Capitulo 6

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Parte 1: El Libro

Con la mirada clavada en el vacío, Hazel jugueteó nerviosamente con el vendaje que le habían colocado en su brazo lastimado. Aún se encontraba en la sala de urgencias del hospital, rodeado por el frío y aséptico ambiente que solo los hospitales pueden tener. El dolor punzante en su brazo era una constante recordación del violento ataque que había sufrido en su propia casa.
Los filosos dientes del juguete del mono realmente habían llegado muy profundo.

Mientras esperaba impaciente su turno para ser atendido, Hazel no podía evitar pensar en lo agradecida que estaba con los padres de Tara, quienes habían sido los responsables de llevarlo al hospital. Fue gracias a los gritos desesperados de Tara que lograron llegar justo despues que el libro consumiese a la criatura.

De repente, al otro lado de la puerta, la voz enojada de su madre, Amelia, resonó claramente en la sala de urgencias. Hazel pudo escuchar cómo reprendía a un pobre agente de policía, quien había llegado para anotar los detalles del ataque en su casa y había catalogado el incidente como un posible ataque de "un perro rabioso". Hazel, con una mezcla de incredulidad y frustración, no pudo evitar pensar sarcásticamente: <<Vaya perro>>.

Unos minutos después, su madre regresó a la habitación, con una expresión de preocupación en su rostro. Se acercó a Hazel y tomó su rostro entre sus manos, transmitiendo así su preocupacióny amor maternal.

-Cariño -le dijo Amelia con ternura en su voz-. Ya todo está bien. He avisado a Janeth, y ella vendrá en cuanto pueda.

Hazel solo se encogio de hombros. Sabía que Janeth no vendría en realidad.

Con la mirada aún un poco perdida, Hazel finalmente rompió el silencio:

-Mamá... -susurró, ignorando el intento de consuelo de su madre-. ¿Has visto mi libro?

*****

Una semana más tarde, Hazel se despidió de la mayoría del vendaje en su brazo, aunque las cicatrices en forma de mordedura seguían siendo visibles. Para ocultarlas, solía cubrirlas con las mangas de su chaqueta, como si quisiera mantener su experiencia traumática en secreto. Las ventanas de su habitación habían sido reemplazadas por unas nuevas, y a pesar de haber pasado los últimos días encerrado en esa casa, Hazel no había vuelto a escuchar los escalofriantes ruidos que el fantasma de la mujer del ático solía provocar. Ni mucho menos había vuelto a verla.

Una vez más, Hazel dirigió su mirada hacia la página marcada del misterioso libro que yacía sobre el colchón de su cama. En el papel, se encontraba una ilustración de una criatura similar al juguete de mono que lo había atacado a él y a Tara, pero en la imagen parecía más bien un diminuto ser desnudo, con extremidades largas y una boca enorme. Junto a la ilustración, había una especie de descripción que Hazel no pudo leer por completo, lo que aumentaba su curiosidad y ansias de conocer el contenido del libro.

Cansado de estar encerrado en su habitación y sin obtener ninguna respuesta sobre el libro, Hazel había llegado a la conclusión de que quedarse allí era una pérdida de tiempo. Había buscado desesperadamente en cada foro de internet relacionado con cosas paranormales y misterios, esperando encontrar alguna pista, pero nadie parecía tener información relevante. Frustrado, Hazel decidió pedir ayuda a la única persona en la que confiaba fuera de las paredes de su habitación: Tara.

Al volverse vio como un par de manos comenzaron a asomarse por el cristal de una de las ventanas, empujando y abriendo la ventana para entrar. En el marco, Tara se asomó con sus anteojos torcidos y una pequeña sonrisa en el rostro. Saludó a Hazel y dejó caer su mochila en el suelo. Durante la última semana, Tara había sido su única conexión con el mundo exterior, actuando como su informante y manteniéndolo al tanto de las noticias y eventos más recientes. No había sido reportado otro ataque semejante al suyo.

-Traje la tarea de la semana -anunció Tara una vez que estuvo completamente dentro de la habitación-. Creo que podría haber un examen de historia la próxima semana. ¿Cómo vas con eso? -preguntó, señalando el brazo herido de Hazel con un gesto de cabeza.

-Pues, estoy mejorando -respondió Hazel, aclarando su garganta antes de darse cuenta de algo-. ¿Por qué no has usado la puerta?

Tara dejó escapar una risa irónica y respondió con sarcasmo:

-Después de que me expusiste a un "perro rabioso asesino", a mis padres no les gusta mucho la idea de que su delicada hija visite al chico que provocó el incidente. Tiene mucho sentido, ¿no? En fin, ¿cómo vas con...?

Hazel interrumpió a Tara, sintiéndose frustrado y desesperado por todo lo que había ocurrido:

-Lo de haber visto a una mujer muerta y a un pequeño monstruo similar a un juguete que casi me arranca el brazo. ¡Excelente! Sobre todo porque para el resto del mundo, parezco estar volviéndome loco poco a poco. Y para empeorarlo, después de lo que pasó con esa cosa, no he vuelto a ver nada extraño en estos días -suspiró y pasó una mano por su rostro en un gesto de frustración-. Así que sí, estoy jodido.

Tara asintió en comprensión y se acercó a la cama, tomando asiento junto a Hazel.

-Ya veo -dijo Tara-. Bueno, para que veas que no te he abandonado después de todo lo ocurrido y como muestra de mi agradecimiento por salvarnos de esa criatura, he conseguido a alguien que quizá pueda ayudarnos a traducir el libro. ¿Te integras a las clases de nuevo mañana?

Hazel reflexionó por un momento y luego respondió:

-Ya los vendajes no son tan necesarios, así que eso creo. Pero quien ...? -Hazel comenzó a preguntar, pero fue interrumpido por Tara.

-No revelo la identidad de mis contactos -Tara sonrió misteriosamente, dejando a Hazel con intriga.

De repente, Tara se tiró al suelo exclamando un expletivo. Sorprendido por su comportamiento, Hazel se giró hacia la ventana, tratando de entender qué había sucedido. Del otro lado, vio a uno de los padres de Tara, el más rellenito, asomado por la ventana de la habitación de ella.

-¡Tara Walters, te he pillado! -gritó el hombre desde la otra ventana-. ¡Regresa en este mismo instante!

-Hola, Señor Walters, ¿cómo ha estado? -saludó Hazel, levantando su brazo lastimado en un gesto de cortesía.

-¿Cómo has estado, Hazel? Espero que estés mejor de tu brazo -el hombre medio sonrió, pero su expresión rápidamente se transformó en enojo-. ¡Tara! ¡Vas a estar tan castigada!

-¡Cristo! -bufó Tara cuando finalmente se puso de pie y se asomó por la ventana-. Ni siquiera puedo intentar romper las reglas.

-¡Vuelve! -ordenó el Señor Walters con autoridad desde la otra ventana.

-Creo que lo mejor será irme -le dijo Tara a Hazel, resignada-. No quiero que le dé otro ataque. Nos vemos mañana -Cuando trató de volver a salir por la ventana, Hazel le agarró la mano.

-Mejor usa la puerta -sugirió Hazel, con una mirada de preocupación y determinación en sus ojos.

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