08

903 108 1
                                    

—Te amo.

Se sintió como un descanso para su corazón. Sus palabras rebotaron dentro de su cabeza como una dulce melodía que lo consolaba en lo profundo de su ser.

—Siempre he pensado que necesito mantenerte tan cerca de mí como pueda —continuó el tapatío—, ser quien esté ahí para ti cuando lo necesites.

Max colocó su mano sobre la de Sergio mientras su mirada seguía sobre sus ojos.

—Te amo también... No me dejes ir, nunca.

—No lo haré —su voz se convirtió en un susurro—, te lo prometo.

Un breve beso cerró aquella conversación.

(...)

En ocasiones el terror lo invadía y sus sueños lo arrastraban de vuelta a aquellos momentos en los que el miedo tomaba control sobre él, aquellos momentos que su mente le hacía revivir tan vívidamente, como si volviera a ser ese niño que pasaba las noches escondiéndose en el armario de su habitación con los ojos llenos de lágrimas mientras buscaba el más mínimo confort en ese dinosaurio de peluche y su cobija.

Era esporádico. A veces pasaba varios meses e incluso años sin pensar en ellos, pero los recuerdos siempre volvían en forma de terrores nocturnos que le recordaban lo vulnerable que era. Su propia mente lo acosaba y lo torturaba, robándole el sueño de la manera más dolorosa que había experimentado.

Sus pesadillas no habían aparecido durante varios meses, incluso antes de comenzar a salir con Sergio, pero siempre volvían a él en el momento en el que menos se lo esperaba, cada vez que su vida parecía ir mejor.

—¿Max? —El castaño observa como el menor parecía encogerse en la cama, temblando y murmurando palabras que no terminaba de entender, varias de ellas en el idioma natal del neerlandés. —Max —repitió esta vez en un volumen más alto mientras se movía cerca, intentando despertarlo.

Apenas puso una mano en su hombro, Max le apartó bruscamente, sentándose en la cama mientras le daba una mirada llena de confusión. La tenue luz de la luna que se filtraba a la habitación le fue suficiente para poder ver las lágrimas en los ojos ajenos.

—Soy yo, Max... soy yo, corazón —soltó con cuidado, esperando a que fuera Max quien le permitiera acercarse.

El pecho del ojiazul subía y bajaba con rapidez, delatando su dificultad para mantener el aire en sus pulmones a un ritmo normal.

Max sentía su boca seca, la garganta cada vez más cerrada y su pecho ardía en un dolor conocido para él.

—No puedo respirar —susurró con las lágrimas bajando por sus mejillas.

Sergio se movió rápidamente para volver a estar cerca de él. —Mírame, está bien —colocó una mano sobre el pecho del rubio, sintiendo como su corazón latía violentamente—. Vas a estar bien, te lo prometo, solo respira conmigo —Sergio inhalo, manteniendo el aire en sus pulmones por un par de segundos antes de dejarlo salir, repitiendo la acción varias veces hasta que Max comenzó a seguirle el ritmo.

La mano libre del mexicano retiró gentilmente las lágrimas de Max, viendo sus ojos mientras su respiración comenzaba a ser más normal.

—Estoy aquí, bebé —susurró acunando su rostro— todo estará bien... nada va a hacerte daño.

Finalmente, Max pareció romperse, dejando caer todo su pecho contra Sergio en un fuerte abrazo mientras sus sollozos llenaban la habitación. El mayo se encargó de sostenerlo, dejándolo ocultar el rostro contra su pecho mientras acariciaba su cabello y su espalda.

Era triste ver lo rota que una persona podía llegar a estar, pero era aún más doloroso para Sergio pensar que esa persona era Max, que tenía a un hombre roto entre sus brazos.

Besó su frente y lo abrazó más fuerte, dispuesto a pasar la noche así si era necesario para poder ayudarlo a sentirse mejor.


***Estuve unos días sin poder actualizar porque tuve problemas con mi lap y tuve que ponerme al corriente con esta historia y recuperar las ideas que tenía para seguir, espero poder actualizar sin atrasarme demasiado con los próximos capítulos <3 

𝐋𝐢𝐭𝐭𝐥𝐞 𝐁𝐨𝐲 「𝐂𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora