CAFÉ

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No hay mejor sensación que la de tomar un café, independientemente de si lo bebes con alguien, del momento del día en que lo tomes o de lo que te encuentres haciendo en ese momento. Por tanto, podemos decir que el café es un testigo que guarda cada uno de nuestros secretos más íntimos y oscuros, pues él ya guarda uno: las taquicardias y los nervios que nos hace sentir a veces. Pero no hay nada que temer de él: sigue siendo un buen amigo ya que jamás transmitirá a ninguna persona lo que pensamos; es tan fiel compañero que nunca hablará a nadie sobre las conversaciones íntimas que tenemos con los demás; es tan agradable consuelo que jamás será capaz de juzgarnos.

Para algunos, el café será su amigo (será como un dulce, una chuchería); para otros, será su enemigo (será como el mismísimo infierno). Sin embargo, para la gente sensible como yo, el café será amigo y enemigo al mismo tiempo (el verdadero significado de amigo). Y te estarás preguntando por qué. Bien, el motivo es que cuando estamos nerviosos y ansiosos, el café agudiza nuestros malestares, los multiplica por mil. No obstante, no podemos dejar de amar a nuestro mejor amigo; porque al igual que en la vida real, los amigos discuten a veces.

Esto no se queda aquí: hay que hablar del aroma que desprende este líquido al hacerse en la cafetera italiana, de cómo esta maquinita canta. Un olor, un sabor y sonido muy agradables que no sabría describir, nada comparable con las cafeteras de cápsulas. Un olor, un sabor y un sonido que seducen al cerebro y lo relajan. Mientras hueles el olor del café recién hecho, lo saboreas y escuchas el sonido del café subiendo, es muy probable que te vengan una gran cantidad de recuerdos a la mente. En mi caso, me vienen recuerdos de cuándo desayunaba con mis padres y mi abuelo o de cuando algún invitado (bienvenido o no) pisaban el suelo de nuestra casa.

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