CAPÍTULO 8

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LOGAN

Días después...

Conduzco hacia la sede central de Aether, el ronroneo del motor mezclado con la música estruendosa que resuena por los parlantes del auto es el único sonido que llena mi mente. Las calles de Hockenheim pasan velozmente, una sucesión de luces y sombras que se desvanecen en mi periferia mientras me concentro en el camino por delante. El sol apenas comienza a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que se reflejan en el capó del auto.

Estos son los últimos entrenamientos antes del próximo Gran Prix en China, y la tensión se siente en el aire, palpable y densa como una niebla matutina. Cada revolución del motor parece llevar consigo la anticipación y la incertidumbre de lo que está por venir. En el interior del vehículo, el aroma a cuero nuevo se mezcla con el olor a café recién hecho que emana de mi taza térmica, un pequeño oasis de confort en medio del frenesí de la competición.

Miro de reojo el tablero de instrumentos, verificando los indicadores con una precisión casi automática. Todo parece estar en orden, pero la ansiedad me muerde el estómago con sus afilados dientes, recordándome la importancia de cada detalle en este mundo de alta velocidad y competencia feroz.

Al llegar al estacionamiento, el imponente edificio de la sede central de Aether se alza majestuoso frente a mí. Su arquitectura moderna y elegante se integra armoniosamente con el entorno, combinando líneas limpias y vidrio pulido que refleja los rayos del sol de la mañana. El logo de Aether, icónico y reconocible al instante, adorna la entrada principal, marcando este lugar como el corazón del equipo de Fórmula 1.

El lugar rebosa de actividad, con autos de todos los modelos y colores alineados en filas ordenadas. Escaneo rápidamente los autos estacionados, como si estuviera buscando uno en particular.

El interior de la sede es igual de impresionante que su fachada exterior. Los pasillos amplios y luminosos están adornados con fotografías y trofeos que celebran los éxitos pasados del equipo. El zumbido constante de las conversaciones y el tintineo de las teclas de las computadoras crean una banda sonora familiar y reconfortante para cualquier piloto de Aether.

—¡Buenos días! — Saludo a la secretaria, mientras atravieso el vestíbulo.

Me dirijo hacia la sala de simulaciones, un espacio futurista equipado con la última tecnología en simulación de carreras. Al entrar, el aire está impregnado del olor a café recién hecho y el sonido de teclados que repiquetean llenan el ambiente. Christian, me espera en medio de una pantalla repleta de datos y gráficos.

—Hola —saludo al entrar, recibiendo un gesto de respuesta de Christian mientras levanta la cabeza de su computadora.

—¿Cómo estás? —me pregunta, y asiento con un leve movimiento de cabeza.

—Bien. ¿Y tú? —respondo sentándome a su lado.

—Bien... Tenemos nuevas configuraciones que hemos estado trabajando con Ricardo, y primero las probaremos contigo —explica, mostrándome algunas cosas en la pantalla—. Queremos usarlas para Mónaco, junto con las mejoras que llevaremos.

Sonrío mientras escucho —Encantado de probarlas—, digo. —Sabes que lo único que deseo es volver a estar en el podio. Nos lo merecemos, y los fans igual.

—Vamos al simulador entonces —dice Christian, y asiento, siguiéndolo hacia la sala.

Las últimas carreras han sido un verdadero desafío. En Australia, los problemas con el monoplaza fueron una pesadilla. Desde el inicio, algo no estaba bien: la potencia del motor parecía fluctuar, y la dirección se sentía más pesada de lo normal. A mitad de carrera, tuve que abandonar debido a una falla mecánica. La frustración y la impotencia se apoderaron de mí mientras veía cómo el resto de los pilotos seguían adelante, luchando por los puntos que yo tanto necesitaba.

Curvas PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora