xvii. and if I may just take your breath away...

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📁✶PARIS, the next day:
# lando's pov.

                  En el momento en el que abrí los ojos, supe que estaba metido en una grande. Realmente no recuerdo cómo llegué a la cama de mi apartamento en París, ni cómo me saqué el pantalón de sastre o la camisa, pero mi mente no borra el beso que le di a Ludovica. ¡Yo la besé!

Tomé mi teléfono y marqué a Carlos, el cual fue el último contacto con el que hablé, justo a las cinco y media de la mañana.

—¿Hola? —lo juro, jamás me hizo tan feliz escuchar una tonada española—. Lando, buen día.

—¡Carlos! Necesito hablar contigo o me volveré loco.

—¿Qué sucede? ¿Al final durmieron juntos? —disculpa, ¿qué?

—¿Quiénes?

—Vic y tú, me llamaste casi llorando diciendo que la besaste y que ella estaba llorando sentada en el borde de la calle, que no sabías si llevarla a su casa o a tu habitación rentada... Supongo que la llevaste a su casa, eres predecible.

—Dios, después hablamos. Tengo algo que solucionar —corté antes de poder escuchar la voz de mi amigo decir algo más. Busqué el contacto de Vic y comencé a marcarle, una vez, dos veces y a la tercera, nada.

Me desesperé, no voy a mentir. ¿Y si le dio un coma alcohólico? ¿Y si vomitó y murió? Soy demasiado fatalista, lo sé.

¿Y si en realidad no quiere hablar conmigo? Es una opción, debería haberme dado cuenta cuando se largó a llorar a moco tendido después de nuestro beso. No iba a acosarla, no soy un demente, pero creo que me volveré uno si ella no contesta rápidamente.

Me metí a la ducha y al salir me vestí con un pantalón de chandal y un hoodie de Quadrant, realmente no quiero usar jeans. Necesitaba algo para mi resaca y no sabía si la farmacia más cercana vendería Resaquit, pero igualmente partí hacia allá. Según la farmacéutica, y mi poco francés, lo más parecido al Resaquit era algo llamado "Claradol Cafeine"; no investigué, simplemente lo compré y lo tomé rápidamente.

Al salir de aquel palacio de medicamentos, decidí volver al auto e intentar llamar a Ludovica una vez más. Esta vez, y luego de tres tonos, respondió.

—¡Vicki! Al fin contestas —dije. Mi corazón comenzó a latir un poco más rápido de lo usual—. Necesitaba oírte.

—Lando, hola —ella se escuchaba tranquila, pero algo en su tono me desconcertaba—. Lo siento, estaba ocupada.

—¿Cómo estás? No recuerdo cómo llegué a mi apartamento —dije. Ludovica suspiró—. Vic, no me olvido de eso...

—No te preocupes, yo entiendo. Está bien si estás arrepentido.

—¡Jamás! No me malinterpretes, simplemente fue una situación que me tomó por sorpresa —sabía que tenía que buscar las palabras correctas para no arruinarlo.

—No, no, realmente está bien. Es algo que no tendría que haber pasado, tú no mereces sufrir por mí.

—¿Sufrir? ¿A qué te refieres?.. Espera, ¿estás en tu casa? Voy para allá, no vamos a hablar esto por teléfono.

Colgué antes de que ella pudiera negarse a mi visita, realmente necesitaba verla. Puse el auto en marcha y conduje hacia la casa de la rubia, la cual había visitado pocas veces y no recordaba el camino. Media hora después de andar perdido por los barrios más lujosos de París, llegué a la increíble casona de Ludovica.

No perdí tiempo y la llamé. Vic no respondió pero el portón se abrió de par en par. Al bajar del Mini vi a Ludovica esperándome en la entrada, fumando un cigarro. Lucía un pequeño pantalón corto de color blanco, con un crop top del mismo color y el abrigo a juego. Literalmente un ángel.

Me acerqué a ella lo suficiente para sentir el olor a menta que irradiaba el cigarrillo, lo tomé y lo tiré al piso para luego pisarlo.

—Hola Lu —dije, ella sonrió pequeño y tomó la colilla del piso.

—Hola inglesito —recién se despertaba, o eso me decían las ojeras marcadas en su rostro. Teniendo la piel así de pálida, el color morado debajo de sus brillantes ojos azules resaltaba demasiado.

—¿Estás bien, Vicki? —pregunté. Ludovica asintió y se sentó en uno de los escalones. La seguí, poniéndome a su lado.

—¿Qué querías hablar conmigo, Lando?

—Vic, realmente no puedo dejar de pensar en lo de anoche y...

—Inglesito, está perfecto que estés arrepentido, no te culpo en serio —Vic comenzó a hablar, moviendo sus manos. Lo hace cuando está nerviosa—. Es más, tiene sentido que estés arrepentido... Sabes, mi vida es muy problemática y la verdad no me gustaría embarrar la tuya...

—¡Déjame hablar, Vicki! —dije elevando un poco mi tono de voz. Vic me miró fijamente—. Discúlpame por eso, ¿algún día dejas de hablar?

Ludovica negó riendo. Es preciosa, en serio.

—Vic, no me importan los supuestos problemas que dices que tienes, o cuánto podrías embarrarme, me gustas tú y eso no va a cambiar.

—Pero todos creen que soy una zorra.

—¡No me importa, Ludovica! No me importa lo que crean los otros por Dios, ellos pueden irse a la mierda si quieren —tomé su mano y la apreté, pensando que mi contacto le transmitiría lo que quería que ella supiera—. Me importas tú, Vic, y créeme que siempre fue así.

De repente los recuerdos de su cumpleaños, del Paddock, los hoteles, todos llegaron a mi mente y la bombardearon. En todos estaba ella, luciendo igual de hermosa que siempre, con esa personalidad brillante que llamaba la atención de cualquiera.

—Sé que puede ser tarde para decirlo, pero por favor escúchame —pasé mis manos por mi cabello, buscando las palabras perfectas—. Desde que te conozco no puedo dejar de pensar en ti, no puedo dejar de buscarte en todos lados. A donde voy siempre estás tú: en tus llamadas luego de las carreras, comiendo conmigo en el Paddock, o incluso estás presente en cada abrigo de Michael Kors que veo en la calle. Siempre tú, Vic, siempre.

Vic me miraba fijamente, como tratando de analizar cada cosa que salía de mi boca.

—Lando, podría vivir cien vidas y jamás merecerte, en serio —Ludovica se veía cansada, pero igualmente me dedicaba pequeñas sonrisas—. Jamás mereceré tu amabilidad, ni tu forma de amar.

Me quedé estático, pensando en lo que ella había dicho. No respondí, si no que me quedé callado. ¿Quién te lastimó tanto, Vic?

—Ves inglesito, no sabes qué decir porque estás de acuerdo.

La miré nuevamente, sus ojos brillaban más y tenía la punta de la nariz y el borde del labio superior rojos. Estaba a punto de llorar.

—Vic, silencio —pedí. Ella apretó sus labios y me devolvió la mirada. Podía besarla, pero creía que no era el momento, por el contrario golpeé mi hombro y ella apoyó su cabeza en él—. Creo que me estoy enamorando de ti, Ludovica, y no hay condena social que pueda cambiarlo.

De reojo pude ver como sonreía y una pequeña lágrima se escurría por su mejilla. Sabía que ella tampoco quería que la bese ahora.

—Creo que yo también me estoy enamorando de ti, Lando.

# bella's notes.

AAAAAAAAAAAAAAAAA sé q mucha gente estuvo esperando este momento así q acá está.

voten y comenten amigas, q falta poquitísimo para los mil votos.

slut!, lando norrisWhere stories live. Discover now