12. Miel en el hielo

Start from the beginning
                                    

Ella llevará mi hijo, solo ella.

Después se irá, la dejaré ir. En mi pecho se oprime algo, se revuelve con la sola idea de pensarlo. Ya lo prometí e incluso está escrito en el contrato no puedo romperlo, se lo voy a cumplir.
Me quedaré solo con el hijo que tendrá y ella se irá.

El guía que nos llevará nos saluda y nos dice unas cuantas palabras, nos lleva al auto en el que nos transportaremos.

—Que frío hace, ya lo extrañaba un poco —se frota sus brazos ya dentro del auto.

—A dónde iremos hará más —lleva una bufanda que tapa su cuello.

—Supongo que el lugar es lindo —la veo sonreír.

Pasa su mano por su cabello, reluce el anillo de casada, me dan ganas de sonreír y no se porque.

—Lindo, se queda corto.

Aún nos queda por recorrer camino hasta llegar al pueblo donde nos alojaremos.

Mientras avanzamos Alessia se dedica a ver por la ventana viendo toda la nieve que hay por el lugar.

Un poco más tarde estamos entrando en le pueblo de los Sami o mejor conocido como el pueblo de Papá Noel.

—Hay mucha nieve, es hermoso —se estaciona el auto cerca de donde nos alojaremos.

—Aún falta que veas donde nos quedaremos esta semana —la veo ansiosa—. Bajemos para que veas todo.

Me apuro en bajar más rápido que ella para rodear el auto y abrir la puerta por ella para ayudarla a bajar.

—Quiero que veas esto —la jaló para guiarla.

Caminamos un poco más para adentrarnos. Todo está teñido de la nieve.

—Ahora sí puedes verlo —se señaló para que vea lo que hay enfrente de nosotros.

Ante mis ojos es bello, mis ojos quedan fascinados por aquello que veo. Ver a Alessia observar el lugar me da mil años de vida.

—Esto es hermoso —una sonrisa muy enorme aparece en sus labios—. Es un iglú.

—Ahí pasaremos una semana entera —le recuerdo—. ¿No te gusta?.

—Que si no me gusta, me encanta. En mi vida me imaginé estar dentro de un iglú —ahora es ella quien toma de mi mano, me jala para caminar—. Yo quiero verlo de adentro.

El hombre nos guía a nuestro iglú.

Llegamos frente a uno, es grande y tiene lo necesario. Nos entregan la llave para ingresar, las maletas ya están en la puerta.

Abro con cuidado la puerta.

—¿Ya has visto el techo?

—Lo he hecho, seguro nos dará unas vistas tan espectaculares —dejó que pase ella primero—. Adelante.

Adentro hay lo necesario, una mesita con un par de sillones, un baño, unos muebles para colocar la ropa y una cama.

El heredero Bouffart Where stories live. Discover now