Capítulo III: Entre libros y cafés.

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Me puse mis zapatos blancos, cerré la y salí a la calle.

Me dirigía a la biblioteca de mi zona. En unas semanas empiezan los primeros exámenes del primer trimestre y me gusta tener tiempo suficiente para estudiar. Siempre he intentado ser buena estudiante y cumplir las expectativas de mis padres. Aunque eso no significa que no tenga asignaturas que me caen gordas. Una de ellas es matemáticas. Es la única que me lleva mucho más tiempo estudiarla. Mis notas son bajas comparadas a las que debería tener. Para tener matrícula en el bachiller que me gustaría no vendría mal una media mínima de 8, y en las demás materias doy con la nota, pero en esta todos son sietes y seis. Hay momentos en los que la ansiedad y el sentimiento de siempre fallar ahí se apoderan de mi. Aunque trato de ser lo mayor positiva posible.

En el camino a la biblioteca, acostumbro pasar por un gran parque dividido en dos secciones. Una es la zona de niños, la de los toboganes, etcétera. Y la otra la de plena naturaleza, con arbustos, árboles...

Cada paso que doy aquí se siente como una vuelta a años atrás, y siento un nudo de nostalgia enorme en mi garganta.

Volteé los ojos hacia la zona de juegos infantiles, y aprecié a dos pequeños niñas sentadas en un banco compartiendo golosinas. Tendrían alrededor de unos cinco o seis años aproximadamente. Vestían un poco iguales. Ambas llevaban vestidos blancos pero con diferentes estampados. Tenían peinados distintos. Una de ellas llevaba una diadema de florecitas en forma de círculo encima de la cabeza, cómo una corona. Y la otra llevaba una coleta alta, flequillo y una goma roja sujetando su cabello. Vi como una de ellas llevaba una bonita cadenita alrededor del cuello.

Parpadeé un par de veces y un recuerdo se asomó a mis ojos. De repente, el parque se tornó cómo hace diez años atrás. Estaba caminando hacia la entrada de los toboganes y me encontré a una niña sentada ahí, sola. O al menos se encontró, porque yo estaba de espectadora.

Enfoqué un poco más la vista y vi el rostro de Alexia en la niña con goma roja, y mi rostro en la niña de la cadenita. Un sentimiento de confusión y de nostalgia al mismo tiempo me recorrió el cuerpo, estremeciéndome.

Por ratos nosotras, pero pequeñas, se perseguían, se peleaban por golosinas hasta que finalmente se sentaban a platicar de princesas. Escuché que dije que mi favorita era Blancanieves, y la de Alexia también. Sonreí inconscientemente por lo que estaba viendo. Los recuerdos y la alegría que sentía eran inexplicables.

Me froté la yema de los dedos en los ambos ojos y las pequeñas volvieron a ser las mismas que había visto antes en el parque.

Estuve un breve tiempo intentando darme una razón de el por qué había pasado eso. Y la más lógica fue qué, cómo últimamente ya no pasó tanto tiempo junto a Alexia, mi subconsciente la extrañaba mucho e imaginó eso. Ya no quedábamos tanto, ni pasábamos juntas tantos recreos. Lo entiendo porque ambas tenemos nuevas ocupaciones y personas con las que socializar, pero no significa que Alexia ya no sea cómo una hermana para mí.

Ladeé la cabeza hacia los lados. Todo seguía cómo hace minutos atrás, la única fuera de ello era yo; Vi como un cuerpecito pequeño me observaba desde los bancos del parque. La niña de cadenita dorada, al ver que me percaté de que me veía, me regaló una sonrisa dulce. Imité su gesto tratando de ocultar la incertidumbre que sentía. La niña se puso en pie y se acercó a mi corriendo.

---Hola señora, ¿Tiene hora?. --- Lo de señora me ofendió mucho, pero la voz dulce que tenía me provocó mucha gracia.

---¿Señora? --- Le dije con voz burlona, pero empática. La pequeña soltó una risa risueña y asintió con la cabeza.

---Son las 17:30--- Dije mirando mi reloj de mano.

---Muchas gracias señora, adióóós--- Se giró y volvió corriendo en dirección a su amiga.

Daylight - Ingrid Engen y Mapi León. Where stories live. Discover now