CAPITULO VIII. Oportunidades.

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"Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo".

Filipenses 1:6.

Antes de que Iris pudiera tan siquiera pensar en salir en busca de la doctora, como obra de Dios, la misma se abrió paso por la entrada de la sala de emergencia, al parecer se encontraba allí por motivos de un par de revisiones de rutina que tenía pendiente con unos pacientes, por lo cual su visita no duraría mucho.

-Esa es la doctora -le indicó mi tía a Iris-, aprovechemos para hablar con ella.

-Rápido, vamos a seguirla.

-¡Doctora Torrealba! Disculpe, necesitamos hablar con usted un momento.

La doctora Torrealba era una eminencia de la medicina aquí y en cualquier lugar que se parara, tenía años trabajando, así que era normal verla rodeada de médicos, pacientes y todo tipo de personas quienes no dudaban ni un segundo en hacerle preguntas o consultas sobre temas específicos. En esta ocasión no sería diferente, por lo tanto Iris, como mi tía, debieron abrirse paso entre la multitud para tener un acercamiento hacia ella.

-Disculpe, sé que debe estar muy ocupada, pero necesito que mire a mi sobrino.

-¿Qué tiene? -preguntó de inmediato.

-Está muy mal, es diabético y no ha querido reaccionar, por favor, tiene que ayudarnos -imploró.

-Deme unos minutos, tengo que hacer unas revisiones en el piso de arriba, pero ya vuelvo, solo deme tiempo.

¿Tiempo? Era justo eso lo que no nos sobraba, ya mis órganos estaban en estado crítico y si no era atendido a la brevedad posible, era seguro que ya no aguantaría más. Ya la mañana había llegado, y poco a poco la sala de emergencias se iba llenando de personas que preocupados, buscaban cualquier tipo de información sobre mí, el personal del hospital se encontraba realmente sorprendido por todo lo que estaba sucediendo, muchos se preguntaban que quien era yo, y el motivo por el cual estaba recibiendo tanta atención. Con cada minuto que pasaba, más y más personas se acercaban al hospital, todos con la intención de brindar su apoyo en estos momentos tan devastadores.

-Por favor, necesito que despejen el lugar -dijo el portero del hospital-, hay demasiadas personas y los médicos necesitan espacio para trabajar.

Aun con las indicaciones de aquel noble trabajador, las personas seguían haciéndose presentes en el lugar, muchos se quedaban afuera por respeto, otros entraban y salían de inmediato al ver el estado desfavorable en que me encontraba, Reyli por su parte, desde que llegó al hospital no se despegó de mi lado, tomándome la mano y orando fervientemente por mí

-Tú vas a salir de esta, tienes que ser muy fuerte -susurraba constantemente.

-Muy bien, veamos al paciente -dijo la doctora Torrealba abriéndose paso entre las personas que llenaron aquella sala-, ¡Dios mío! -exclamó sorprendida-, ¿Cómo es posible que hayan permitido que esta persona llegara a estas condiciones?

Rápidamente dio un par de indicaciones al personal de guardia para que me administraran una serie de medicamentos para contrarrestar mi deplorable estado de salud.

En cuestión de segundos ella había logrado dar con un diagnóstico certero, algo que no pudieron hacer los demás durante toda la madrugada.

-Ahora toca esperar cómo reacciona y rogar porque no sea demasiado tarde, necesitamos hacer unos exámenes de sangre y orina para verificar sus valores y también debemos tomarle constantemente sus niveles de azúcar para asegurarnos si salió del coma.

-Tenemos un problema -dijo mi hermana, quien para ese entonces era la principal encargada de hacerme las mediciones-, se están acabando los repuestos.

-¿Ahora que vamos a hacer? -preguntó mi madre preocupada.

-Yo puedo comprarlos -dijo Vanessa, un ángel que apareció de pronto y que no paró de hacer esfuerzos por mí, aun sin conocerme lo suficiente.

-¿Estás segura? -le preguntó Reyli-, no tienes por qué hacerlo.

-Sí, quiero ayudar en lo que pueda.

A partir de ahí no paró de hacer esfuerzos por mi cada vez que podía, comprando cada cosa cuanto era solicitada, o poniéndose a disposición de movilizarse si hacía falta. Las siguientes horas fueron cruciales para mí, ya la parte médica había hecho su aporte y solo quedaba esperar a ver cuál era mi reacción, durante todo este proceso, mi corazón, mis pulmones, mis riñones y mi cerebro habían sido afectados peligrosamente, puesto que estaban trabajando a toda máquina con la poca vitalidad que les quedaba para mantenerme con vida, así que era normal esperar que recibieran algún tipo de daño.

Ciertamente, los doctores no ponían muchas esperanzas en mi recuperación, pero aunque la ciencia me daba un 99% de probabilidades de no salir con vida, Dios puso un 1% a mi favor, y eso fue más que suficiente. Después de horas llenas de angustias, incertidumbre, ruegos y súplicas por mi vida, finalmente logré reaccionar el día viernes aproximadamente a las 11 de la mañana, y a pesar de que todos mantenían la esperanza de que yo despertara, no eran capaces de creer que lo había hecho. Debo aprovechar para decir que no recuerdo nada acerca de ese primer nuevo contacto con el mundo, sobre todo porque apenas duró unos pocos instantes, hasta que nuevamente volví a caer rendido en un profundo sueño.

Esta experiencia me enseñaría una lección muy valiosa, y es que a pesar de que intenté atentar con mi vida, y que curiosamente mi vida intento atentar contra mí, Dios estuvo en control durante todo este tiempo, su soberanía se manifestó en cada paso y cada proceso y si hoy estoy aquí, contando esta historia, definitivamente es gracias a Él. Por supuesto no puedo dejar de lado a todas las personas que estuvieron ahí, abrazando a mi familia en el dolor y la desesperación de no saber lo que iba a pasar, y aunque me gustaría nombrarlos a todos, no quiero cometer el error de que alguien se me pase por alto. La verdad es que no tenía conocimiento de que era tan importante para tanta gente, y agradezco que se hayan aferrado a mi vida de una manera tal que yo nunca hubiera podido. Una frase quedará para siempre guardada en mi memoria: "Todo va a estar bien", y junto con ella una realidad que permanecerá en mí hasta el día de mi muerte, Jesucristo me mostró el camino a lo que yo creía que era un callejón sin salida.

"Dios me devolvió la vida, y ustedes, las ganas de vivirla"

Callejón sin salida.Kde žijí příběhy. Začni objevovat