Capítulo I

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La música en la radio le daba una cierta melancolía a su pequeño dormitorio, particularmente le recordaba a su abuelo, ligeramente entristecido por ese mero pensamiento

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La música en la radio le daba una cierta melancolía a su pequeño dormitorio, particularmente le recordaba a su abuelo, ligeramente entristecido por ese mero pensamiento. A veces los extrañaba, a veces, como en ese momento, la soledad se hacía una amiga muy presente; demasiado presente. No extrañaba su país, dios no, necesitaba alejarse lo más posible y, aunque eso implicara días como este, donde el cálido tacto de una persona familiar se ve más lejano que un simple recuerdo, no se arrepentía de su decisión.

No había terminado de empacar todavía y no había señales cercanas de que alguien se fuera a mudar junto con él en aquel dormitorio, pese a que había dos camas disponibles en perfectas condiciones y él ya se había hecho dueño de la que estaba más cercana a la ventana -necesitaba las corrientes de aire nocturnas y podía jurar que moriría ahogado- además de el sofá pegado a la ventana, donde estaba sentado en ese momento disfrutando del aire fresco de la madrugada con un cigarro entre sus labios, bailando el humo alrededor de su rostro. Estaba cansado, extremadamente cansado; era demasiado temprano y no había tenido una buena noche, de hecho no podía recordar su última noche de descanso real. Sentía sus ojeras pesar bajo sus ojos como bolsas llenas de noches en vela mientras se mantenía ignorando las llamadas de su madre en el teléfono. Soltó humo desde el fondo de sus pulmones mientras estiraba su brazo con cansancio, contestándole finalmente.

—Hola mamá. —Contestó, con el mejor de los tonos posibles dentro de su agotamiento.

—¡Rainer! —Tuvo que alejar el celular de su oído al escuchar la chillona voz de su madre casi explotarle el tímpano. —¡¿Te das cuenta de lo preocupada que estaba?! ¡Maldito malcriado! ¡Quién te crees que eres! —Guardó silencio por unos minutos, esperando a que su madre terminara de gritarle los mil y un insultos que podrían existir en su lengua materna. —... ¿Cómo llegaste cariño?

Suspiró. Siempre pensó que su madre debería estar en algún psiquiátrico, o al menos con ayuda psicológica.

—Bien mumm —Bufó, con un acento alemán profundamente marcado en su garganta. —las clases deberían empezar en una hora más o menos, desempacaré y me voy.

Mintió, con la voz más calmada y natural posible, incluso un poco irritado de escuchar ya la voz de su madre. No es que no la quiera, por supuesto que la quiere, pero la mujer se encarga perfectamente de sacarlo de todas y cada una de sus casillas. Seguramente dejaría esas cajas y bolsos llenos de sus pertenencias por un par de semanas, o hasta que le diera la gana de levantarse y hacer algo por sí mismo.

—Recuerda comer, necesitas comer ¿entendiste? No andes de mañoso con tus caprichos y berrinches. —Ella bien sabía que su hijo ahora es casi un adulto como para andar haciendo berrinches de infante. —¡Rainer! ¿Me escuchaste? Responde cuando te hablo.

—Si mumm. Chao mumm. —Cortó la llamada antes de alcanzar a escuchar el grito de su madre mientras soltaba un suspiro desde el fondo de sus pulmones llenos de humo, con tanto hastío que el humo salió disparado desde sus labios.

VALENTINENơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ