Jungkook ya no era, ni sería parte de su vida.

Una promesa que quería mantener en pie aunque lo tuviera de nuevo frente a sus ojos, y a pesar de tener sus sentimientos completamente revueltos.

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Llegó a su casa a la media hora. Tenía una forma de saber la verdad de las cosas. Una forma para obtener la información que quería, y de una fuente de confianza muy cercana a Jungkook. Jongsuk.

Estacionó el auto frente a su casa. Se miró en el retrovisor, formando una sonrisa fingida, pues todo rastro de felicidad se le borró cuando vio a Jungkook con esa mujer.

Acomodó su cabello y salió del auto, abriendo después la puerta trasera para tomar la bolsa de sus compras. Colocó el seguro y caminaba mientras tanteaba las llaves de su casa en sus bolsillos del pantalón.

Tal como siempre lo hacía, después de abrir la puerta y entrar, arrojaba las llaves al comedor.

Jarin lo recibió con voz melodiosa.

—¡Llegaste, papá! —alzó la voz—. Nosotros ya tenemos todo listo.

Jimin asintió entrando a la cocina. Y sí, su hija y Jongsuk tenían todos los recipientes listos para llenarlos con los ingredientes. Había tazas medidoras, cucharas, envases y pocos ingredientes sobre la encimera.

Jimin dejó la bolsa ahí mismo, dejando que los menores se ocuparan de sacar el contenido. Jimin se permitía ver.

—¿Cuánto nos tardaremos, papá? —preguntó la menor, concentrada en la bolsa del supermercado.

—No más de dos horas, amor —le guiñó un ojo. Era un pregunta muy buena para darle de que hablar con Jongsuk, sobre cierto castaño ojiazul.

Apoyó su cintura en la encimera, cruzándose de brazos. A un lado de Jongsuk, por supuesto.

—Espero no nos tardemos más por mi culpa —rió el castaño.

Jimin sonrió y arrugó su nariz.

—Jongsuk, cariño. ¿Hoy también vendrá tu papá por ti? —alzó una ceja, fingiendo repentina atención a la vainilla. No quería ser bastante evidente.

Jimin ya estaba acostumbrado a tener a Jungkook todas las noches de los fines de semana, esperando para llevarse a su hijo.

Jongsuk negó, mirándolo con tranquilidad.

—No, hoy me iré solo. Papá salió con una compañera de trabajo. Cuando sale con ella, normalmente llegan hasta tarde.

Sintió que su respiración se entrecortó. No sabía que salía desde hace tiempo con ella, otra cosa más que no le gustó oír, aparte de ver, en ese día.

Asintió, tomando una manzana del otro lado de la cocina, volviendo al lado del novio de su hija.

—¿Compañera de trabajo?

Bien, a la mierda con no ser evidente. Tenía que saber qué tanta relación tenían Jungkook y ella.

—Sí. Se conocen desde hace mucho tiempo. Papá siempre la suele invitar a salir de vez en cuando.

—Oh, está bien. No me cuentes más —porque ya no quería escuchar más—. Así sabré que deberías llevar un poco de pastel demás a tu casa y pruebe lo que hiciste.

No volvió a sonreír más en todo el tiempo que estuvo en la cocina con la pareja. Sin hablar tanto, como otras veces. Incluso para Jarin fue extraño no escuchar a su papá hablar y hablar.

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Jungkook reía mientras conducía. Su copiloto no dejaba de molestarlo con sus comentarios burlescos.

—Jimin terminará rendido a tus pies, Jungkook. No te preocupes. Seguro de tantas visitas por tu hijo a su casa lo terminan enamorando.

El castaño negó ahuecando sus mejillas. Estacionó el auto frente a la casa de la mujer.

—No sólo es eso, Namin. Trato de ir paso a paso con él. Necesito ganarme su confianza y después ir a lo otro.

La castaña negó chasqueando su lengua.

—No te tardes, eso es lo único que diré.

Jungkook le dio una mala mirada. Frunció una de sus cejas y negó. Decidió ignorar su comentario.

—Bájate ya. Debo llegar a casa de Jimin antes de que Jongsuk se vaya.

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Condujo más rápido de lo normal hasta llegar a casa de Jimin, quien cuando le abrió la puerta, pareció sorprendido. Y después, su rostro cambió a uno completamente enojado, tanto que desconcertó a Jungkook.

Le abrió paso entre la puerta, Jungkook entró y cerró detrás de él. Miró a la cocina, saludando a su hijo al agitar su mano.

—Ya voy, papá. Jarin me ayuda a envolver esto —señaló el pastel. Jungkook asintió.

Le importaba saber qué pasaba con Jimin.

Estaba sentado en el comedor, checando su celular. Notó su mirada de reojo y vio cómo rodaba los ojos. Jungkook no comprendía qué había hecho mal.

Tomó asiento a su lado.

Guardando silencio, temía decir algo y que Jimin no le contestara. Pero, a su suerte, Jimin dejó el celular de lado, observó a Jungkook. Sus cejas ligeramente fruncidas.

—Te vi en el supermercado —soltó con voz dura.

Jungkook no le tomó importancia. ¿Había estado ahí? Sí. ¿Hizo algo malo? No.

—Mhm... ¿qué tiene eso? —intentó saber más, con un tono divertido en su voz.

Jimin tuvo reunir fuerzas para no abrir su boca, indignado.

Tomó un respiro, volviendo a su indiferencia.

—Nada, olvídalo. Sólo no es mi día.

Comprendía que tampoco era de su incumbencia saber de la vida privada de Jungkook. Así como él lo mantenía a distancia de la suya, es como podía hacerlo también Jungkook.

Jungkook ladeó la cabeza, entrelazó sus propias manos sobre la mesa.

—Bueno, tampoco el mío —buscó la forma de entablar una conversación—. Namin no quería dejarme ir.

«Con que esa se llama Namin.»

—¿Namin? —preguntó volviendo a tomar su celular. Volvió a tener cierto interés, y si Jungkook se abría, ¿por qué no?

—Sí —sonrió—. La madrina de Jongsuk. Mi mejor amiga, de hecho.

En cuanto lo escuchó, quiso darse un golpe en la cabeza. Se estaba volviendo loco por la madrina de Jongsuk. Su mente maquinaba sólo por una persona común y normal en la vida de Jungkook.

Pero, en defensa, Jongsuk no mencionó que se trataba de su madrina.

Apretó sus labios con fuerza, asintió, ahogando un grito en su garganta.

Namin, la madrina de Jongsuk y mejor amiga de Jungkook era quien comenzaba a despertar esa sensación en él que no tenía años atrás.

Ese vacío en el estómago e impotencia que fácilmente podrían ser celos.

Celos que ese día y parte de la noche, Jimin se negó a aceptar.

not you again, please › kookminWhere stories live. Discover now