Han pasado tres años desde que Leigh sufrió a manos de un monstruo. Y ella se ha dedicado a sanar, finalmente, decide dejar atrás Wilson, y empezar una nueva etapa en la Universidad de Artes de Asheville. En compañía de Mary y de dos guardaespaldas...
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LEIGH
—Debemos informarlo.
—Leigh, ¿estás bien?
—Creo que ella debería regresar a Wilson.
—Señorita Fleming, le aseguro que nuestras instalaciones son seguras.
—No sabemos si son dedos reales, pueden ser una broma pesada.
—Es demasiado específico para ser algo aleatorio.
—Los informes policiales fueron filtrados y lo saben.
La discusión entre mis guardaespaldas y la decana de la universidad resonaba a mi alrededor, pero lo único que yo seguía viendo era la imagen del lobo en medio de la gente, los dedos en su boca, como una pesadilla materializada justo en el medio de lo que ingenuamente creí sería un comienzo desde cero.
¿Hasta cuándo me perseguiría la maldición que había conjurado Heiner? ¿A caso él sabía el tormento con el que yo viviría incluso después de su muerte? Me rehusaba a darle cualquier sensación de victoria en el infierno en el que probablemente estaba.
Tomé una respiración profunda y exhalé. En ese instante, el oficial líder de la seguridad de la universidad entró con la bolsa en sus manos. Aparté la mirada, no quería verlo.
—Son falsos, al parecer prótesis creadas para la facultad de cinematografía y teatro.
Todos dejaron salir un suspiro de alivio.
—¿Y el lobo? —preguntó la decana.
—Muy real, y a muchos kilómetros de su habitad, así que esto fue algo deliberado y planeado. —El oficial suspiró—. Las cámaras de seguridad solo captaron a alguien con capucha dejando el animal en el campus a eso de las seis de la mañana.
Alguien con capucha...
Me mareé y las voces de todos comenzaron a ser lejanas de nuevo.
Necesito salir de aquí.
—¿Srta. Fleming? —el rostro preocupado de Hilda apareció frente a mí.
—Necesito... —Se me aceleró la respiración—. Un poco de aire.
Salí de la oficina de la decana y el pasillo pareció cerrarse y apretarse a mi alrededor, asfixiándome. Di dos pasos más hasta que me desmayé.
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El silbido...
Ha vuelto...
La nieve me congela las piernas expuestas mientras corro por el laberinto.
