Capítulo 8: Una invitación.

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Venus

—¿Qué te hace pensar que quiero amigos? Estoy bien, gracias —rechazo su oferta mientras intento ubicarme y encontrar el camino de regreso.

Desde pequeña, Hannah se encargó de enseñarme muy bien todos los puntos cardinales y como ubicarlos desde cualquier lugar. Es muy útil, ya que el bosque de Tweak Falls es inmenso y gracias a ellos, siempre sabré el camino a casa. Ahora, si mal no recuerdo, la cabaña está al sureste del claro.

—Oh, vamos, me acabas de decir que te la has pasado toda tu vida alejada de otras personas porque tu hermana te ha dicho que son peligrosas. Bien, yo soy otra persona diferente a tu hermana. ¿Me veo peligroso? —extiende sus brazos formando una T. 

Yo le dedico una corta mirada, niego con la cabeza y comienzo a avanzar una vez encuentro el sureste.

El problema no eres tú Dexter, es lo que hay en tu bolsillo, pienso. 

Es cierto que nunca he tenido ningún tipo de amistad con alguien, pero se supone que así debe ser.

Dexter me sigue el paso.

—Exacto, no soy peligroso. Existen personas horrendas y terribles en la sociedad, pero son una minoría. Lywn no es peligroso, mi abuela no es peligrosa. No todos somos como tu hermana dice que somos y lo sabes —alega y no puedo discutir con su argumento.

Tuve que convertir a Hannah en un monstruo asocial que detesta a las personas para poder esconder mi secreto de Dexter, ya que fue la única excusa útil y creíble que encontré en el momento. Hannah no cree que las personas sean peligrosas. De hecho, es mi culpa que ella se haya alejado de los demás en primer lugar y veces siento que en ocasiones extraña ser normal y parte de la sociedad. Nunca me habla de sus amigos de las secundaria, pero sé que tuvo muchos gracias a las fotos que aún guarda. Yo tampoco creo que las personas sean peligrosas, pero los aparatos que ellos han creado y con los que conviven a diario, sí lo son... para mí y yo para ellos.

—Puedo probarte que no todos somos así —retoma la conversación al darse cuenta de que no voy a responderle—, pero si no quieres aceptar mi oferta, solo dímelo, volveré casa y me olvidaré todo, otra vez —hace ademanes con las manos—. Solo ten en cuenta que cuando te encuentres con otro problema como el de hoy, no tendrás ningún amigo que pueda ayudarte.

—El problema de hoy, lo causaste tú —aclaro—. Lo que quiere decir que sin ti, no tendré problemas —argumento y él se detiene a pensarlo.

—Es probable —admite—, pero si lo que quieres es deshacerte de mí... Bien —remarca esa última palabra y comienza a caminar en otra dirección, pero se detiene de golpe al darse cuenta de que no tiene idea de hacia dónde va. Mueve su cabeza hacia todos lados tratando de ubicarse. Luego se gira y me mira.

—¿Hacia dónde es la salida? —coloca una mano detrás de su cabeza.

—Al noroeste —digo, pues es la dirección contraria a la cabaña.

Él me escruta con sus ojos durante un momento, como si no entendiera lo que acabo de decir. Luego, saca su teléfono, desliza el dedo por la pantalla y comienza a girar sobre sus talones en diferentes direcciones.

—¿Qué haces?

—Uso la brújula —dice concentrado en lo que hace—. De acuerdo, es por allí —señala la dirección correcta—. Me voy —da unos diez pasos y se gira hacia mí—. Me estoy yendo —anuncia—. ¡Hasta nunca, Venus! —grita cuando está a una distancia considerable, lo que me parece ridículo.

Cierro los ojos y contengo la respiración en donde estoy. Detesto sentirme culpable a causa de sus malas y fingidas insinuaciones, pero debo admitir que él solo ha tratado de ser bueno y amable conmigo, al menos hasta donde yo se lo he permitido. Por el contrario, yo no he sido muy honesta con él. Tampoco es como si pudiera, pero lo he tratado como a un pedazo de basura, he sido grosera, lo he utilizado y ni siquiera fue su culpa que la imagen saliera en el periódico. Además, accedió ayudarme, a pesar de todo.

La Energía Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora