002 | UN OJO POR UNA CORONA

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AÑO 128 DESPUES DE LA CONQUISTADESEMBARCO DEL REY——————————————————

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AÑO 128 DESPUES DE LA CONQUISTA
DESEMBARCO DEL REY
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Daemon Targaryen, el infame Príncipe Canalla, está muerto.

La noticia había hecho que su abuelo mostrará una sonrisa de labios apretados que no se molestó en ocultar hasta antes del funeral. En cambio, Aemond se mantuvo alerta. El precario estado de salud de su padre no hace más que empeorar, Aegon es consciente de ello y parece tan listo para escapar en cuanto el viejo exhale su último aliento que Aemond debe mantener su único ojo sobre él. Sin la presencia de Daemon amenazando los intereses políticos del consejo, la ascensión de su hermano como rey es un hecho irrefutable.

Su madre y el abuelo siempre describieron a su tío como un hombre peligroso y sin escrúpulos, capaz de matarlos a todos sin que le temblase el pulso, pero ahora no era más que un montón de ceniza que los criados se apresuraron a juntar antes de que se perdiera entre el viento y la lluvia. Por lo general las cenizas de los Targaryen terminan enterradas bajo la Fortaleza Roja, las que no, en Rocadragón.

Se pregunta si su hermana es lo suficiente confiada (o estúpida) como para volver a la fortaleza isleña de los Targaryen sabiendo todo lo que está en juego.

Rodeada de siete niños huérfanos de padre, Rhaenyra Targaryen resulta tan perdida en su causa que Aemond casi siente lastima por ella.

Casi.

De no ser porque logra notar el sentimiento ardiente que le refulja en los ojos, un fuego chispeante que Aemond bien conoce. Está familiarizado con esa mirada y lo que significa: la convicción férrea de seguir aun cuando los demás no te creen capaz de lograrlo.

Rhaenyra siempre ha tenido un don para no darse por vencida, ni siquiera cuando todo lo demás está en su contra. Bueno o malo, la sangre de dragón corre caliente en sus venas, lo ha notado, viéndola incluso cuando ella no le da una segunda mirada a él o a sus otros tres hermanos. Sabe del peligro que la rodea, siempre lo ha sabido, si no, de qué otra manera ha logrado salir indemne tantos años.

Tres hijos bastardos.

Dos matrimonios fallidos.

Una candidatura al Trono de Hierro que ha ido fluctuando conforme pasan los años.

Lastimosamente, o de manera justa en el caso de Rhaenyra, la suerte se acaba.

Pese a los años que han pasado, Aemond conserva intactos sus recuerdos. Uno en especial mantiene una nitidez férrea, clavándose en la parte más oscura de su corazón, esa parte donde tiene bajo llave sentimientos encarnizados que deberían avergonzarle: la noche que perdió el ojo en las grutas subterráneas de Marea Alta después de haber reclamado a Vhagar.

Nunca había sentido tanto odio como esa noche, ni siquiera los días en los que Aegon, Jace y Luke se reían a costa de él con bromas estúpidas y crueles que lo dejaban con el labio inferior temblando y las manos en puño por sentirse insuficiente sin aquel lazo que vuelve únicos a los Targaryen. Luego, cuando por fin logra que un dragón lo acepte, van cuatro críos idiotas a espetarle que se había robado a Vhagar, como si los jodidos dragones se heredaran, como si no existiera la posibilidad de que Vhagar rechazara a Rhaena (la muchacha ni siquiera tiene dragón actualmente, eso ya dice algo) y se creen con el derecho de golpearlo, de volver a sobajarlo, pero se defendió y ellos perdieron. O al menos eso pensó hasta que Lucerys le rajó la cara y él perdió el ojo.

FIRE ON FIRE ⎯⎯⎯ house of the dragonWhere stories live. Discover now