tal vez en otra vida

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Pov Sofía

Mientras me ajusto la chaqueta del traje frente al espejo, siento el peso de cada decisión que nos ha llevado hasta aquí. Mis manos tiemblan y una lágrima se escapa, desafiando el esfuerzo meticuloso que puse en mi maquillaje esta mañana. Todo estaba destinado a ser perfecto; después de todo, Alejandra y yo nos enamoramos cuando solo teníamos 15 años. Nunca imaginé que estaríamos aquí, a los 28, firmando papeles para deshacer lo que una vez prometimos sería para siempre.

Observo mi reflejo, buscando rastros de aquella joven que estaba tan segura del amor eterno. Pero lo que veo es a alguien devastada, una sombra de aquella. Nuestro matrimonio, una vez lleno de risas y planes compartidos, comenzó a desmoronarse el día que Ángela desapareció. Su ausencia dejó un vacío imposible de llenar, y aunque buscamos en cada rincón, jamás volvimos a saber de ella. El estrés y la tristeza nos consumieron, y lo que solía ser conversaciones sobre sueños y proyectos, se convirtió en discusiones y silencios incómodos.

Hoy, mientras me preparo para ver a Alejandra probablemente por última vez en un contexto tan íntimo, no puedo evitar sentir que estoy también despidiéndome de una parte de mi vida que nunca volverá. Ajusto mi corbata y me obligo a respirar hondo. Aún la amo, eso es indudable, pero hemos llegado a un punto donde el amor no es suficiente para curar las heridas que nos ha dejado la vida.

Doy un último vistazo al espejo antes de salir de la habitación. Sé que este paso es necesario, pero eso no facilita las cosas.

Arranco el auto y justo en ese instante, la radio decide jugar una de esas crueles coincidencias del destino. "Aprender a quererte" de Morat inunda el espacio, una melodía que una vez fue el himno de Alejandra y mío. Las lágrimas, hasta ahora contenidas con gran esfuerzo, comienzan a desbordarse. Cierro los ojos por un momento, dejando que la canción me envuelva, recordando el día que bailamos abrazadas en nuestra boda, prometiéndonos un amor eterno.

Isabella, nuestra pequeña, con sus ojos llenos de confusión y tristeza, había implorado la noche anterior que reconsideráramos, que no permitiéramos que nuestra familia se rompiera. "¿No podemos intentarlo un poco más?", sus palabras resonaban en mi mente, añadiendo peso a mi ya abrumado corazón. Pero Alejandra y yo sabíamos la verdad dolorosa: aunque Ángela apareciera milagrosamente, las fracturas en nuestro matrimonio ya eran demasiado profundas para reparar.

Conduzco a través de las calles, cada nota de la canción aguijoneando mi corazón con recuerdos de tiempos más felices. Es extraño pensar cómo una canción puede convertirse en el mapa de un amor que ya no existe de la misma manera. Respiro hondo, tratando de componerme, sabiendo que debo enfrentar lo que viene con la mayor fortaleza que pueda reunir.

Llegar al despacho del abogado parece tomar una eternidad y, al mismo tiempo, sólo un instante. Apago la radio, cortando la cadena de recuerdos, y me quedo sentada en el auto un momento, tratando de reunir el coraje para entrar. Hoy marca el final de un capítulo de mi vida, pero de alguna manera, debe ser el comienzo de algo nuevo. Para mí, para Alejandra, y más importante, para Isabella, quien aún necesita que seamos fuertes, aunque ya no estemos juntas.

Al entrar en el despacho del abogado, mis ojos inmediatamente encuentran a Alejandra. Está de pie, junto a la ventana, mirando hacia fuera, pero al oír la puerta se vuelve hacia mí. Nuestros ojos se encuentran y es como si todo el ruido del mundo se apagara, dejando solo nuestros recuerdos compartidos llenando el silencio entre nosotras.

Trece años juntas. Los recuerdos llegan en oleadas-las sonrisas tímidas de nuestros primeros días en el instituto, los nervios de nuestra primera cita, el alivio y la alegría al descubrir que el sentimiento era mutuo. Recuerdo el apartamento diminuto al que nos mudamos cuando cumplimos dieciocho, lleno de sueños y proyectos de bricolaje que nunca terminamos. El anillo torpe que puse en su dedo a los diecinueve, y la boda un año después, prometiéndonos el mundo entero.

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