El moreno se soltó bruscamente del agarre mirándolo desconcertado – tu estas muerto, no me volverás hacer creer lo contrario.

–John, de verdad estoy aquí, clávame una daga y voy a sangrar porque estoy aquí pisando la misma tierra que tu – volvió a tomar sus manos y les dio un casto beso posando su frente en ellas – ya no es mas un sueño o una terrible pesadilla.

¿Lo era? Ya no sabía a quién o a qué creerle, a veces lo anhelaba tanto que volvía a aparecer, pero, así como volvía se iba, como un soplo del viento que refresca el alma y se va habiendo cumplido su cometido. Deseaba tanto correr y abrazarlo, pero la doctora le decía que tenía que ser fuerte y no dejarse llevar por las tentaciones de su mente.

Su cerebro no lo iba a dejar en paz hasta que cedería.

¿Esto era la realidad o no? Eso ya no importaba, si iba a ser arrastrado por la locura se dejaría tomar por completo, ya estaba cansado de estar luchando contra ella, si esta podría proporcionarle felicidad, pues la haría su mejor amiga.

John se acerco y deposito un beso en la coronilla del rubio, quien se sorprendió y alzo su cabeza solo para ser atacado por el mayor robándole largos besos.

Era lo primero que quería volver hacer cuando lo tuviera en frente nuevamente.

Probar sus dulces labios.

Sostuvo su rostro entre sus manos por unos segundos para luego bajar a su cintura, su adoraba cintura, tocarlo se sentía tan real, una completa enajenación. Pronto su lengua se abrió paso en la boca del rubio y de a pocos lo fue acostando en la cama quedando encima de él.

Si su mente seguiría jugando con él, ya no desperdiciaría las oportunidades.

Lo haría suyo nuevamente.

Mateo soltaba acalorados jadeos que solo incrementaban la excitación del moreno, al separarse pudo ver lo rojo de sus mejillas, el hilo de saliva que bajaba de esa bella boca y sus ojos cristalinos secretando lágrimas, había anhelado tanto ver esa expresión.

Bajo su pantalón y su bóxer de un solo tirón arrojándolos a algún lado de la habitación y sin ir lentamente como solía hacerlo introdujo el miembro del pequeño dentro de su boca.

–No, John e-espera... – gimió el rubio tratando de sacar su cabeza de entre sus piernas, pero estaba empezando a ser dominado por el placer que el mayor le proporcionaba.

Subía y bajaba a un ritmo suculento, dando largas lamidas de vez en cuando, proporcionándole especial atención al glande. Mateo mordía sus labios tratando de calmar sus gemidos, pero era inútil. Hasta que su lengua bajo a sus testículos, jugueteando con ellos, succionando, mordiendo y lamiendo uno por uno. El rubio ya no podía más sentía que se correría en cualquier momento.

No tenía planeado hacer esto a penas viera al moreno.

Este volvió a concentrarse en la erección sintiendo como empezaba a temblar, estando cerca del orgasmo.

Mateo se corrió en su boca soltando un lastimero gemido que deleito los oídos de John.

Pero algo andaba mal.

Podía sentir lo cálido del fluido dentro de su boca, lo amargo de su sabor, llevo una mano hacia esta escupiéndolo y pudo sentir lo viscoso de este.

¿Las alucinaciones podían ser tan vividas?

Miro al menor aun recostado sobre la cama su pecho subía y bajaba tratando de recomponer su agitada respiración.

El timbre sonó, pero no le hizo caso hasta que la voz de Doña Rita se hizo presente fuera del departamento.

–John – esta vez aporreo la puerta – John, hijo ¿sigues dormido?

Sus ojos se abrieron en grande y fue corriendo al baño a lavarse las manos, pero sobre todo la boca. Al agacharse pudo sentir una punzada en la parte baja de su cabeza, haciendo caso omiso.

Abrió la puerta lo más rápido que pudo dejando ver una mujer desesperada.

Espero que la rareza o el miedo se apoderara de la situación como siempre pasaba cuando estaba soñando, todo lo aparentemente normal se torna tenebroso convirtiendo sus sueños en viles pesadillas.

–Te voy a pedir por favor que me des una copia de tu llave, no puedo con la angustia ¿Cómo se que sigues respirando ahí dentro si no me contestas hijo? – hablaba la señora agitando exageradamente los brazos.

Doña Rita seguía siendo la misma.

Todo a su alrededor seguía siendo lo mismo, excepto por una cosa, ese rubio metido en su cuarto.

Se acerco a la anciana extrañado y lo primero que hizo fue tocarla, podía sentir la piel arrugada de sus brazos, lo mojado y grasoso de su cabello, incluso puso su dedo de bajo de sus fosas nasales sintiendo el aire salir.

La señora Hawking lo miraba con una ceja levantada, confundida.

–¿Qué pasa? ¿Quieres que vayamos a ver a la doctora? – y esa pregunta fue su golpe de realidad, de verdad estaba pisando tierra, por lo quería decir que...

–Doña Rita, aun sigo mareado necesito seguir durmiendo, vuelva más tarde – se excusó hábilmente, necesitaba sacarla de ahí cuanto antes, antes de refutar la señora fue prácticamente empujada hacia la puerta, cerrando lo más rápido que pudo.

John volvió a su habitación a toda prisa, encontrándose al rubio en la misma posición en que lo había dejado.

–¿Quién era esa señora? – cuestiono el menor sentándose en el borde de la cama.

El moreno apretó los labios y corrió a abrazarlo.

De verdad era su rubio, no era una ilusión, de verdad era él.

Lo tomo del cabello, ese sedoso que ansiaba volver a tocar y pego sus labios impacientemente, sorprendiendo una vez más al menor, quien se dejó tomar moviendo sus labios con la misma intensidad, devorándose.

Para cuando se separaron sus respiraciones eran más que un desastre, el mayor pego dejo caer su frente en el mentor del menor, recobrando el aire.

–¿Cómo es que? No lo entiendo – decía entre jadeos.

–Te lo explicare, te lo prometo, pero ahora déjame disfrutarte, te he extrañado mucho – susurro dándole un suave beso en la coronilla al mayor y lo volvió a arrastrar a las sabanas entre besos, jadeos y caricias. 

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⏰ Letzte Aktualisierung: Apr 24 ⏰

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