XII

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Era una mañana calurosa como cualquier otra, era un clima que predominaba en Flebernem, con poca frecuencia se podía percibir una ligera brisa y los días lluviosos eran casi inexistentes. Aunque lo que sí debería ser una concurrencia y no sucedía, eran los días soleados, después de todo, estamos hablando de la nación del fuego, y eso se debe a que en Flebernem nubes de hollín circulan por los cielos permanentemente.

En un pueblo a las afueras de la capital de Flebernem, una acogedora cabaña era el hogar de un pequeñe niño, quien aún no sabía la desgracia que el destino le tenía preparado tanto para él como para su familia. A pesar de que la pobreza reinaba en toda la nación, sus padres se encargaban de que al pequeño niño no le faltara nada, en especial el amor, siempre fue un pequeño adorado, el único consentido por sus progenitores, por lo que, a pesar de vivir rodeado de una situación precaria, eso no le afectaba en lo más mínimo con tal de que los tuviese a ellos para brindarle ese amor incondicional para seguir adelante.

Era una familia que se dedicaba a la producción de carbón vegetal, un oficio noble, poco retribuido en la nación del fuego, pero bien pagado por otras naciones. Sin embargo, la familia real Zavettieri era la controladora de todos los bienes de la nación, una autocracia que controlaba toda la economía del país y que dejaba con pocos beneficios a sus pobladores, por lo que esa familia no podía gozar de su trabajo.

Un día como cualquier otro, el pequeño se encontraba ayudando a su padre quemando trozos de tronco y poder producir así el carbón del cual vivían, pero un fuerte estruendo que provenía desde la entrada de su casa interrumpió sus labores y sin dejar pasar un segundo más se dirigieron al interior de su hogar. El niño se quedó petrificado en el umbral de la cocina mirando la macabra escena, pues su madre estaba rodando por el suelo intentado apagar las llamas de su cuerpo mientras soltaba gritos desgarradores, su padre desesperado acudió a su rescate, intentó someter las llamas con su pyrocontrol, pero fue inútil, ya que no se trataban de llamas cualquieras, sino de las llamas divinas, un fuego blanco y escarchado, el cual se teñía en su base de un color carmesí cuando asesinaba lentamente a sus víctimas.

—¡Detente, prima, por favor! ¡No te hemos hecho nada...! —exclamó su padre, pero sus gritos se vieron interrumpidos por un alarido cuando en su rostro se manifestaron esas llamas blancas.

—¡¿Cómo te atreves a llamarme prima?! ¡Además a darme órdenes y a tutearme?! —gruñó una joven chica, quien llevaba en su cabeza una diadema rodeada de rubíes—. ¡Esto es solo el comienzo, asquerosa alimaña!

El pequeño niño no podía mover ni un musculo, el miedo lo mantuvo congelado mientras presenciaba como sus padres eran calcinados, la tétrica carcajada de aquella chica no hacía más que afianzar ese terror, evitando que pudiera ayudar a sus amados y queridos padres, por un segundo despego la mirada de sus progenitores y la posó sobre aquella malévola mujer que le estaba arrebatando la felicidad, lo único que lo hacía tan feliz en ese precario pueblo.

La joven princesa le dedicó una furtiva mirada y el niño quedó pasmado ante aquella hermosa pero pérfida sonrisa.

—Pobre niño, debes estar preguntándote: ¿por qué esta extraña mujer vino a mi casa a matar a mis padres? —dijo con una voz tierna, pero luego estalló en una carcajada maniática—. Esto es lo que le hacemos a los traidores a la corona, a exmiembros de nuestra familia.

—No... entiendo... familia —comentó el niño con mucho esfuerzo, conteniendo el llanto.

—Tus padres eran miembros de la familia real y unos malditos rebeldes, eran parte de un grupo de antisociales que querían derrocar a la gran familia real Zavettieri y arrebatarnos nuestro poder —caminó en su dirección y se arrodilló frente a él para acariciarle su rojo cabello—. Pero eres muy pequeño como para entenderlo y no es tu culpa haber nacido de una unión de alimañas.

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⏰ Last updated: Apr 16 ⏰

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Linaje Bastardo (N.H #2)Where stories live. Discover now