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Si algo puede salir mal, saldrá mal. Alhaitham ha escuchado la expresión unas cuantas veces y ninguna de ellas ha estado de acuerdo. El resultado de las acciones no depende del azar, sino del esfuerzo. Es una postura que le ha traído más de un encontronazo con Kaveh. Puede que su opinión se traduzca en desacuerdos con otras personas, pero él no tiene tiempo para discutir con alguien más.

Cuando la frase se repite en su cabeza por cuarta vez, se detiene a meditarlo. Los recovecos de la mente son misterios que permanecerán sin resolver en una sola vida. Es consciente de sus limitaciones a pesar de su sed insaciable por aprender. Lo acepta. Lo entiende en la medida de lo posible. Por esta razón, cuando tropieza con una respuesta inesperada de su cerebro, se toma el tiempo que necesita para asimilar esa nueva cuestión.

No cree que las cosas puedan salir mal, pero los eventos se van desarrollando de tal forma que el enunciado, cuyo origen desconoce, empieza a tomar peso. Es muy pesimista para su gusto. Realista, diría Kaveh. De los dos, es el idealista quien con más facilidad se vuelca hacia el pesimismo existencial. Una paradoja fascinante.

—Alhaitham.

La voz de Nahida tiene un componente calmante que de manera extraña puede deshacer como la espuma sus complejos entramados mentales. Alhaitham está seguro de que no lo hace ejerciendo sus facultades para adentrarse en los pensamientos ajenos. Es solo un efecto secundario de su presencia. Ella, como un buen perfume, contiene tanto en tan poco espacio. Otra vez se sorprende queriendo frenar una idea porque suena demasiado a Kaveh.

Es que esta vez la voz de Nahida no lo calma. Todo parece estar patas arriba. El fatalismo de la frase empieza a manifestarse en su vida. Nahida es tan solo el primer eslabón de una larga cadena.

—Supongo que ya lo sabes.

Alhaitham asiente. ¿Qué más puede ser sino eso? El capricho de su compañero de casa lo ha llevado a presentar una denuncia formal. Kaveh insiste en robarle el sueño. Si estuviera a solas, se reiría por haber recurrido a la palabra capricho. El único caprichoso es él por seguir jugando a su necio experimento social.

Nahida y él tienen conceptos similares de lo que es hacer lo correcto. Sin leer la mente, puede adivinar lo que sigue. Kaveh quiere que se lleve a cabo una investigación formal. Nahida sabe quién es el culpable sin investigar. Kaveh sabrá la verdad.

—No sé qué tanto pueda demorarlo. No creo que pueda ser por mucho tiempo.

Alhaitham cree haber escuchado mal. Nahida comprando tiempo no figuraba entre los posibles escenarios.

—¿Por qué no se lo dices?

—¿Se lo dirías tú de estar en mi posición?

Sin ser humana, Nahida se comporta más humanamente que él. ¿Pero lo haría él? Se odia a sí mismo porque la respuesta incluye un depende que vuelve a alterar su orden establecido.

—En realidad no vine por eso —agrega la arconte y Alhaitham no sabe si es para que no se siga ahogando en un vaso de agua, o porque el motivo de su presencia es realmente otro—. Estoy recibiendo informes contradictorios sobre unos saqueos repentinos en el Valle de Dahri. Necesito una persona como tú para sondear la situación. Creo que cada versión tiene su dosis de verdad, pero ya sabes cómo es esto.

El vaso de agua se convierte en un océano que se va ensanchando con cada segundo. No hay mejor momento para que Alhaitham tenga que abandonar la ciudad que cuando Kaveh ha recurrido a la Akademiya para que se investigue sobre el coleccionista. Si sabe sumar, encontrará el resultado.

Pero esto no es simple aritmética.

—¿Cuándo tengo que partir?

Para Nahida no hay peros, ni excusas. Algunas personas no se cuestionan y ella encabeza la lista. Más distraído de lo que quisiera, escucha las indicaciones de Nahida y entiende que marcharse al desierto es prioridad.

El coleccionista de rumoresWhere stories live. Discover now