Capítulo 2: Oberá

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Soy hija adoptada y descubrí mi verdadera historia por deducción. Mis padres no me lo ocultaron, pero tampoco me lo revelaron directamente. Mi madre solía decir que yo era su "hija del corazón", una expresión que me desconcertaba hasta que un día cobró sentido. A partir de entonces, las dudas sobre mi origen y mis verdaderos lazos familiares se hicieron presentes. Mi madre se esforzó en mantener en secreto nuestra condición de adoptados ante los demás y en desalentar cualquier pregunta al respecto. Así, esa verdad quedó latente en mi interior, esperando el momento oportuno para salir a la luz.

Alrededor de los 4 o 5 años, finalmente comprendí que era adoptada. Le pregunté a mi madre si tenía otra mamá, a lo que ella, visiblemente perturbada, respondió que mi madre biológica me había abandonado, negándole así el título de madre. Aquella conversación marcó el fin del tema, pero sembró en mí una semilla de curiosidad que crecería con el tiempo. Decidí esperar hasta ser mayor de edad para emprender la búsqueda de mis raíces biológicas por mis propios medios, un anhelo que alimentaría mi curiosidad a lo largo de los años y que finalmente me impulsaría a cumplir esa meta.

Tras concluir mis estudios secundarios, a los 18 años comencé a trabajar como cajera en una cadena de farmacias, un empleo que conseguí gracias a la intervención de mi padre. En menos de tres meses, un giro inesperado sacudió mi mundo: mi madre falleció a causa de problemas cardíacos en el hospital.

Esa fatídica noche, tras una larga jornada laboral que se extendió hasta las 23:00 horas, al regresar a casa me recibió la devastadora noticia por parte de mi padre. Yo había sido consciente de que mi madre se sometía a una operación a corazón abierto ese día, y las noticias iniciales indicaban un resultado exitoso. Sin embargo, la realidad era otra. El llamado del hospital llegó poco después, instándonos a acudir cuanto antes. El trayecto hasta el centro médico transcurrió en un silencio cargado de tensión, mi hermano, mi padre y yo nos preparábamos mentalmente para lo inevitable.

Al llegar, una enfermera nos recibió con la trágica noticia de que mi madre había fallecido. Aquel momento marcó un punto de inflexión en mi vida. La incredulidad se apoderó de mi hermano y de mí, sumiéndonos en un mar de emociones. Fue un antes y un después, un momento de profundo dolor, guardado en mi memoria con respeto. A pesar del dolor, continué trabajando y tratando de retomar mis estudios, aunque la concentración se me escapaba con facilidad. Mi mente divagaba, huyendo de las responsabilidades ajenas al trabajo. Y así transcurrieron los años en esa misma posición laboral, haciendo varias cosas pero al mismo tiempo no concluyéndolas. 

Después de la pérdida de mi madre, mi padre y yo decidimos emprender un viaje a Misiones, con una parada en Oberá, el lugar que marcó mi llegada al mundo. ¿Fue acaso mi padre quien planeó este viaje para que descubriera mis raíces o simplemente buscaba disfrutar de unas vacaciones juntos? Con el permiso del trabajo en mano, nos lanzamos a la carretera.

Durante las largas catorce horas de viaje en auto, en mi mente se debatía en un torbellino de preguntas sin respuesta. ¿Conocería siquiera los nombres de mis parientes biológicos? Esta incógnita me atormentaba, pero el temor a indagar con mi padre persistía. El secreto que mi madre había guardado celosamente sobre mi familia biológica seguía siendo un misterio para mí. Entre pensamientos y reflexiones, buscaba reunir el coraje necesario para formular las preguntas que me acercarían a la verdad que tanto ansiaba descubrir.

Para narrar de manera más vívida el inicio de aquel viaje a Misiones en el año 2016, recurriré a mis escritos de aquella época para revivir con autenticidad los sentimientos que me embargaban en aquellos días.

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Oberá, 2016

La hija de alguienWhere stories live. Discover now