Capítulo 33.

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—Te haré panqueques.

—Lo más básico— le ataco.

—¡Es lo único que tienes! ¿es que no tienes dinero para hacer el mercado?

—No, no tengo y es por ello que deberías darme una extensión de tu tarjeta— lo digo en forma de broma pero Lionel parece tomar aquello y aceptarlo.

—Vale.

Niego rápidamente, dando un salto y bajándome de donde estaba posicionada.

—Ha sido una broma— le digo mientras lo veo echar la mezcla del panqueque en el sartén— no quiero que me des dinero.

—¿Por qué no? sabes que no me molestaría.

—No quiero que me des dinero— repito con más convicción.

—¿Por que te atacas?— se ríe— solo es una extensión de mi tarjeta, es lo mínimo que tengo planeado darte— usa la espátula para voltearlo y luego me observa desde arriba— Es lo mínimo.

Suspiro.

—En realidad te afecta— cuando realmente se da cuenta, parece sorprendido.

—Hablemos de ello luego, cuando no estés cocinando panqueques desnudo en mi cocina.

—¿Por qué? ¿te distraigo?— pregunta con picardía. Saca el primer panqué y hace el procedimiento otra vez.

—Más de lo que crees.

—Pues mis ojos no se despegan de tus tetas, así que los dos estamos en las mismas, pequeña.

Me toma desprevenida cuando suelta lo que tiene en la mano con brusquedad y me coge de la cintura para aprisionarme contra la pared. Me mira con profundidad antes de unir nuestros labios, antes de que empiece a crecer su erección contra mi vientre y antes de que me coja del culo y me cargue nuevamente.

—Apaga la estufa— jadeo bajo su efecto. Se mueve conmigo hacia atrás, la apaga y luego se mueve hacia el sofá en donde me deja caer y se coloca encima de mi.

—¿Vas a llorar esta vez?— toma la oportunidad de burlarse cada vez y no duda en tomarla.

—Listillo— le pellizco las costillas y lejos a molestarse, se ríe. En su mirada estaba aquello que siempre me gustaba percibir, aquel brillo que me dejaba la boca seca y la mente nublada. Lo acaricié con las puntas de mis dedos y me pareció que soltaba un leve suspiro.

Tomó mis labios una vez más, tomó todo de mi y yo me entregué sin batalla alguna. Sus fuertes y delicadas manos me trataban cómo si fuera una pieza de cristal en su colección más valiosa mientras que el corazón me latía fortísimo. Contuve la respiración cuando lentamente se empujó dentro de mi. Le rodeé con los brazos y lo atraje hacia mi en un intento de sentirlo mucho más cerca.

—Mírame, a cada momento— pidió en un susurro ronco que, eso y otras cosas más, me hizo arquear la espalda. Me cogió de las cachas del culo con fuerza y me lo hizo levantar.

Gemí, mirándolo directo a aquellas piedras azules. Lionel llevó su pulgar a mi botoncito de placer a la misma vez que empezaba a marcar un ritmo más rápido en sus caderas, mi pelvis chocando con la suya con una fuerza tremenda que me debilitaba por completo.

El Mejor Amigo De Mi Padre. Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang