Lo abrazaba y la mayoría de las veces Roland lo dejaba, pero nunca se regresaba para abrazarlo de regreso.

Luego estaban las veces en las que no lo dejaba y esas eran las que más dolían. No habían sido muchas, pero quedaban marcadas al rojo vivo en su mente. La primera había sido el segundo sábado después de los exámenes. 21 de agosto.

Habían regresado de bañarse (otra experiencia que se había vuelto muy incómoda entre ellos) y después de preparar la cena, Roland le había informado que iría al baño y no había regresado. Peter había esperado unos diez minutos antes de ir a buscarlo y había encontrado la letrina vacía. Su primer pensamiento (dadas las circunstancias) era que lo había abandonado.

Entró en pánico de inmediato y recorrió las calles de los alrededores, esperando ver cualquier señal de que todavía estaba cerca, pero no solo no lo vio, sino que el ambiente nocturno de Spitalfields terminó demostrándole porque Roland no quería que anduviera solo de noche. Se regresó antes de que intentaran robarle y espero despierto con el corazón en la garganta.

El miedo de que no volvería nunca más lo mantuvo en vela toda la noche, porque lo creía muy capaz de simplemente desaparecer sin siquiera llevarse sus cosas, porque cuando Roland estaba angustiado era impulsivo y auto-destructivo. Y si realmente se había marchado, supo que no había forma de que pudiera encontrarlo. No en la inmensidad de Londres.

Para su fortuna, Roland si regresó, en la madrugada cuando estaba por asomar el sol, pero por desgracia, estaba ebrio. El olor a whisky le llegó incluso desde el otro lado de la habitación y cuando se puso de pie para recibirlo y lo notó, permaneció estático en el lugar, observándolo.

Roland lo ignoró, tropezó hasta la cama de Muffin en el suelo y se acostó a su lado donde durmió hasta la hora de misa.

Esa fue la primera vez que se embriagó y le siguieron dos más durante la semana y luego de nuevo el sábado por la noche. No podía evitar pensar en las veces que le había contado como solo bebía cuando estaba triste, pero como ya casi no hablaban, tampoco podía preguntarle al respecto y le frustraba.

No quería que su amistad se arruinara por las cosas que eran incapaces de explicar y odiaba estar lejos de él y sentirse tan...Tan vacío. La realidad era que...Lo necesitaba y no como un amigo. Quería su consuelo porque en sus brazos se sentía seguro, cómodo y feliz, porque no necesitaba ser fuerte y perfecto todo el tiempo, para que Roland viera la belleza en él y lo apoyara. A su lado podía ser vulnerable, podía ser inmaduro y caprichoso, podía ser todas esas cosas de las que normalmente se avergonzaba y Roland siempre lo miraría con una sonrisa y le pellizcaría la punta de la nariz, bromeando acerca de lo bonito que era.

Y le encantaba cuando hacía eso, cuando lo halagaba o lo miraba a los ojos como si fuera lo más hermoso que hubiera visto nunca. Le encantaba sentirse querido por él y pensar en él como algo más...Más que un amigo.

El viernes 10 de septiembre por la noche, volvían a estar acostados en la cama para dormir, pero Roland le daba la espalda y Peter llevaba quince minutos mirando su nuca.

—Mañana...Mañana debo ir a buscar mis notas —susurró y Roland se acomodó sin girarse hacia él—. ¿Me acompañará después del trabajo?

—Sí.

—Estoy muy nervioso —confesó y no era mentira, aunque solo lo decía con la esperanza de que se girara y lo consintiera un poco—. No sé si pueda dormir...

—Respire hondo y cierre los ojos.

—Pero... ¿Me puede a...abrazar?

Roland abrió los ojos, fijando su atención en la pared y suspiró. A veces quería odiarlo por ponerle las cosas tan difíciles, pero sabía que nunca podría. Estaba loco hasta los talones por él.

Vidas Cruzadas El ciclo. #4 EN DESARROLLO +18. BORRADORWhere stories live. Discover now