5. El parque de diversiones

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—No, Jessica, sabes que odio esto.

Me tomó por la mano y soltó su característica risa de convencimiento.

—¡Vamos Hope, te vas a divertir como nunca, ya lo verás!

—Que te he dicho que no —pero era como hablar con una piedra, seguía tirando de mi mano sin ningún cuidado hasta la verja que daba entrada al aparato de entretenimiento.

Cuando al fin me soltó para entregarle los tickets al sujeto que custodiaba, me crucé de brazos, evidenciando mi enfado. Cuando un coro se gritos de emoción partió el aire, me congelé, sentí que mi azúcar en sangre daba un bajón hasta el suelo y un escalofrío surcó mi espalda, logrando que me encogiera en mi lugar.

—¿Están seguras de querer subir? —preguntó una voz gruesa, masculina, seguramente del mismo tipo de la entrada, pero no sabía si me hablaba a mí o a Jessica—. Tu amiga no parece encontrarse muy bien.

Ella ni siquiera me miró, solo hizo un gesto con la mano para restarle importancia al tema.

—Nervios de principiante, tranquilo.

El hombre asintió y nos abrió la puertecita, dándole entrada a una muy enérgica Jessica y a mí, que parecía que caminaba al sacrificio de mi alma. Nos detuvimos detrás de tres chicas que hablaban muy bajito entre ellas.

Aproveché el momento.

—Jessica, por favor, busquemos otro juego, tengo un mal presentimiento de esto.

Ella enarcó una ceja y avanzó otro paso cuando las personas antes de nosotros montaron al cajón vacío.

—¿Ah sí? Y cuál es, señorita aguafiestas —preguntó divertida.

Apreté los labios, preocupada y también un poco enojada por que se tomara mi miedo como un juego.

Un chico bajó del cubículo, dejándolo completamente vacío ya que iba solo, lo que quería decir que era nuestro turno. Él iba con la vista clavada en el suelo, hasta que su hombro coincidió con el mío, sin rozarse. Me dedicó una mirada negra, sombría, al compás de la sonrisa que daba su comisura elevada, me paralizó por dentro, robándome una exhalación.

Tragué saliva y desvié mi atención a las personas que habían quedado en punta. No sabía cómo soportaban estar frenados a semejante altura, ¿y si de pronto ocurría un fallo y se desestabilizaba y aquella rueda terminaba disparándolos lejos?

Jessica sujetó mi mano para conducirme al interior y una vez sentadas, besó mi mejilla con cariño.

Se veía eufórica mientras que yo solo pedía que aquello terminase de una vez.

Escuché el ruido de la maquinaria y un segundo después, comenzamos a subir. Un dolor se asentó en el lugarcito entre el pecho y el estómago.

Sentía la garganta muy seca, casi se me hacia doloroso respirar, entonces, me di cuenta de que estaba agitada por la ansiedad. Con dificultad volví a tragar saliva, intentando calmarme.

Íbamos a la mitad del recorrido cuando hubo un tropiezo, lo que indicaba que algo estaba fallando. Se escucharon un par de gritos, pero tenían mas pinta de querer armar revuelo que de estar realmente asustados. Sin embargo, seguimos subiendo, aumentando un poco de velocidad.

Miré a Jess, su sonrisa se había ido borrando y tenía la vista fija en la rejilla del piso, específicamente en un punto bajo nosotras.

Entonces me di cuenta y esa vez el aire se quedó preso, contrayendo mis pulmones.

El custodio yacía en el suelo, en medio de un charco de sangre que poco a poco se expandía.

Desplacé la vista un poco hasta que lo vi, era el chico, el mismo de hacía un momento. Y tenía algo en la mano, ¿cuchillo tal vez? Brillaba, el arma y su mirada, y esa sonrisa enfermiza que me revolvía el estómago.

Luego desapareció, hacia el centro, justo donde se suponía que estaba el mecanismo que nos permitía seguir en movimiento.

Abrí mucho los ojos al percatarme de su intención, pero no me dio tiempo de nada.

Un frenazo brusco desestabilizó todos los cubículos.

Los gritos de terror inundaron el aire, los sentía tan cerca que la piel se me erizó.

Y me di cuenta, sí fue a mi lado.

Jessica.

Quise gritar yo también.

—¡Hope, ayúdame, Hope!

No sabía de qué forma pero su cabello se había quedado atrapado en la parte donde los brazos metálicos nos sujetaban por los laterales de aquel cajón, pero tampoco me lo pensé mucho, con cuidado de no lastimarla intenté desenredar el cabello, cosa que iba a llevar un rato porque había sido un mechón grande.

Otro movimiento brusco nos sacudió, lanzándome hacia atrás, provocando que me golpeara la cabeza contra el metal. Un dolor agudo me atenazó la nuca y el mareo me abordó, dejándome la vista borrosa por un momento. Los gritos estaban a punto de volverme loca y escuchar a Jessica entre ellos hacia que me desesperase por llegar a ella, volviendo mis movimientos más torpes. Palpé la superficie del asiento, y ayudándome de él pude levantarme.

Cuando logré enfocar, preferí no hacerlo porque la visión del cuero cabelludo separado del cráneo de Jessica y su rostro ensangrentado.

Ya no hablaba, solo chillaba y se sacudía sobre sí misma.

Sujetándome de los barrotes di un paso en su dirección. Quise decirle que dejara de hacerlo, que se provocaba más daño pero el vómito se elevó hasta mi garganta y salió disparado como un misil.

—¿De verdad todo eso ha pasado por tu cabeza en solo un minuto?

La voz de Jess me trajo de nuevo al presente, sacudí la cabeza para eliminar la asquerosa imagen que me había creado. Asentí, avergonzada.

Ya casi era nuestro turno, así que mis esperanzas por cambiar de juego se disipaban lentamente.

Alguien pasó por mi lado, chocando nuestros hombros y casi llevándome consigo.

—¡Oye, mira por donde andas idiota!

Fue la voz de Jessica la que exclamó aquello porque yo me había quedado de piedra cuando el chico, sin detener su andar, se dio la vuelta y clavó sus ojos negros en mí.

Apreté los puños, retando silenciosamente al destino.

Luego, apareció esa sonrisa macabra.

Lo sabía. Era él.

—Jessica... —pronuncié con voz temblorosa, sintiendo el corazón aporrear con fuerza mis costillas.

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