Capitulo 1

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Parte 1: El Libro

Hazel observó con curiosidad el paisaje que se extendía más allá del letrero de bienvenida. Maddison Falls daba la impresión de ser un lugar misterioso y apartado del resto del mundo.
Desde el asiento trasero del vehículo, se asomó por la ventanilla y pudo ver cómo los enormes árboles bordeaban la carretera, creando un maravilloso túnel verde que decoraba la escasa luz que intentaba adentrarse en el espeso bosque. Era como si el pueblo estuviera protegido por una barrera natural hecha por los  majestuosos árboles.

-Todo bien, cariño? -preguntó una de sus madres desde el asiento del conductor, mirándolo a través del retrovisor.

Hazel se encogió de hombros y acomodó un mechón de pelo que le caía sobre la frente. Volvió su atención hacia la ventanilla, sin estar seguro de cómo se sentía realmente. La relación con sus madres era complicada, ya que una era maestra de primaria y la otra, psiquiatra. A veces, se sentía más como un alumno o un paciente que como un hijo. No era la situación ideal para un chico de diecisiete años.

Aunque sus respuestas solían ser encogerse de hombros y mantenerse en silencio, sus madres siempre parecían saber lo que pensaba.

-Parece ser un lugar agradable -añadió su madre, Amelia Thompson, quien sostenía el volante con ambas manos. Era una mujer de piel morena y caderas anchas, dedicada a educar a los más pequeños.

En el asiento del acompañante se encontraba Janet Lancaster, alta y rubia, especializada en psiquiatría. La cual resultó ser el motivo principal de su inesperada mudanza, ya que había conseguido un importante puesto en el hospital psiquiátrico de Maddison Falls.

Para mostrar su incondicional apoyo, Amelia no dudó en solicitar ser transferida a la escuela primaria del pueblo.

Mientras tanto, a Hazel solo le quedó encogerse de hombros y aceptar lo que le tocaba. Nadie le había preguntado su opinión sobre cambiar de escuela a mitad de año y dejar todo lo que conocía atrás.

Cuando Hazel volvió la mirada al frente del camino, se dio cuenta de que su madre ya había estacionado en lo que parecía ser la entrada de su nueva casa. Dos enormes árboles cubrían el frente, pero aún así dejaban entrever las dos grandes ventanas de la segunda planta. La fachada de la casa parecía haber perdido su esplendor, ya que no había recibido una mano de pintura en mucho tiempo.

Al bajar del auto, Hazel notó cómo la maleza había reclamado la mayor parte del jardín. Parecía que nadie había estado cuidando la casa en un buen tiempo.
Y por un instante, Hazel tuvo la sensación de que la casa se veía más imponente de lo que realmente era. Fue en ese momento cuando una brisa fría lo envolvió, haciéndole estremecer.

Unos minutos después, Hazel ayudaba a bajar el equipaje del auto mientras esperaban la llegada del camión de mudanza. Mientras llevaba una caja con algunas de sus pertenencias hasta el porche de la casa, volvió a sentir aquel escalofrío recorriéndole la nuca. De repente, esa sensación pareció transformarse en un desgastado susurro. Hazel sacudió la cabeza, tratando de deshacerse de esa extraña sensación, y continuó llevando las maletas.

Pero cuando regresó al porche con las maletas en la mano, su expresión se congeló al ver lo que había frente a él. La puerta principal de la casa se abría lentamente, acompañada por un escalofriante chirrido. En el umbral de la puerta se formó una oscura figura retorcida, con articulaciones en brazos y piernas que parecían estar hechas de goma. Cada movimiento era seguido por un inquietante chasquido de huesos. Un viscoso líquido negro brotaba entre los tablones de madera del piso.

Hazel se encontraba paralizado, incapaz de ordenar a sus piernas que se movieran. Ni siquiera podía encontrar el grito que tenía atrapado en la garganta. Mientras permanecía inmóvil, la oscura silueta avanzaba lentamente, lo suficiente como para que la luz del día iluminara una demacrada y pálida mano.

Bienvenidos a Maddison FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora