Mi gusto mas culposo | Freddytabo

Eres un 𝐇𝐨𝐫𝐫𝐢𝐛𝐥𝐞 hermano.

𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐅𝐫𝐞𝐝𝐝𝐲...

Por lo que veía estaban a punto de entrar, inconscientemente sus pasos fueron hasta el de traje dejando al perdido rubio atrás. Seguía molesto con el superintendente, pero ahora lo importante era el agente que estaba secuestrado ahí dentro.

—¿Conway, que ha pasado?
—No hay nadie dentro, o... estamos seguros de ello.

Simplemente asintió ante la respuesta con la esperanza de encontrar a Horacio ahí dentro, mientras se posicionaba al lado de una pared con el arma en su mano, listo para cualquier ataque.

—¡A mi señal abrir la puerta! —Escuchó a Conway a lo lejos que hablaba por la radio. De pronto su respiración se volvió mas... pesada, sus manos las que nunca sudaban ahora estaban empapadas como una cascada al igual que su frente que era recorrida por gotas de sudor. El siempre sabía mantener sus nervios, pero en aquel momento todo se le estaba yendo al garete por completo, su transe fue destruido cuando la voz de Conway penetro en su oido.

—¡Ahora!

La puerta recibió una gran patada dejando ver todo su interior oscuro que rápidamente se ilumino por las linternas, y ahí fue cuando su corazón volvió a la normalidad al ver como estaba el agente sano... y ahora a salvo. Guardo su arma acercándose a pasos lentos hasta este viendo como era desatado, por su estado no se veía para nada bien, era más que obvio, el color morado en su rostro mas las gotas rojas que contrastaban, definitivamente recibió una paliza.

—Oye chico, que tal estás?

El pelinegro acuno el rostro que no se mantenía del menor mientras preguntaba, dudaba si tenía las fuerzas para responder, pero al escuchar  "¿Y Gustabo?" por su parte supo que sí, cosa que le recordó algo.

                         ¿Y Gustabo?

Notó unos pasos atrás suya que sin siquiera mirar supo que se trataba del otro pelinegro. Dirigió fríamente su vista hasta este quien parecía preocupado de alguna manera por el de cresta.

—Llevarlo al hospital, ahora.

Ordenó apenas vio al moreno quien ni podía mantener los ojos abiertos. Iba a acercarse hasta Horacio cuando un agarre lo detuvo.

—¿Gustabo, dónde esta?
—¿Que, no lo sabes tú?

No supo responder la pregunta.

𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐆𝐮𝐬𝐭𝐚𝐛𝐨.

Arruinaba sus zapatos al arrastrarlos sobre el suelo de cemento, dando pasos sin ritmo y con los mismos ánimos que un hombre recién divorciado. Apenas vio la escena de policías y a sus oídos llegaron las necias palabras de Conway mencionando sobre que el lugar se encontraba vacío de secuestradores, salió de ahí. ¿Dónde iba? Ni el mismo lo sabía, pero, su corazón si, quien lo guiaba por la oscuridad iluminando el camino como si de una luciérnaga de tratará.

No sabía nada, no sabía si Horacio seguía vivo o estaba muerto, no sabía que era lo que hacía y no sabía por que lo hacia. La fría brisa golpeaba su rostro como si tratase de despertarlo de aquel mal sueño, pero era en vano. Sus pasos pararon al oír una voz a la lejanía, y su respiración paro al escuchar una segunda voz.