quince; caricias

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-Ya, es bromita. -le dijo la pelirroja acariciándole la mejilla.

Charles rodo los ojos sin poder evitar mostrar una sonrisa en sus labios.

Si bien, era cierto que su compañero había sido un poco insistente con ella esas últimas semanas, realmente no le había dado importancia, el tema se dio con Arthur en una de sus conversaciones casuales, pero no le parecía algo que tuviera que comentar con Charles. Hasta ese punto, a ella no le interesaba lo mucho que se esforzara el otro chico por llamar su atención.

Claro, Charles no opinaba igual.

-Tendré que ponerte en una caja, todo mundo quiere contigo. -exagero acariciando las piernas de su novia, la cual estaba sentada a horcajadas sobre él.

-Todas quieren contigo y no me pongo celosa. -le recordó alborotando su cabello. -Hasta los hombres de Italia quieren contigo, ¿Dónde me deja eso?

-En el primer lugar, siempre. -dijo románticamente.

Amelia sonrió. - ¿No podrías dejar de ser cursi por dos segundos?, se supone que estamos peleando.

El monegasco en resultado acerco su rostro al de su novia, logrando rozar sus labios contra su barbilla.

-Tú me provocas. -el primer beso fue lento y calmado, como habían sido todos hasta ese momento.

No era sorpresa que la besara, lo hacían cada que podían, lo extraño era la forma en la que él estaba acaparando su boca. Usualmente se daban besos cortos y cuando disfrutaban de la soledad se adentraban un poco más en lo apasionado. Pero en ese momento, Charles parecía estar buscando algo más que solo un simple beso de pico.

Amelia no se dio cuenta cuando Charles comenzó a subir sus caricias hasta llegar a la orilla del short que estaba usando, o en qué momento ella había movido sus manos hasta el cabello del otro provocándole un escalofrió, lo único que sabía era que no quería parar. Aunque la mexicana no fuera experta en este tipo de situaciones, estaba consciente de que solo hacía falta un movimiento o una afirmación, algo que le indicara a Charles que ella deseaba ir más lejos también. Solo un y las cosas comenzarían a calentarse.

Las manos de Charles empezaron a estrujar la piel blanda cubierta por la mezclilla, como respuesta, ella movió sus caderas pesadamente acercándose más a su regazo, y volvió a repetir esa acción, una y otra y otra y otra vez, restregándose contra la creciente erección del monegasco.

-Charles. -soltó en un suspiro, él mayor aprovecho para meter su lengua entre sus labios cuando ella abrió su boca para jalar aire. Charles recargo su peso en el respaldo del sillón y le ayudo a impulsarse con mayor peso para volver el rose mucho más constante.

En cierto punto, él se despegó de su boca para mirarla con los ojos ardiendo de necesidad.

-Sin presión, ¿Lo sabes?

Amelia asintió. -Lo sé. -murmuro para volver a inclinarse y dejarlo hacer y deshacer como quisiera.

Con los ojos cerrados, sintió como los labios del joven bajaban a su cuello, así como las manos subiendo por su espalda hasta posarse en la base de su sostén, estirando sus pulgares para rozar sobre el encaje.

Un más resonó por toda la sala de estar.

Cálido, caliente y húmedo. Los besos que se daban ya no tenían sentido alguno, se habían convertido en un choque de labios pidiendo por más cercanía.

Poco a poco, la mano izquierda de Charles toca el botón de la prenda que Amelia estaba usando, el cual fue desabrochado ágilmente. Al dejar de lado esa barrera, las yemas de sus dedos pasan por la parte exterior de su ropa interior, permitiéndole sentir una humedad que le hizo agua la boca.

A modo de contestación, Amelia tiro de los risos castaños obligándolo a mirarla directo a los ojos, mientras él movía la tela hacia un lado para darse gusto con sus pliegues.

Gimiendo por la fricción, Amelia trago saliva y cerró los ojos, soltando el primer gemido de la tarde.

-Merde. -susurro Charles ante la sensación.

A pesar de la posición algo incomoda y represiva, había encontrado la manera de mover sus dedos sin tener que empujar a Amelia fuera de su regazo. Finalmente, encontró ese punto hinchado listo para ser torturado, inclinando el ángulo de su mano para acariciar el clítoris lentamente.

Él juega con caricias intercaladas entre su entrada y el inicio de sus muslos, provocándola mientras ella mordía su labio. Con cuidado, comienza a introducir un dedo de forma suave, procurando escuchar algún quejido de dolor, una queja que nunca llego. Con más confianza, inicio un movimiento hacia adentro y a afuera hasta tener más de medio dedo adentro, escuchando como comenzaban a surgir los gemidos de ambos. Por el contacto, ella volvió a mover sus caderas, sintiendo retorcer cada fibra de cordura que había en ella. -Charles.

-Eres tan hermosa. -le paso la mano disponible por su mejilla. - ¿Cómo se siente?

-Muy bi-bien. -gimió. Su respiración se entrecorto cuando él golpeo un punto específico, sus dedos aumentaron la velocidad y la intensidad, adentrándose hasta el fondo. Ella movió las caderas al ritmo de la mano, deslizando continuamente los dedos hacia dentro. -Creo...que.

-Aja. -le respondió recargando su frente contra el hombro de la pelirroja. -Puedo sentirte. -le susurro dejando un beso en su piel sudada.

Los sonidos se volvieron más erráticos, hasta que lo único que se lograba escuchar fueron gemidos. Con la cabeza echada hacia atrás, Amelia tomo una bocanada de aire justo cuando su cuerpo tembló y se apretaba alrededor de los dedos de su novio.

Su cuerpo se aflojo sobre él, dejándole sacar la mano arrastrándola por la tela gruesa que cubría parte de sus piernas. Sin pensarlo, subió los dedos hasta la altura de su boca dispuesto a saciar lo que sentía por ella.

-Joder. -soltó con la respiración pesada viéndolo probar. Charles no aparto la mirada de ella, ni siquiera cuando Amelia se escondió entre el espacio de su cuello.

Tuvieron que pasar más de tres minutos para que Amelia volviera en sí y le diera paso a sus pensamientos intrusivos. Casi de inmediato, ella se levantó apenada y corrió a la habitación de Charles ignorando los llamados de su novio.

Él, por su parte, le costó un poco más dejar el sillón. Con la preocupación de buscar a su novia tuvo que obligarse a ignorar la marca húmeda en sus pantalones y el calambre placentero que le recorrió.

Y aunque su mente se concentró en tratar de convencer a Amelia de salir del baño, no pudo evitar la sonrisa de satisfacción que apareció en su rostro.

𝙂𝙧𝙤𝙪𝙥 𝘾𝙝𝙖𝙩 (Second Part) ▰ 𝘾𝙝𝙖𝙧𝙡𝙚𝙨 𝙇𝙚𝙘𝙡𝙚𝙧𝙘Where stories live. Discover now