11. Dulce unión

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Alessia

8 de octubre

Esta mañana Scarlett a salido, esta vez me que he quedado sola. Adrien está en su trabajo.

Estamos a unos días de la boda, solo me agarran unos nervios. He estado viendo mi vestido de novia más veces de las que me gustaría admitir.
Es tan hermoso que no puedo apartar la mirada de el.

Adrien había pedido ver el vestido y su mejor amiga le dio un manotazo y lo regañó por pedir tal cosa. Solo recuerdo que le dijo que era de mala suerte, una tradición de las personas la verdad yo nunca la escuché en mi vida, viví más en una burbuja en el orfanato.

Salir del lugar de acogida me abrió los ojos en muchos aspectos, había muchas cosas que yo desconocía.

Hace unos días encontré en unos de los muebles de la sala una libreta y unos plumones, rojo y negro que seguro serán de Adrien. Me atreví a tomarlos para pintar un poco, los he escondido muy bien para que nadie los vea.

Ahora que no hay nadie aprovecho en sacar el cuaderno, hace dos días me quedé sola como hoy y le di vuelo a mi imaginación y pinté el río Sena.
Simulé unas sombras en aquel barco donde me llevó, fue una noche tan especial e inolvidable que necesita plasmarla, lo intenté ya que con un solo color pierde esa diversión y más ganas de ser apreciado.

Hoy coloco una hoja nueva para plasmar el museo de Louvre. Me dejo llevar por los recuerdos que atacan mi mente, me pica la mano para crear más para querer dibujar todo lo que vi.

El tiempo se pasa, yo no me doy cuenta, dibujar y pintar es la única manera de ignorar el mundo a mi alrededor.

—¿Qué haces? —una voz varonil susurra cerca de mi rostro.

Doy un brinco por el susto de la voz, me estremezco de pies a cabeza para ver al dueño de la voz. Sus ojos grises me prestan atención hasta a la más mínima acción que hago.

Me ha encontrado tratando de crear algo. Me da un poco de vergüenza.

—¿Ya has llegado? —me quiero dar un golpe en la cara por saber lo obvio.

—No me has contestado a mi —se quita el saco del traje dejando solo la camisa blanca que le queda a la perfección a ese cuerpo que se carga—. ¿Qué haces Alessia?.

Muerdo mis labios, vale, ya ha visto lo que estaba haciendo, me encontró así que no tiene caso que mienta.

—Solo intento esto —ni siquiera me atrevo a decirlo en voz alta así que solo alzo la libreta y le enseño—. Estaba aburrida.

Se acerca de nuevo a mi.

—¿Aburrida o muy aburrida? —me ve sin parpadear—. Hay una gran diferencia.

Desabrocha las mangas de la camisa para enrollárselas hasta el codo dejando al descubierto la mitad de su brazo.

—Solo aburrida.

Como estaba sentada en unos de los sillones, y al lado de mí está una mesita en donde me está recargando para dibujar, recarga sus manos en el respaldo del sillón. Siento su fragancia inundar mis fosas nasales.

El heredero Bouffart Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz