CAPITULO II. La concepción de una... ¿Mala idea?

Comenzar desde el principio
                                    

—No puedes acostarte sin comer, no es sano.

—¿Sano? Qué más da si es sano o no ahora que tengo que vivir con esta maldita enfermedad —repliqué.

—Justamente por eso, aún no sabemos cómo debemos tratarla, así que debemos poner de nuestra parte.

—Claro, para ti es fácil decirlo, tú no eres a quien le diagnosticaron diabetes.

Mamá calló por unos instantes. Se que mis palabras no habían sido las mejores, y que en otra oportunidad habría recibido una fuerte contestación de su parte. Sin embargo, creo que en ese momento ella intentaba entender cómo me sentía, aunque ni yo mismo era capaz de hacerlo.

—Entiendo que te sientes frustrado, pero nadie tiene la culpa sobre lo que está pasando, te aseguro que los que estamos aquí solo queremos hacer lo mejor para ayudarte —finalizó.

Después de esa conversación con mamá, no volví a hablar con nadie hasta el día siguiente. Podía observar los intentos de mis hermanas para hablar sobre el tema sin que me sintiera presionado, y las miradas del resto de mi familia me lo decían todo: Estamos preocupados por ti.

—Si quieren preguntar algo deberían hacerlo y ya, en lugar de estar generando estos momentos tan incomodos —dije tajante.

—¿De ahora en adelante vas a tener esa actitud, o es solamente hoy que amaneciste de mal humor? —reprochó mi hermana mayor.

No tuve respuesta para esa verdad tan cruda, simplemente agaché mi cabeza, tomé el plato de comida que estaba servido y me devolví a mi cuarto.

Estando solo en mi habitación fue inevitable que me detuviera a reflexionar, y fue allí cuando vinieron a mi mente las palabras citadas por mi madre la noche anterior. "Nadie tiene la culpa sobre lo que está pasando". Estaba casi totalmente de acuerdo con ella, solo que había un pequeño detalle, si había un culpable, y ese era yo. Al menos eso es lo que he pensado desde que me diagnosticaron, porque estoy seguro de que, si hubiera notado las señales, si hubiera sido responsable de lo que comía, si hubiera tenido un poco más de respeto por mí mismo, las cosas serían diferentes. Aunque también entiendo que el "si hubiera" no existe, y que al final pasó lo que tenía que pasar.

—Hola, ¿Puedo pasar? —preguntó mi hermana menor—, solo quiero un poco de papel higiénico.

—Claro, no hay problema —respondí.

—¿Cómo te sientes?

—¿Respecto a mi vida, o al hecho de que ahora en adelante tendré que cargar con esta cruz para siempre?

—Solo quería saber cómo iba tu día —respondió desconcertada.

—Perdón, es solo que... No está siendo fácil.

—No creas que lo es para ninguno de nosotros, estamos tratando de ponernos en tus zapatos y de buscar la forma de ayudarte a entender esto, pero no nos la pones muy fácil que digamos —alegó.

—Lo sé —dije apenado—, trataré de mejorar mi actitud.

—Deberías empezar disculpándote con mamá, no sabes lo mal que la está pasando con todo esto. Te aseguro que, si estuviera en sus manos, haría lo posible por ser ella quien estuviera en tu lugar.

Mentiría si dijera que ese día fui a hablar con ella, de hecho, pasaron un par de días más hasta que pon fin me decidí a hacerlo.

Mi relación con mi madre hasta ese momento había sido... Complicada.

Ambos teníamos caracteres similares, lo que hacía que tuviéramos choques de personalidad la gran parte del tiempo. Sin embargo, creo que después de que fui diagnosticado, mi relación personal con ella, y con el resto de la familia, había cambiado para mejor. Al menos algo bueno dentro de todo este quilombo.

Callejón sin salida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora