Capítulo 15: Ocho meses.

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Perdón por la demora🥹trataré de ser más frecuente

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Perdón por la demora🥹trataré de ser más frecuente.

Kylian

Contemplaba su belleza, mis ojos la veneraban y no me molestaba en ocultar el nivel de adoración que sentía por ella. Podría ponerme de rodillas y declarárselo, pero Abigail preferiría que me arrodillara para hacerla temblar con un orgasmo.

El vestido se adhería a su perfecta silueta, resaltaba sus curvas, incluso más sus senos apretados cubiertos de destellos. Ella solía poner brillos en su piel y me gustaban, aunque me gustaba más que quedaran en mi piel cuando la follaba.

Avanzó un paso más y la ayudé a subir al escenario, recorrí su entallada figura, reparé en su vientre, percatándome de un cambio casi imperceptible, pero ahí estaba, yo que conocía cada parte de su anatomía, podía darme cuenta de cualquier diferencia. Mi mano descansó en su abdomen, apreté el ceño y la miré un momento.

—Esto es muy ajustado —evidencié lo obvio—, no es apropiado para el bebé.

—El bebé está bien, no me lastima, ni a él tampoco —trató de calmar mis paranoias.

—No me gusta que haya ropa ajustada presionando tu vientre, puede hacerle daño, hablaré con la ginecóloga sobre eso.

Posó su mano sobre la mía, una sonrisa bailaba en la comisura de sus labios pintados de carmín.

—Te amo tanto —dijo de pronto—, concéntrate en nosotros, todo va a estar bien.

Pidió mis labios y no se los negué, un beso dulce y calmado, un beso lleno de sentimientos antes de dejar lo que sentíamos de lado para permitir que aquella oscuridad que nos unía, incluso más que la luz, estuviera cayendo sobre nosotros.

Deslicé mis manos a través de su cintura y la apreté a mi cuerpo mientras la besaba y la cargaba entre mis brazos.

Avancé entre las luces magenta, eran destellos que convertían el sitio en algo irreal, colisionaban con el cristal bajo mis pies. Entonces, puse a Abigail en el sillón sin respaldo en forma de media luna que rodeaba el escenario de lado a lado y se situaba al final de él, justo frente a uno de los tubos. Abigail me observó expectante, sin tener la certeza de lo que sucedería.

—Quieres un espectáculo, pero ese lo protagonizo yo cuando te follo —retrocedí y comencé a quitarme los gemelos de los puños de la camisa—, así que te haré verlo, cariño.

Toda la pared posterior del escenario se hallaba repleta de espejos, todos apuntando en la dirección exacta donde se hallaba sentada Abigail. Saqué uno a uno los botones de mi camisa, ella no me quitaba los ojos de encima, seguía cada movimiento que efectuaba; la prenda cayó a mis pies y continué con el pantalón, desabroché mi cinturón y sus pupilas se dilataron. Me saqué los zapatos, los calcetines y al final el resto de mi ropa.

Eros II © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora