TONI

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Yo llevo un par de tartas y mi hermana los termos con las infusiones para los abuelos. Al entrar en la resi, me da alegría encontrarme con Aitor como nuevo enfermero en la plantilla. Cora y él estudiaban juntos y se convirtieron en inseparables durante años. Tanto, que yo creí que acabarían siendo pareja, pero los estudios superiores los separaron hasta perderse la pista. Cosa que me extrañó por la relación que tenían. Cuando la pregunto a Cora por ello, nunca quiere hablar de ello, alegando que está ocupaba o que no es el momento. Mi relación con él siempre fue muy buena aunque no tan estrecha como la de ellos.

Me quedo observándolos unos instantes y veo cómo ambos se miran y se quedan callados. A Cora le tiemblan un poco las manos por el suave tintineo de los termos y a Aitor se le abre ligeramente la boca en un gesto de sorpresa.

— ¡Cora Toni!—su tono es suave sobre todo al decir el nombre de mi hermana.— ¡Qué sorpresa!

— ¡Aitor, tío! ¿Cuánto tiempo?—rompo un poco el hielo porque veo que Cora se ha quedado muda y Aitor casi.

—Ya te digo. Un montón. ¿No me digáis que sois vosotros los que venís los miércoles? Por aquí me han puesto al corriente.

—Pues sí. Y qué sorpresa encontrarte aquí.

—Empecé el lunes.

—Hola Aitor—acierta a decir de pronto mi hermana con voz tímida.

—Hola Cora—contesta él con una sonrisa también un poco tímida.

<< ¿Qué les pasaría a estos dos en su momento? >>

Momento de pausa incómoda que decido romper mientras estos se miran con vergüenza.

—Bueno, vamos a ver si llevamos todo esto al salón y Aitor, a ver si retomamos.

—Por supuesto, eso está hecho.

Los abuelos nos reciben con la alegría de siempre y veo que a Cora le cuesta un poco recomponerse, pero lo consigue, o si no, lo disimula muy bien. Hoy es el cumpleaños de Aurelia y después de acicalarla con un sombrero, una cinta como las de las damas de honor y un poco de maquillaje que le pone Cora, la cantamos el cumpleaños feliz a través del micrófono inalámbrico que ha traído mi hermana.

Aitor no ha aparecido mucho por el salón a lo largo de la tarde, pero cuando Cora agarra el micrófono de nuevo, le veo que se apoya en el marco de la puerta con las manos en los bolsillos y la observa con una sonrisa de admiración como cuando la miraba antaño. Me da la sensación de que estos dos tienen una conversación pendiente.

Ya fuera, decido preguntarle a Cora.

—Una sorpresa encontrarnos con Aitor, ¿verdad?

—Hum.

Veo que sigue tan cerrada como siempre.

—Sabes que fuese lo que fuese puedes contármelo, Cora. Yo no voy a sacar juicios de nada.

—Pero yo no quiero hablar de ello.

—Pues tal y como os habéis mirado, creo que vas a tener que ha-cerlo aunque sea solo con él.

—No creo que tengamos mucho de qué hablar.

—A mí no me engañas, Cora.

—Bueno, ya hemos llegado. Gracias por acompañarme.

—Disimula, enana, pero deberías hablarlo para sentirte mejor.

—¿Quién dice que me siento mal? Y, por cierto, mira quién habla. El que lleva en silencio lo que le pasa.

—Que no has estado cómoda se veía a la legua. Si hasta te has quedado muda, tú que eres una cotorra. Y lo mío es pasajero.

—Pues ya está. Tú no sueltas prenda y yo tampoco.

— ¿Si te digo lo mío me cuentas lo tuyo?

—No.

—Pues nada entonces.

— ¿Qué necesidad hay de remover el pasado? Aquello pasó hace mu-

cho.

—O sea, que pasó algo.

—No pasó nada, Toni. Y en cualquier caso, ¿qué más da después de todos estos años?

—Pues me gustaría que quedásemos los tres y nos pusiéramos al día y es muy probable que salgan cosas de hace años.

—Bueno, todavía no hemos quedado.

—No, pero le verás todos los miércoles. ¿Eres consciente, verdad? Si hay algo que tengáis que resolver, creo que va a ser más que inevitable.

Su cara de que tengo razón no se hace esperar, pero la de fastidio tampoco. Después de una breve pausa en la que ella se queda mi-rando a un punto fijo un rato, cambia de tema de golpe.

—Oye, Toni. He pensado que sería buena idea que te vinieses a la tetería con el portátil y trabajases desde allí en lugar de hacerlo desde casa. Igual todos los días no te apetece, pero de vez en cuando podría estar bien. Así, pasaríamos más tiempo juntos. Siento que última-mente te he dejado un poco abandonado y te echo de menos, pero no me dan las horas.

—La verdad es que yo también te he descuidado. Y más por lo que estás pasando después de lo de Jaime.

—Tú no me has descuidado para nada. Me has telefoneado y mandado mensajes de ánimo todos los días sin fallar uno. Has conseguido que adore a Mr. Wonderful.

—Pero te han faltado mis abrazos de gigante.

—Esos sí que los he echado de menos. Piénsatelo.

—Me lo pensaré—Y la guiño un ojo con una sonrisa.

Esta tarde me ha venido fenomenal, la verdad. Estar con Cora me da vida. Su entusiasmo y alegría no solo contagia a los mayores y al personal de la residencia, también a mí. Todo el mundo la quiere y no es para menos. Es todo corazón además de divertida y enérgica. Es incansable y nadie diría que esté atravesando el mal trago de su ruptura. Adoro a mi hermana. De no ser por ella, mi vida no sería como es.

¿Desayunas conmigo?Where stories live. Discover now