Capítulo 5

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El escenario se convirtió en la parte favorita del día a día de Angel. No importaba en qué casino estuvieran, ni qué tan ocupado estuviese Husk, su Overlord siempre estaba ahí, en primera fila, mirándolo cantar.

Dios.

Esos ojos iban a ser su maldita ruina.

En momentos como esos, Husk le recordaba un poco a Vox, con sus ojos y sonrisas devoradoras, siguiéndolo con la mirada como si estuviera grabándolo en su memoria. Bueno, con Vox seguramente era así, era lo que ocurría cuando el Demonio de la TV estaba a cargo de la postproducción de las películas de Valentino. Pero Husk no tenía mayor justificación que... disfrutar lo que Angel hacía.

Vestido. Limpio. Sobrio. Solo. Usando su boca solo para cantar y sus manos para sostener el micrófono. Eso le gustaba a Husk.

Y por lo que él había averiguado, resultaba que su Overlord solía poner en los altavoces el programa de Alastor específicamente cuando Angel cantaba.

Él tenía un fan en Husk.

Y si eso no era jodidamente adictivo y una buena señal, Angel no sabía qué era.

Así que ¿alguien iba a culparlo por esforzarse especialmente para Husk? ¿O por prestar especial atención a la manera en que el hombre relajaba su mandíbula cuando Angel parecía disfrutar lo que hacía o se aferraba a su copa de licor sin apenas beber de ella hasta que la última nota escapaba de la boca de Angel? Porque solo entonces Husk bebía como un sediento, de un trago, y aparecía su botella de licor barato, rompiendo el hechizo al que parecía que caía cada vez que Angel cantaba para él bajo las luces del escenario.

Y si después de cada show Angel sentía su sangre caliente y debía encerrarse en su camerino para meter las manos dentro de su costosa ropa hasta encontrar satisfacción ¿alguien iba a culparlo? Sabía que no era una buena idea excitarse tanto por la forma en que Husk lo miraba, pero no podía evitar sofocar los gemidos que salían de su boca mientras se tocaba como un adolescente desesperado por haber captado la atención de un pecador tan poderoso. Cada vez que cerraba los ojos, Angel no podía dejar de pensar en la boca entreabierta de Husk y en esa lengua que a veces aparecía ahí cuando Angel sostenía una nota por demasiado tiempo.

Quería besarlo.

«No es como si disfrutaras de mi compañía»

Husk podía ser un maldito prepotente, pero no estaba equivocado en ese aspecto. Aunque Angel deseaba meterse en su cama, no era solo por el placer físico. Tenía la extraña esperanza de que eso le garantizaría la estadía y, además, estaba en su retorcida naturaleza buscar la aprobación del bastardo de turno que sostenía su cadena.

El hecho de que Husk le resultara atractivo era simplemente un golpe de suerte. Sin embargo, ¿realmente disfrutaba de su compañía? ¿Había algo memorable en el Overlord de las Apuestas que él hubiese logrado averiguar más allá de que tenía algún tipo de moral? ¿Realmente se sentía atraído a ese hombre o era pura sobrevivencia y autodestrucción combinados?

Angel maldijo y soltó un suspiro al sentir que su miembro perdía toda firmeza. Su mente estaba llena de Husk, pero no de la forma en que le garantizaría un final feliz. Un rápido orgasmo debería haber sido relajante, mejor que cualquier antiestrés que vendiera Velvette... Pero era difícil concentrarse.

El tiempo se le estaba acabando y Angel sentía que no había avanzado mucho.

Observó la loción en la mesa y se preguntó si tendría tiempo para forzarse a estar de humor...

―Overlord de la Suerte... sí, claro... ―gruñó Angel mientras se sentaba, acomodándose la ropa, completamente resignado a cargar con placer no consumado―. Mala Suerte, eso es lo que tengo.

Suerte y SusurrosWhere stories live. Discover now