En ese momento, el hombre se levanta con calma y apaga las máquinas que sostienen la vida de la mujer. Quita con cuidado los electrodos de su frente y, con gesto preocupado, verifica su pulso con ternura. Un suspiro de alivio escapa de sus labios al sentir el latido firme de su corazón.

Una vez seguro de que ella está estable, vuelve a sentarse a su lado. Con la libreta entre sus manos, comienza a narrarle una historia en voz baja, como si fuera un secreto compartido entre ellos dos en medio del silencio:

—Se dice que hace algunos años nació una bebé muy hermosa bajo la luz de la luna. Era una criatura de piel tan blanca como la leche, con mechones rizados de cabello rojizo que parecían arder bajo los rayos plateados de la noche. Su llegada al mundo no pasó desapercibida, especialmente para su padre, un hombre fragmentado llamado Sergei, cuyo corazón latía con la esperanza de un futuro brillante para su pequeña.

Con la noticia del nacimiento, Sergei buscó a una gitana sabia que vivía en los bordes del pueblo. La mujer, con sus ojos que abarcan los confines del cielo y la tierra, vislumbró el destino de la bebé y reveló a Sergei que la pequeña había venido al mundo para deslumbrar con su luz a todos aquellos que se cruzaran en su camino, que su linaje estaba impregnado de un poder ancestral y que desde el instante mismo de su nacimiento llevaba sobre su cabeza una corona invisible, símbolo de su nobleza y grandeza destinada a trascender los límites del tiempo, proclamándola como la coronada reina de reyes.

Sin embargo, la profecía no era puramente auspiciosa. La gitana continuó, su tono oscureciéndose con el peso de la verdad revelada. La bebé, advirtió, había nacido con una maldición. En su linaje, se había mezclado la sangre de un ser vil y despreciable, una sombra del pasado que traería desgracia sobre la vida de la bebé. Su futuro estaba marcado por el sufrimiento y la tragedia. La gitana predijo que la niña sufriría tormentos inimaginables y moriría joven, como pago por los pecados de sus antepasados, por la sangre que fue derramada injustamente.

Sergei, entonces, al escucharla, enfureció, ya que su hija no era culpable de lo que ese ser despreciable había hecho, así que le ordenó a la gitana le ofreciera una solución para evitar el destino cruel que pendía sobre la cabeza de su hija recién nacida. La gitana, con una expresión compasiva, le ofreció una única esperanza. Le dijo que había una forma de proteger a la niña, aunque eso no evitaría su sufrimiento, le salvaría la vida. La solución era adormecer el lado letal de la maldición, permitiendo que la niña viviera una vida normal hasta que fuera lo suficientemente mayor para contener este fuego que consumiría todo a su paso, incluyéndola.

Así, la gitana le instruyó a Sergei la forma de dormir esta parte letal de la niña y solo cuando estuviera lista para reclamar lo que le había sido arrebatado, debería despertar y emerger como un fénix de sus cenizas, para buscar justicia por aquellos que ya no estaban y así reclamar el trono que le había sido prometido mucho antes de su nacimiento.

—Trezește-te, Fănix —susurra el hombre con esperanza, anhelando que la majestuosa ave despierte de su letargo, pero el fénix permanece inmóvil, como si estuviera atrapado en un sueño sin fin.

«¿Qué esperaba?» Se recrimina, llevando las manos a la nuca, desesperado. Han agotado todos los recursos a su alcance, pero por más que lo intenten, no consiguen despertarla.

«¿Habré hecho algo mal?» Se pregunta, mirándola con furia contenida, porque se ve tan cómoda mientras él y los demás llevan meses sin poder dormir bien, pero no hizo nada mal, se hizo lo que se tenía que hacer; sin embargo, desconocen que ya no depende de ellos, el que ella despierte.

Aunque su organismo ya no contiene rastro alguno de sustancias psicoactivas, su psique se halla ahora fragmentada, un campo de batalla donde tres entidades luchan por amalgamarse en una sola entidad cohesiva. Vasilisa emerge como el epicentro, el fénix como el arma letal que consume todo a su paso, y Alena representa el núcleo espiritual de este tríptico interior perfecto.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora