cuatro

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Álvaro encendió el motor y apagó la radio antes de que pudiese comenzar a sonar cualquier canción. Juanjo seguía sin moverse en el asiento del copiloto, intentando procesar lo que había escuchado.

–¿Juanjo?– Lo llamó el chico, el coche ya en marcha y bajando por una amplia avenida.– Tengo el móvil en la guantera.– Fue capaz de reaccionar, cogiéndolo entre sus manos heladas y pidiéndole la contraseña.

Bajó entre sus contactos, escuchando al sevillano intentar sacarle tema de conversación a Ruslana para evitar que conciliase el sueño. Su corazón dio un brinco cuando pudo leer el nombre del vasco junto a un corazón en la pantalla. Entonces tecleó, sus dedos aún adormecidos por el frío a pesar de la calefacción del coche.

Tú:
Hola, llevamos a Ruslana a casa, ha bebido más de la cuenta
Visto 01:01

Martin :
joder
Visto 01:01

muchísimas gracias alvi, no sé qué haría sin ti
Visto 01:02

Tragó saliva sintiendo su garganta seca y devolvió el móvil a la guantera, removiéndose incómodo en su asiento.

–¿Te ha contestado? ¿Está despierto?– Asintió, para después fijar la vista en las señales que se veían por su ventana. Intentó evadirse mirando los edificios pasar, las luces de los pisos encendidas en algunos, otros en completa oscuridad; concentrarse en las gotas de vapor que caían por el cristal por el contraste del frío de la calle y el calor del coche. Fue Ruslana la que lo sacó de su cabeza, con un hilo de voz desde el asiento trasero.

–Soy una mierda de amiga.– Álvaro bajó la velocidad del coche, mirándola por el retrovisor con el ceño fruncido.

–Rus, ¿qué dices? No pasa nada, tía.– La pelirroja negó antes de que pudiese añadir algo más.

–Es por Martin. Sé que le pasa algo desde esta mañana pero no me lo quiere decir. Nos hemos peleado porque no quería hablarlo y por eso he bebido.– Arrastraba las vocales y se acariciaba las sienes con sus manos, haciendo evidente su dolor de cabeza. Juanjo se sintió culpable antes de saber la situación al completo, problemas de ser tan egocéntrico, se dijo, pero no podía pasar por alto que justo había sido esa mañana cuando se habían visto por primera vez después de todo lo que les pasó, después de todo lo que vivieron. Se le secó la garganta, su cabeza dando vueltas y arrebatándole la poca claridad que tenía.

–¿Puedes bajar un poco la ventana? Me estoy mareando.

–Joder, cómo estamos.– Álvaro se quejó pero acató órdenes al segundo y siguió hablando con su amiga, preguntándole por la orquesta en un intento de que dejase de sentirse mal por Martin.

Juanjo cerró los ojos, dejando caer la cabeza en la ventanilla, y sintiendo el aire helado entrar al coche por la rendija que Álvaro había abierto. Se estremeció pero no pidió que volviese a subirla. Necesitaba sentir algo que no fuese culpa, que no fuese arrepentimiento. Necesitaba deshacerse de todo lo que sentía cada vez que alguien hacía mención de Martin. Deseaba que nunca hubiesen estado involucrados, que Bea no fuese con pies de plomo cuando lo mencionaba, usando su nombre como un tabú; que congeniar con su nuevo grupo de amigos no dependiese de quién cedería y contaría antes su versión de la historia, desterrando al contrario para el resto del curso; que todo fuese como su primer año allí, con Naiara y Bea respaldándolo en todas sus decisiones y apoyándolo como a nadie. Deseaba volver a ser el único, el más veterano, el mejor amigo de sus amigas. Quería deshacerse de cualquier sentimiento de culpa porque, si algo había hecho él, era considerar las ambiciones de Martin, no retenerlo, dejarlo volar. Martin con Juanjo había sido libre, y Juanjo estaba seguro de que él no había sido el que los mató. Él no tuvo culpa de nada, y, si ahora el vasco quería jugar al victimismo, estaba dispuesto a pelear, y a ganar.

anatomy of a fall - juantinWhere stories live. Discover now