—Tanto daño que me hicieron por años… Aunque esta es la más fea —mencionó mientras recogía su cabello y una gran hendidura se apreciaba en la parte de atrás de su cuello.

Sin más distracción preparó su baño aplicando unas cuantas esencias y aceites al agua y procedió a meterse. No debía tardar mucho, así que trató de salir lo más rápido posible, ella era la encargada de abrir, así que no debía retrasarse.

40 minutos más y ya se encontraba hurgando entre las cosas de su armario. El clima aún está frío, así que se pondría un jersey con un pantalón largo y botas hasta la rodilla. Alexia no era mucho de usar colores, pero desde que cuidaba a la niña les agarró un poco de gusto a todos en círculo cromático. Más el rojo, le gustaba como se veía en algunas prendas.

Se terminó de acicalar el cabello. O bueno para ella solo desenredarlo y poner una diadema o hacerse una coleta, eso era arreglarlo. Bajó a la cocina y cómo había quedado un poco de mezcla de los panqueques que había hecho ayer para que su primo llevase en el viaje, la terminó de usar. Después de hacer su desayuno, comió y agarró un pequeño morral junto a sus llaves, salió.

Se iría caminando desigual, quedaba lejos, aprovechó que pasó por un lugar de sándwiches, así que compraría uno para la señora con la que trabajaba. Le quería demostrar el aprecio que le tiene, ¿y qué mejor que con la comida?

—Puff llegué a tiempo, vamos a abrir esta cosa… a ver cómo es… siempre tengo problemas con ella —susurró.

Alexia logró que la puerta se abriera y justo llegó su jefa.

Una señora de 70 años, bastante pintoresca, le gustaba vestirse de colores alegres, arreglar su imagen. Para ella eso era importante.

—Buenos días, Alexia linda… siempre puntual.

—¡Hola! ¿Cómo amaneció? Sabe que no me gusta venir tarde jamás, mire aquí le traje un sándwich, es vegano…

Con una sonrisa, la mujer agradeció el lindo gesto e ingresó al establecimiento, siendo seguida por Alexia, quien luego de dejar su mochila en un lugar que le permitían guardar sus cosas, se dirigió al escritorio de la señora Gildenberg. Quién le pidió que la ayudara a poner los libros de fantasía oscura en el estante que correspondía.

Después procedieron a llevar los demás libros a dónde debía, cuando por fin acabaron. Comenzaron a llegar personas, desde mayores a niños, los cuales correspondía a Alexia ayudarlos.

—Buenos días, ¿llegaron los libros que le comenté hace unos días?

—Oh, por supuesto April, Alex, mi amor guíala a los libros de medicina.

—Está bien… ven, sígueme —pronunció en un susurro.

«¿Medicina? —pensó Alexia sonriendo para sus adentros—. ¡¿Es doctora?! Que linda profesión…»

«¿Por qué no estudié eso?» meditó. «Ah, cierto mis padres no pagaron mis estudios.»

—Oye enana… —April la miró, no dijo nada y solo adelantó el paso.

April hizo oídos sordos, le resultaba desagradable que le dijeran así. Era consciente de su baja estatura, así que solo apresuró el pasó. Caminaron por varios pasillos, Alexia intentaba hablar con April, pero ella la ignoraba. Hasta que Alexia la acorraló.

—¿Me puedes oír, por favor? —farfulló en voz baja.

A pesar de las súplicas, April seguía obtusa, no haría nada de lo que le pidiera Alexia, en eso sí se hallaba equivocada. Así que luchó hasta que se pudo liberar del encierro.

Lo que no dicen del amor PGP2024Where stories live. Discover now