Enzo Berkshire +18

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mutual help ; l. berkshire

Sonríes alrededor del helado que te llena la mandíbula, hinchando las mejillas de un modo que hace que los pantalones de enzo se aprieten más, parte de la crema de color blanco rosáceo gotea por las comisuras de la boca, haciendo un desastre que mancha el cuello impoluto de tu camisa de vestir.

Juguetea con el portaminas que tiene entre las manos, pasándoselo por la costura de los labios, apretándolos en una sonrisa felina cuando le miras por encima de tu libro de texto, ojos que se convierten en medias lunas cuando tu sonrisa se ensancha. El libro choca contra la mesa cuando te inclinas hacia delante, atrapado entre el pecho y la madera, lo que te hace tartamudear sobre lo que ibas a decir, con los labios brillantes formando un mohín confuso, parpadeando sobre las páginas antes de poner los ojos en blanco, empujándolo contra el suelo con el codo, dejando que repiquetee contra la madera sin ningún cuidado.

"Nos vas a meter en un lío...", te advierte Lorenzo, observando cómo el cucurucho de helado que tienes en la mano se derrite sobre tus nudillos, filtrándose por los puños de tu rebeca, formando líneas pegajosas entre tus nudillos. "Acaba con eso o lo tiro", remata, arqueando una ceja perfectamente recortada mientras te llevas de nuevo la crema de fresa a los labios, lamiendo una gruesa franja desde la base del cucurucho hasta la parte superior de la crema.

Tarareas satisfecha, dispuesta a volver a llevarte el cucurucho para darle otro lametón, cuando un grupo de estudiantes pasa rozándote, uno de sus zapatos golpea el respaldo de tu silla, el agarre de la venida se afloja un momento antes de que se te caiga de los dedos y aterrice en la hendidura de tus muslos. Jadeas y miras con el ceño fruncido a los de quinto año, que se ríen y se apresuran a doblar una esquina.

"Maldita sea, cariño", gruñe Enzo en voz baja, cerrando el libro de un tirón, lo que te hace estremecerte al mirarlo desde el desastre que tienes entre los muslos. Frunces las cejas, confundida, acostumbrada a oír el apodo en un tono más dulce. No ha sido culpa tuya.

Ladeas la cabeza: "¡Me han chocado!", susurras gritando, frotándote incómodamente los muslos, lo que no hace más que extender aún más la pegajosa suciedad.

Frunce el ceño y echa la silla hacia atrás, inclinándose lo suficiente para ver el helado secándose, algo sacado directamente de un sueño húmedo mientras separas los muslos, persiguiendo algún tipo de alivio para la incómoda sensación: puede ver tus bragas blancas, con un delicado ribete de encaje en los bordes y un bonito lacito justo debajo del ombligo.

"Has hecho un puto desastre", dice molesto, con los hombros tensos mientras le miras a los ojos como un cachorrito y los labios hinchados vuelven a separarse en un mohín.

Esto ha sido una tortura: semanas de clases particulares, lidiando con los inocentes pucheros y lloriqueos, rogándole que mintiera al profesor Snape por ti. Juegos de encendido y apagado, que él sabe que definitivamente está ganando, porque prácticamente estabas rogando por su polla hace quince días. Ha pensado en ti tantas veces... ha pensado en darle una paliza a los tíos que hablan de ti.

 Harry PotterWhere stories live. Discover now