Capítulo 2

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Quinn Arson no era el tipo de mujer que buscara tener una relación de una noche. Ella era el tipo de mujer que gustaba de crear vínculos más personales, conocer primero a la persona, si era posible comenzar una relación y luego llegar al punto de compartir la cama con alguien. A sus 37 años apenas había tenido dos relaciones formales, cada una de más de cinco años de duración.

Por ello, se sorprendió cuando despertó a las siete de la mañana, en una cama que no era la suya, cubriendo su cuerpo desnudo con unas sábanas azules. A su lado, podía escuchar la respiración calmada del hombre que le invitó una pizza la noche anterior.

Quiso levantarse de la cama, pero en ese momento, el pesado brazo de Benedict le rodeó la cintura. A un lado encontró su celular, lo desbloqueó y se topó con más de treinta mensajes de Kim y al menos unas diez llamadas de ella.

—¿Tu amiga está molesta? —susurró Benedict, aunque su voz ronca logró asustarla un poco y romper con el ambiente calmado de la habitación.

—Creo que sí —habló Quinn en un susurro al tiempo que pudo sentarse.

Hasta ese momento Quinn se detuvo a ver la habitación en donde estaba. De las paredes azules colgaban un par de cuadros, frente a la cama había un gran televisor y un mueble vacío.

Benedict también se sentó a su lado.

—Entonces, ¿esto realmente sucedió? —preguntó Quinn.

Benedict pudo ver que la cara de la chica enrojeció.

—Sí, parece que sí —respondió él.

Quinn jaló más la sábana para taparse,

—Yo..., yo no hago estas cosas —lo dijo más para sí que para Benedict.

—Yo... —Benedict no sabía qué decir, él lo había hecho varias veces antes de conocer a Bella—. Lo siento, no debimos haber llegado a este punto...

Quinn de repente se acordó de parte de la plática que tuvo con Benedict la noche anterior, y de inmediato se alarmó.

—¡Dijiste que te estás divorciando! —Quinn salió de la cama y buscó su ropa.

—Sí...

—¡Y estamos en tu casa! —Quinn se puso su blusa mientras sentía que se le saldría el corazón del pecho.

Benedict la vio vestirse apresurada.

—Sí, pero tranquila, mi... esposa —sintió un hueco en el estómago—, ella no está aquí. Hace unos meses que nos separamos y yo vivo solo aquí.

Quinn se sentó de nuevo en la orilla de la cama y suspiró tratando de calmar su acelerado corazón.

—En serio, no soy así —dijo Quinn de nueva cuenta y negó varias veces con la cabeza.

Benedict se acercó a ella y se sentó a su lado.

—Lo sé, Quinn. Lo que pasó anoche fue... inusual. Pero para serte sincero... no me arrepiento.

Quinn lo volteó a ver, los ojos de él brillaban, no parecía sentir algún tipo de remordimiento por lo sucedido. Ella pensó que era lógico, al final estaba por divorciarse...

Benedict tomó la mano de ella para darle un poco más de tranquilidad.

—Yo... no sé qué pensar de anoche —Quinn volteó a ver sus manos entrelazadas.

—Entiendo... Dame un momento, no tardo —Benedict se cambió rápido y salió de la habitación.

Quinn terminó de cambiarse, peinó su cabello con una pequeña trenza. Luego envió un mensaje a su amiga.

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