Capítulo 2

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Disfruta la lectura, potaxie!


[...]


Damiano pasa su mirada al rostro de Adonis, que se encuentra abstraído en una expresión desolada y afligida, e inmediatamente se arrepiente de sus palabras, aclara su garganta mientras trata de pensar en una manera de deshacer lo que ha dicho y disculparse, pero, ¿por qué tendría que hacer eso? Después de todo no había dicho más que la verdad.

Adonis se encuentra profundamente ensimismado y perdido en sus pensamientos. Su mirada vaga por algún punto del estrellado cielo que cubre la ciudad de New York y su rostro se torna en un ligero gesto de nostalgia, como si estuviera recordando algo que aún le duele.

Damiano, atento a las reacciones del contrario, se arrepiente de sus palabras y sin darse cuenta, por primera vez en su vida siente la terrible necesidad de disculparse. Lleva su mirada al suelo, decepcionado de su propia actitud y de sus sentimientos, desconcertado por el efecto que en él tienen los brillantes y hermosos ojos del chico.

—No quise decir eso —expresa Damiano mientras comienza a mover sus manos nervioso, sin apartar la vista del rostro de Adonis.

No, no debe hacerlo, quiere hacerlo.

En sus labios se encuentran atrapadas palabras que jamás ha dicho, aquellas como un “lo lamento”. Sonríe estupefacto debido a sus absurdos pensamientos, haciéndolos a un lado y retomando su actitud tan típica.

—No lo tomes personal.

Adonis gira lentamente su rostro, todavía compungido en nostalgia y observa atento las inquietas manos de Damiano. Sacude ligeramente su cabeza, escapando de sus pensamientos que hace un instante vagaban por un recóndito lugar de su memoria, rememorando un triste pasado que se desliza y permanece ahí, repitiéndose una y otra vez.

Él sabe que es mejor olvidar y escapar de la película plantada en su cerebro, aquella que se encarga de ser la tormenta de su vida y al mismo tiempo el ancla que lo mantiene en tierra firme. Sacude nuevamente su cabeza, alejando los fragmentos de su pasado y sin más, trata de volver a su usual máscara de felicidad.

—Está bien, no te preocupes —contesta Adonis, tratando todavía de reprimir sus viejos recuerdos—. Incluso yo juzgué a las personas que se dedicaban a este trabajo.

Damiano observa en silencio el triste semblante que invade el rostro ajeno, y trata de pensar en alguna manera de acabar con ese estado de melancolía en el que se encuentran.

La culpa lo invade, sin embargo, encuentra algo estúpido el sentimiento.

—Entonces, ¿por qué terminaste dedicándote a esto? —cuestiona el pelinegro, elevando una ceja. De inmediato, nuevamente se arrepiente de sus palabras. Mala pregunta, una muy mala pregunta que al parecer no ayudó en nada al ambiente, pues el rostro del chico se tornó aún más sombrío.

El caos que implica amar ©Where stories live. Discover now