(3) ✲ LA CHICA Y EL LOBO ✲

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Una sonrisa curvó mis labios al recordar como habíamos trabajado en equipo para lograr que Jaeda saliera de su escondite cuando fui a visitar esa institución en la que estaba internado él. Ser amiga de Frey se sentía como un privilegio porque yo sabía que eran contadas las personas que él dejaba entrar. Me sentía afortunada de que él hubiera contado conmigo. Y no podía mentir, una parte de mí esperó que la cercanía de mi presencia despertara algo en su hermano, lo motivara de alguna forma, pero no fue el caso.

El atardecer ya se cernía sobre nosotros, la oscuridad ya invadía algunos puntos entre los árboles donde ya no llegaba la luz opaca del sol que ya se despedía de este día. Me abracé y me detuve.

—Creo que deberíamos volver —dije, disimulando y sintiéndome como una tonta por ocultarles mi miedo.

Mary me dio una sonrisa amable, Hilda solo asintió. Ellas sabían que le temía a la oscuridad, que las sombras entre árboles eran un detonante para mí.

Tenía demasiados recuerdos traumáticos relacionados con ellos. Entre árboles llenos de nieve, vi por primera vez a Heiner después de perder a mi madre, y ese monstruo me persiguió en un laberinto de arbustos y cuando perdí a Mila, nos rodeaba ese bosque interminable.

Emergimos del sendero donde Aster nos esperaba como una estatua, a diferencia de Hilda, Aster mantenía su distancia, casi nunca hablaba y era una pena porque tenía una voz profunda que me agradaba. Su traje era todo negro, su cabello oscuro iba peinado hacia atrás, el dispositivo en su oído también era oscuro. Su rostro era imponente, el color café de sus ojos era más visible cuando le daba esta luz del atardecer. Y aunque era unos años mayor que yo, Aster era atractivo, no podía negarlo, pero tan impenetrable como una pared de hielo.

Él le habló a Hilda por lo bajo, y yo no tenía la energía para intentar investigar que tramaban. Aster caminó a mi lado mientras Hilda se ponía al lado de Mary.

—Es solo una moto —murmuré, captando su atención. Aster me miró por unos segundos antes de volver su mirada al frente.

—Solo hacemos nuestro trabajo.

—Demasiado bien —dije por lo bajo.

Aster se detuvo y me paré con él mientras Mary y Hilda seguían.

—¿Hay algo que le moleste, señorita Fleming? —preguntó, mirándome con esa expresión estoica.

—Acepté esto porque ustedes prometieron pasar desapercibidos, esto... —Señalé su traje perfecto—. no lo es.

—¿Esto? Mi traje no tiene nada de malo.

—Ah, por favor, Aster. —Él se tensó cuando usé su nombre—. Es obvio que eres un guardaespaldas.

—Bien —respondió y arrugué las cejas.

—¿Bien?

Él dio un paso hacia mí y no le daría el gusto de retroceder.

—Así cualquiera que se atreva a considerar hacerle daño, sabrá que tiene un sabueso entrenado que mataría por defenderla sin dudar.

Bufé.

—¿Sabueso entrenado? ¿De verdad?

—No tiene ni idea de los entrenamientos que he superado, Srta. Fleming.

La intensidad de su mirada revelaba que lo que sea que hubiera pasado no fue nada fácil.

—¿Todo bien? —cuestionó Hilda a unos pasos de nosotros, ella y Mary nos observaban con curiosidad.

Le di una última mirada a Aster antes de comenzar a caminar de nuevo.

Al llegar al frente del edificio de nuestro dormitorio, noté que la moto negra de hace unos minutos estaba estacionada en uno de los espacios frente a la entrada.

Leigh (Darks #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora