de vino en la mano. -No dirás que te has vuelto a ver con Helena, ¿verdad?-

-¿Y a ti qué?- Contestó el menor, exasperado pero orgulloso al mismo tiempo por el interés demostrado ante sus historias.

Ambos hombres explotaron en carcajadas.

-Oh, Arturio, eres un completo idiota. -

-Pensé que haberla dejado embarazada ya era demasiada razón como para no volver a verla jamás. - Claus se encogió de brazos, haciendo una mueca de asco. -¡Niños!, demasiado trabajo.-

-Y tú qué sabes, ¿hace cuánto no visitas a los tuyos, tres, cinco años?-

-¡Diez!-

Los tres hombres se rieron, despilfarrando vino, cerveza y saliva por toda la mesa. Arturio sin embargo, sacudió la cabeza para despejarse. Puso ambas manos sobre sus rodillas y suspiró, recordando memorias de la noche anterior. -No, no fue Helena. Pero tengo prohibido decirlo, lo siento muchachos. -

Sus primos lo abuchearon.

Jerry le dio un empujón antes de hablar entre palabras enlentecidas por el alcohol. -Ya no le creo nada, ¿recuerdas cuando dijo que había logrado empotrarse a la Reina? Ahora qué dirás, que lo has hecho con la esposa?- Claus rio de nuevo y Arturio les siguió el juego.

-En mi defensa, esa mujer se parecía horripilantemente a la Perra Mayor. -Indicó, tomando otro trago de su cerveza, refiriéndose a la Reina. -¿Qué? Al menos tenía unos buenos senos. - Otra ronda de risas y carcajadas le siguieron al comentario.

La conversación sobre mujeres y sus partes se alargó hasta el punto en que Jerry terminó con una camarera sobre sus piernas y Claus desapareció en dirección al burdel más cercano. Arturio, en cambio, consiguió mantenerse lo bastante sobrio como para terminar de contar su anécdota de lo que lo había hecho tan feliz la noche anterior. Una muchachita, recordaba, no mayor que quince años. Rostro angelical, piernas blancas y listas para él. Suspiró, recordando los sonidos de sus labios y el cuerpo que había tenido debajo del suyo durante largas horas.

En fin, la noche comenzó a tambalearse al mismo tiempo que un escalofrío lo recorrió por completo recordándole que ya era hora de volver a su lugar de estadía, junto a los primeros rayos de sol ya observable. Se levantó de su silla y luego de despedirse comenzó a dirigirse hacia sus aposentos, para descansar por fin. Sin duda había extrañado la compañía de esos dos, pero regresar a Pivoine siempre terminaba por ser exhaustivo, incluso para alguien como él.

El callejón por el cual sus pasos retumbaban era oscuro y pegajoso, con la humedad del rocío y la tempestad de la isla rodeándolo por completo. Sintió, en algún punto, un par de pisadas justo detrás de él, pero al voltearse, se encontró con la nada misma. Descartó sus pensamientos atribuyéndole oraciones incompletas al alcohol.

unholy goddessWhere stories live. Discover now