Capítulo final

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Maika yacía muerta en el suelo, pero nosotros no teníamos tiempo de llorarla: uno de los brazos de Pertus colgaba, inerte y chorreando sangre, mientras que con el otro sostenía apenas la espada. Basham lanzaba golpes a diestra y siniestra, rodeado por tres experimentados seres del Aire que se reían mientras lo acorralaban de a poco. Cuando yo caí al suelo y alguien me pisó la espalda y después me puso la punta de una espada en la nuca, mis amigos se detuvieron. 

De a poco y formando filas apretadas, los presos salieron al patio, custodiados por Carceleros armados, que los mantenían a raya. Cuando Shown me vio en el suelo gritó, y lo derribaron de un golpe.

—¡Ahora van a ver lo que les pasa a los rebeldes! —exclamó uno de ellos. Iban a matarnos, pero antes mis pares tenían que saber la verdad: 

—¡Todos somos descendientes de los del Aire! —grité, a pesar de que tenía la cara apretada contra el suelo de tierra. Sentí un murmullo que corría entre los presos, y el pie sobre mi espalda se apretó aún más—. ¡Ellos se cruzaron con los de la Tierra! ¡Nosotros somos sus…!

Una mano me atenazó el cuello y me obligó a callarme, y mientras me alzaba en vilo escuché los desesperados gritos de mi hermano. Cerré los ojos: mi trabajo estaba hecho, y ahora solo podía aceptar mi destino. 

El dolor me hizo caer de rodillas. El Carcelero se rió a carcajadas mientras lanzaba una de mis alas frente a mí, sobre la tierra del patio. Aún se movía en los últimos estallidos de sus nervios cortados, como un gusano partido al medio, buscando su parte faltante. Mi otra ala cayó cerca, pero yo no pude verla; solo escuché el golpe que dio contra el suelo, y un grito enloquecido, el de 754, antes de que mi cuerpo también se desplomara sobre el patio.

                         ***

Desperté tiempo después, luego de una prolongada agonía de la cual no tengo memoria. Mi madre me contó que muchas veces pensaron que iba a morirme, pero me aferré a la vida con uñas y dientes. 

La guerra había terminado: en una de sus visitas a mi casa de la Jurisdicción de los Mineros, en donde convalecía, Shawn me contó que cuando el Carcelero me cortó las alas 754 enloqueció, tomó un cuchillo y, tal y como yo había pensado, dejó un reguero de muerte a su paso. La cárcel fue liberada y los nuestros se unieron al resto de la raza mixta y a los de la Tierra, y pudieron derrotar a los pocos seres del Aire que no se habían vuelto en contra del gobierno. 

El recuerdo de Maika me atravesó el alma como una daga: había muerto como una heroína, y así la habían sepultado junto al resto de los caídos en batalla. Sus padres estuvieron allí, transidos de dolor pero orgullosos del coraje de su hija. 

                         ***

Todo a mi alrededor se estaba acomodando de a poco: mi pequeño sobrino gorjeaba, feliz, en brazos de su abuela, que ya no tenía carbón en la ropa ni resignación en la mirada. Las jurisdicciones habían recuperado el control de lo que producían, y se estableció un comercio próspero entre ellas. La fábrica y la cárcel del Aire habían sido destruidas, y las tres ciudades flotantes se bajaron a tierra en un sector desértico de Orkham en donde nunca había vivido nadie, ya que las condiciones allí eran demasiado extremas. En ese lugar se quedaron estancadas, languideciendo con los pocos seres del Aire que no quisieron firmar la paz con nosotros. El resto se integró donde quiso, y muchos se fueron a vivir a la Jurisdicción de los pescadores, en donde eran más que bienvenidos. El aire se limpió de a poco, y las nubes se disiparon para dejar que el sol bañara el planeta y los de la Tierra vieran por primera vez la luna y las estrellas. 186, aquella mujer que me había ayudado cuando comencé a trabajar en la casa del viejo Saruf, por fin aprendió que no era bueno conformarse con una vida tranquila.

Pero yo no podía encontrar mi lugar en ese mundo: con mis alas se habían ido mi alegría y mi voluntad de salir adelante. Callie, la Alas de fuego que ahora sí me había dicho su nombre, me arrancaba de la cama los días en los que no quería levantarme, me abrazaba y salía volando conmigo para mostrarme lo que habíamos conseguido: pueblos y ciudades que estallaban de colores y animación, campos verdes repletos de sembradíos y animales, niños con alas y sin alas jugando juntos, la vieja prosperidad y alegría de nuestro pueblo que, según ella, se había logrado gracias a mi sacrificio. 

Shawn llenó mi casa de libros, y ellos me devolvieron la libertad. Los tres ancianos del Tribunal Supremo estaban presos de por vida, y nosotros necesitábamos un nuevo gobierno y también nuevas leyes. Yo no iba a ser parte del gobierno porque no me sentía capacitada para ello, pero aún tenía mi vieja afición por escribir y el deseo de estudiar, y así, junto con mi amigo y principal cómplice cuando inicié aquella locura de rebelarme contra los del Aire, y que después de mí era el que más libros había leído, establecimos una nueva constitución para Orkham, que el pueblo votó por mayoría. 

Callie y su loca y sincera amistad me habían arrancado de mi letargo, pero Shawn me devolvió la voluntad de seguir adelante. Cuando, tiempo después, me propuso matrimonio, acepté sin dudar.

Ahora tengo una vida tranquila en la antigua Jurisdicción de los Mineros, transformada en una pequeña ciudad industrial, en donde el carbón se extrae de forma mecánica para que los trabajadores no se arriesguen a estar expuestos a la contaminación. Mis padres están retirados y disfrutan de su vejez en su nueva casa, y mis hermanos siguen trabajando en la mina, pero como administrativos. 

Pertus quedó encandilado con Callie, y se dedicó a proponerle una y otra vez que fuera su pareja, aunque aún no ha logrado que mi amiga, demasiado ruda e independiente para tener un romance, le diga que sí. Basham y Galia comparten la crianza de mi sobrino mientras trabajan en altos puestos del gobierno. Pasan bastante trabajo: al niño le encanta escaparse y salir volando para colgarse en las ramas más altas de los árboles y balancearse desde allí, a las risas. 

Shawn y yo también tenemos una hija; aún es pequeña y no tiene alas, aunque de seguro las tendrá. Mientras escribo esta historia, la historia de nuestro pueblo y de mí misma, la veo dormir en su cuna y me imagino cómo será su futuro. No podré seguirla cuando vuele hacia la parte más alta de los árboles, pero a cambio me sentiré orgullosa de que tenga la libertad para hacerlo.

                         FIN

Alas de carbón #ONC2024Where stories live. Discover now