—No tengo dinero —le recordó y suspiró al pensar en el trabajo de esa tarde—. Podría haber conseguido seis libras, pero...No pude.

—Ese hombre no te habría pagado seis libras y eres tonto si crees lo contrario.

—¿Qué me habría pagado entonces?

—Absolutamente nada, solo te habría usado y te habría tirado en alguna zanja al terminar o se habría quedado contigo para seguir usándote.

Se estremeció, solo de imaginarlo y apretó los ojos, intentando contener sus lágrimas.

Roland lo miró de reojo y maldijo para sus adentros, antes de ofrecerle la botella de whisky.

—Ya...No sucedió y no sucederá tampoco, así que no sufras.

—Fui muy tonto ¿no?

—No, no es tu culpa. Eres un niño y los adultos deberían saber comportarse contigo, no tú —. Se echó hacia atrás en el banco suspirando y lo miró cuando se llevó la botella a la boca—. ¿Qué fue todo eso de judío y demás?

—Es solo porque parezco por mí cara, mamá dice que salí igual a mi padre.

—Tu cara se me hace normal —confesó y le sujetó desde el mentón para que lo mirara y le apretó suavemente las mejillas regordetas—. ¿Qué se supone que tienes distinto?

—No lo sé...Pero todo el mundo me dice asesino de Cristo, pero yo no soy judío, soy cristiano, como mi madre.

—¿Y tu padre? ¿Dónde está?

—Murió —contestó y apartó la mirada—. No lo recuerdo muy bien, yo era muy pequeño cuando sucedió.

—¿Cuántos años tienes?

—Ocho...Pero y medio, porque ya casi cumpliré nueve.

—No puedes tener ocho y medio: ocho o nueve, elige.

—Pues no, tengo ocho y medio. Seis meses y cumpliré nueve y seré un niño grande ¿verdad? —. Se rio, apartando su mirada de él hacia el parque y le quitó la botella para tomar un sorbo—. ¿Usted cuántos años tiene?

—Diecinueve y medio —se burló y el niño puso sus ojos en blanco—. ¿Cumples en marzo?

—Ajá, el catorce ¿y usted?

—Veinticinco.

—¡Ja! Nací antes que usted.

—Uhm, sí...Creo que así no es como funciona, rata.

—¿Cómo qué no? Yo cumplo antes que usted. Y no me diga rata, me llamo Aubrey.

—Rata —repitió, más para molestarlo que otra cosa y Aubrey giró en el banco y lo pateó en la cadera—. Mira, mocoso, no me hagas devolverte esa patada...

—Mi nombre es Aubrey, anciano.

—¿Anciano? —. Le dio un golpe seco en la cabeza, no muy duro y Aubrey se encogió y subió ambas manos para sobarse la zona—. Rata mocosa y atrevida. Ya, largo, me irritas.

—Usted cambia de humor muy rápido.

—Estoy ebrio, no pidas otra cosa. Desaparece, debo irme a trabajar.

—¿En qué? Ya es de noche.

—Soy prostituto —decirlo, solo era posible porque estaba ebrio y, aun así, la palabra lo ponía enfermo y le retorcía las entrañas, produciéndole un dolor y nauseas inexplicable.

Aubrey frunció el ceño.

—¿Qué no es ese un trabajo de mujeres?

—Te sorprenderías —murmuró y se llevó la botella a los labios.

Vidas Cruzadas El ciclo. #4 EN DESARROLLO +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora