007 | PESARES Y NACIMIENTOS

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Jacaerys mantuvo el rostro impasible en todo momento mientras avanzaba, lucía su mejor jubón de seda azul y no parecía importarle lo que los demás deberían estar pensando. A Rhaenyra siempre le ha gustado esa cualidad suya, admirando el temple de su hijo ante miradas desdeñosas y actitudes toscas.

Rhaenyra se permitió ver a sus oponentes, y si algo de triunfo sintieron cuando a Gwayne le fue otorgado el cargo de las capas doradas de la ciudad, el sentimiento pareció haber sido aplastado bajo el peso del nuevo cargo de Jacaerys. Por primera vez desde que llegó, ella se permitió una sonrisa de triunfo que ellos recibieron con expresiones agrias.

Aemond la miraba con cierta curiosidad que tiraba de la comisura de sus labios en una sonrisa peligrosa que la ponía de nervios, pero lo ignoró concentrándose en lo importante.

La cadena con eslabón en forma de mano de Jacaerys centelleaba, dorada, sobre la seda oscura de su jubón cuando volvió con ellos. Rhaenyra lo tomó del rostro y le dio un beso en cada mejilla, orgullosa como solo una madre puede estar ante los logros de sus hijos.

«Llegado el momento anunciaremos un compromiso con Baela —pensó alegre cuando el heraldo dio por terminada la sesión. Algunos nobles se acercaron con peticiones para el rey, aún en el trono de hierro, mientras otra pequeña multitud se había congregado alrededor de Jacaerys para desearle suerte y buscar su favor—. Entonces podrá trazar un camino que lo lleve a la grandeza».

—Un gran nombramiento para su hijo, princesa —dijo Tyland Lannister apareciendo tan súbitamente que Rhaenyra se asustó—. Felicidades, y permítame decirle que hoy luce esplendida.

Rhaenyra nota cómo la irritación se apila dolorosamente sobre ella, un malestar creciente que la ha acompañado durante los últimos días cada vez que un hombre soltero o viudo se acerca a ella queriendo presentarle sus respetos, alagarla y algo más.

Se alisa el vestido de seda violeta, con bordados de plata que le resaltaba el color de los ojos. Un regalo de Daemon durante sus años de matrimonio en Rocadragón, un vestido que portaba como una armadura contra los lores del reino que se juntaban como buitres a un cadáver buscando hacer una posición a su lado mediante el matrimonio.

—Mi madre siempre luce esplendida —dijo Joffrey, plantándose directamente frente a Tyland Lannister, con la carita enfurruñada y los puños crispados.

—En eso estamos de acuerdo, príncipe Joffrey —concedió Lord Stokeworth invitándose a la conversación. Rhaenyra se removió incomoda en su lugar, tomando a Joffrey por los hombros—. Felicitaciones por el logró del príncipe Jacaerys.

—¿Y por qué no felicitan directamente a mi hermano? —preguntó el niño.

—Lo que mi hijo intenta decir —dice rápidamente, tratando de suavizar la espereza de las palabras de Joffrey—, es que el príncipe Jacaerys se sentiría honrado con sus felicitaciones

En momentos como ese, con hombres que creen ser discretos en sus intenciones de querer encumbrarse en una posición alta, Rhaenyra de buena gana anunciaría el compromiso con Aemond con tal de quitárselos de encima.

—Ya lo creo, ¿aceptarían una modesta invitación a..?

Rhaenyra experimenta un súbito arrebato de afecto hacia Rhaenys cuando la mujer llega interrumpiendo lo que sea a lo que Tyland Lannister quiere invitarlos.

—Caballeros, ¿me permiten? —preguntó con tono más encaminado a la orden que a una petición— Deseo hablar con mi buena hija.

Mantuvo el rostro impasible a sabiendas de que Rhaenys solo estaba manteniendo las apariencias. Entre ambas había quedado muy claro la animadversión que la mujer siente por Rhaenyra.

FIRE ON FIRE ⎯⎯⎯ house of the dragonWhere stories live. Discover now