💋 La Gala 💋

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Eran las 8 de la mañana cuando escuché a alguien acercarse a mi habitación

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Eran las 8 de la mañana cuando escuché a alguien acercarse a mi habitación.

— Señorita Grace, ¿está despierta? — era Roger, como siempre todas las mañanas él se encargaba de que esté lista para algún evento.

Rodé por la cama hasta quedar al borde, me senté tomando mi teléfono y mirando la hora. Luego, me levanté y me dirigí a la puerta.

— Buenos días a ti también, Roger.

— Señorita, aquí está su itinerario para el día de hoy. El maquillista viene a las 3, a las 4 tiene la sesión de fotos, a las 5 es la prensa y a las 7 la entrada por la alfombra roja.

— Gracias, Roger.

Roger asintió y estaba a punto de irse cuando pregunté:

— Roger, ¿sabes si papá desayunará en la mesa?

Noté cómo se tensaron los músculos de su espalda sobre la camisa. Giró sobre sus pies y se quitó los lentes negros que siempre llevaba.

— Lo siento, Grace. Sabe que hoy es un día muy ocupado para él.

— Como todos los días — murmuré para mí misma, sintiendo que para mi papá era alguien insignificante. Nunca tenía tiempo para mí, siempre pasaba día y noche en la oficina.

— Si quiere, la llevo a algún lugar para comer o le digo a Kate que le prepare algo y se lo traiga. Sé que le gusta la comida casera, ¿a que sí? — dijo, tratando de animarme un poco. Siempre trataba de sacarme una sonrisa, siempre hacía eso, quería verme feliz, incluso en los momentos más difíciles.

— Está bien, que me prepare algo — dije, con una sonrisa adormilada.

— Muy bien, ¿y qué le apetece hoy, eh? — dijo entre risitas. — A ver, déjeme pensar. ¿Qué le parece unos waffles con blueberries o un pan francés con un capuchino? ¿Qué me dice? Es su favorito — añadió con una sonrisa.

Sabía que Roger haría todo para verme feliz. De niña, siempre conté con él. Cuando mamá iba con mi padre en sus viajes de negocios, siempre me quedaba a cargo de Roger y de Kate. Ellos me enseñaron a andar en bicicleta, Kate me enseñó a preparar donas. Siempre estuvieron los dos para mí.

Me reí por cómo alargó la última palabra.

— Sí, está bien. Que sea pan francés y un capuchino, pero puedes decirle que me traiga un pedazo de pastel de chocolate, porfa — dije, sabiendo que no les gustaba la idea de comer dulces muy temprano por jugar con la expresión que puso Roger.

— Está bien, se lo diré, pero que quede entre los tres, ¿ok?

— Muy bien, Batman — cuando era niña, a Roger lo vestía de Batman para jugar a los superhéroes, y de ahí le quedó el apodo.

— Muy bien, princesa Grace.

Salió de la habitación y yo tomé un álbum de fotos que encontré en la habitación de mis padres años atrás. Miré algunas fotos y pasé y pasé hasta que una llamó mi atención: eran tres bebés, dos niñas y un niño, los tres con una papilla en la boca. Lo que llamó mi atención es que las dos niñas tenían el mismo collar, no se distinguía qué era, pero sí eran. En ese momento apareció Kate, con una bandeja que puso sobre mi mesita de noche.

El Misterio De Un Corazón RotoWhere stories live. Discover now