Prologo

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En las vastas llanuras del cosmos, donde el tiempo y el destino entrelazan sus hilos en un baile eterno, hay historias que trascienden la comprensión humana. Una de esas historias se teje en los rincones más recónditos de Nibelheim, un pequeño pueblo rodeado de misterios y sombras, donde los destinos se entrelazan en un juego cósmico de causalidades.

En este tranquilo rincón del mundo, dos almas se unieron desde los primeros susurros del tiempo. Goku y Tifa Lockhart, amigos de la infancia, compartieron risas, sueños y aventuras bajo el cálido sol de Nibelheim. Pero sus caminos tomaron rumbos diferentes, llevándolos por senderos desconocidos y desafiantes.

Goku, un alma antigua con recuerdos de un pasado distante, había renacido en forma humana, portando consigo la carga de memorias que trascendían los límites de la realidad. Sus ojos reflejaban la sabiduría de eras pasadas, mientras su corazón latía con la fuerza de un guerrero destinado a desafiar los designios del destino.

En el tumultuoso devenir de los acontecimientos, Goku se vio arrastrado hacia una espiral de eventos que lo llevaron a enfrentarse a los titanes de la industria, la malévola corporación Shinra. Después de cinco años perdidos en los recovecos del tiempo y el espacio, se encontró solo frente a diez pelotones de soldados, cada uno representando un desafío insuperable.

La batalla que siguió fue una danza de acero y energía desbocada, donde los puños de Goku se alzaron como relámpagos contra la oscuridad que amenazaba con consumirlo. Su cuerpo, marcado por el sudor y la sangre, se convirtió en el último bastión de resistencia contra la opresión de Shinra.

Después de una hora de arduo combate, con el peso del cansancio y la herida como compañeros de batalla, Goku se mantenía erguido, desafiando a la adversidad con una determinación inquebrantable. Aun con cinco pelotones más acechando en las sombras, su espíritu no flaqueaba, pues sabía que dentro de él ardía la llama de la esperanza, una llama que iluminaría el camino hacia un futuro incierto pero prometedor.

El rumor se extendió por las calles polvorientas del Sector 7 como un eco de incredulidad y asombro. Los ciudadanos, atónitos, murmuraban sobre un enfrentamiento desigual entre una sola persona y las fuerzas implacables de Shinra. Tifa, al escuchar las voces nerviosas y los susurros inquietos que inundaban el ambiente, sintió un escalofrío recorrer su espalda.

La mención de un peinado peculiar, comparado con el de un puercoespín, encendió una chispa en la mente de Tifa. Una sola imagen emergió en su memoria: Goku, su amigo de la infancia, cuyo cabello desafiaba las leyes de la gravedad con su estilo único.

El corazón de Tifa se llenó de preocupación ante la idea de que Goku estuviera enfrentando tal peligro solo. Sin vacilar, se dirigió hacia el Séptimo Cielo, el refugio que servía como hogar y punto de reunión para ella y sus aliados: Barret, Biggs, Wedge, Jessie Rasberry. Con palabras convincentes, les instó a unirse a ella en la lucha y en la búsqueda de su amigo perdido.

Convencidos por la determinación de Tifa y conscientes de la importancia de la ayuda de Goku, el grupo se puso en marcha sin demora hacia el lugar donde se desataba la batalla, afuera del Sector 7.

Cuando llegaron, presenciaron una escena que desafiaba toda lógica y comprensión. Goku, con su fuerza sobrenatural y su destreza incomparable, había derrotado a dos pelotones más de Shinra, dejando solo uno restante. Sin embargo, el precio de la lucha había dejado su huella en él. Arrodillado por el agotamiento y la fatiga, Goku luchaba por mantenerse en pie, sus fuerzas menguando después de horas de enfrentarse a un enemigo abrumador.

Con el peso del cansancio y el agotamiento aplastándolo, Goku se encontraba hincado en una rodilla, su cuerpo maltrecho y ensangrentado apenas capaz de sostenerse. Cada pelotón de Shinra, compuesto por al menos diez hombres, había representado un desafío formidable, agotando sus reservas de energía y resistencia.

Aunque Goku poseía la experiencia, la fuerza y la velocidad que superaban con creces a la de un soldado de primera clase, su humanidad ya no le confería la resistencia inquebrantable de un saiyajin. El tiempo y las batallas habían cobrado su tributo, recordándole la fragilidad de su existencia mortal.

En el momento más crítico, cuando un soldado de Shinra se preparaba para infligir el golpe final aprovechando la debilidad de Goku, un grito resonó en el aire. Tifa y sus compañeros, llegados en el momento justo, se lanzaron al rescate, interponiéndose entre Goku y su inminente destino.

Con un gesto rápido y decidido, Tifa se acercó a Goku, socorriéndolo en su hora más oscura. Los ojos del guerrero herido se encontraron con los de su amiga de la infancia, y en ese instante, un torrente de emociones inundó su corazón. No había visto a Tifa en cinco largos años, y jamás habría imaginado que su reencuentro ocurriría en circunstancias tan adversas, ni que sería ella quien lo salvaría de su aparente destino fatal.

El asombro y la gratitud brillaron en los ojos de Goku mientras Tifa lo sostenía en sus brazos, ofreciéndole un atisbo de esperanza en medio de la oscuridad que amenazaba con consumirlo. En ese momento, mientras la batalla rugía a su alrededor, su amistad, forjada en los recuerdos de su niñez, se convertía en el faro que los guiaría a través de los desafíos que aún estaban por venir.

Con determinación y furia ardiente en su corazón, Tifa llevó a Goku a un lugar seguro, lejos del fragor de la batalla, donde pudiera descansar y recuperar fuerzas mientras ella y su grupo se encargaban del último pelotón en pie. Su mente bullía con pensamientos de venganza, y la idea de perdonar a aquellos que habían amenazado la vida de su amigo era inconcebible.

Furiosa por lo acontecido, Tifa lideró a su grupo en un asalto implacable contra los enemigos restantes. Con determinación y habilidad táctica, abatieron rápidamente al último pelotón, asegurando la victoria y la seguridad de su hogar.

Una vez que la batalla hubo terminado, Tifa no perdió tiempo y corrió hacia donde había dejado a Goku. Su corazón latía con ansiedad mientras se acercaba, y al llegar, vio con alivio que aún estaba consciente. Sin embargo, la visión de Goku tosiendo sangre la llenó de preocupación y angustia.

Goku trató de tranquilizarla, asegurándole que estaba bien, que las heridas que había sufrido no serían suficientes para arrebatarle la vida. Su voz, aunque débil, resonó con determinación y fortaleza, inspirando un nuevo sentido de esperanza en Tifa.

Barret, sorprendido por la hazaña extraordinaria de Goku al abatir nueve pelotones solo, reconoció en él un aliado invaluable para su causa. La determinación y el coraje demostrados por Goku no pasaron desapercibidos, y Barret vio en él un poderoso aliado que fortalecería sus filas, como lo había afirmado Tifa.

Preocupada por la salud de Goku y consciente de que en el Sector 7 no había médicos disponibles, Tifa tomó una decisión rápida. Llevaría a su amigo herido al bar donde ella trabajaba, donde podría brindarle la atención y los cuidados que necesitaba desesperadamente. Con paso decidido, Tifa condujo a Goku hacia la seguridad relativa del bar, donde la batalla había dejado su marca, pero donde también había esperanza de sanación y renovación.

El Renacer del GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora