5| Boda

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Para Nayibeleyton2
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Cuando la puerta se quedó abierta, Mazder esperó a que el lobo blanco entrara. Primero vio sus orejas, después la punta de su nariz fue visible. Esbozó una sonrisa, divirtiéndose cuando el lobo se delató a sí mismo con el movimiento de su cola.

—Ven aquí —Mazder palpó el nido y el lobo entró al primer llamado, más no se acercó—. ¿Qué haces? Te dije que puedes venir.

Se acercó con cautela, olfateando el aire impregnado de hierbas, sangre y feromonas. Feromonas que no pertenecían al omega que estaba sentado en el nido, con un rostro pálido.

—¿Te duele mucho?

—Con suerte y no me rompió un hueso.

El lobo blanco se escurrió dentro del nido al ver que no lo rechazaba, vislumbró entonces las heridas del príncipe. Eran… Malas.

—Deberías tratarlas, curarlas de manera natural tomará tiempo y será doloroso —sujetó su mano, la punta húmeda y fría de su nariz tocó la piel del príncipe—. Por favor, es un dolor que a cuestas puedes soportar.

—Me servirá de lección —Mazder se irguió cuando ya no pudo controlar el dolor—. Así no volveré a ser tan impulsivo.

—Es doloroso, ven aquí.

El príncipe lo miró de arriba a abajo con una ceja alzada, pero se acercó, trepó sobre sus piernas y permitió que lo abrazara. Mazder pasó sus brazos por el pelaje del lobo y los ancló a su cuello, respirando mejor las feromonas del lobo y su aroma que le causaba cosquillas en la nariz. El lobo sopló sobre las heridas de su espalda, tenía varios raspones, pero el que más le preocupaba a Kxem era el hematoma que ya comenzaba a adoptar un tono negro. agarró un poco de baba de caracol y sin dejar de soplar untó un poco en su piel.

—Voy a tocarte un poco brusco —le avisó antes de hacer algún movimiento—. Debo comprobar que no haya algún daño interno, sé que Nerea se controló, pero…

¿Se había controlado? Mazder quiso salir a reclamarle que no era justo, pues él había terminado así y Nerea con suerte había desarrollado una alergia o trauma hacia los Dominantes.

Gimió bajito, dándole permiso para revisarlo.

Kxem buscó el daño, lo encontró en su costado derecho, y enterró sus dedos entre las costillas del príncipe. El omega se removió adolorido, gimiendo, sus dedos se aferraron a su pelaje y se quejó de que le dolía y fuera más suave. Kxem esta vez no obedeció.

—Me duele —al príncipe se le quebró la voz—. De-detente… Duele demasiado…

—Tienes la costilla rota —le avisó—. Te llevaré al manantial.

A pesar de las protestas del príncipe y su llanto, Kxem salió de la cabaña y se deslizó en silencio hacia el manantial. La tribu le siguió.

—¡No! Son… Estas heridas…-

—Sé que son importantes para ti, pero de nada te sirve conservar unas heridas que tardarán meses en sanar.

El príncipe en algún punto se desmayó, Kxem apresuró el paso y cuando llegó al manantial se metió al agua con el príncipe en brazos, la sangre se deslizó entre la oscuridad y las pequeñas luces que brotaban desde el fondo. Los peces luminiscentes salieron enseguida, tan apurados como lo estaba él. También se deslizaron dos grandes serpientes que medían alrededor de seis metros cada una.

Cuauhtlah: La Tribu del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora