II

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Movimientos emotivos basados en el control del cuerpo al compás de una orquesta. La poseía entra por los oídos y las emociones se reflejan en una mirada rojiza muerta. El cabello, lacio y largo, por debajo de la cadera, se agita y el cuerpo se muestra frágil al interpretar la sangre derramada en la guerra. Por su parte, la oscuridad se desprende de la yema de los dedos y la punta de los pies, produciendo un manto precioso. El mismo que envuelve brazos finos y piernas largas y maravilla al girar alrededor de una cintura que tiene las curvas similares a la de un artístico jarrón.

Los rayos de la mañana acarician la suavidad de una tez de porcelana haciéndola brillar y las telas caras, que cubren la majestuosidad de un cuerpo íntegro, logran calar los huesos. E impregna una sensación de ensoñación, incluso para la persona más tosca en el mundo. El cuerpo reacciona a un show emotivo. Una interpretación artística que solo alguien con la sangre goyena podría llegar alcanzar junto a la pasión de los valicianos por las artes. Las manos se mueven como si estuviesen acariciando la sombra que se desprende gracias a la facultad de los goyena y los pies dan una sensación de estar en el aire. 

Dagomar contempla ensimismado a su única hija bailar sobre la plataforma de mármol del jardín. Él piensa que es absurdo apartar la vista cuando a través de aquella delicadeza puede ver a Alpia detrás de Dominio guiarla al bailar.

Aunque su primogénita heredó su mirada rojiza y color de cabello, los rasgos valicianos predominan en ella, convirtiéndola en la mujer más hermosa y codiciada por los hombres del continente.

«La Corona de Runa del Alma.»

Personalmente, le habría encantado ver la mirada perlada de la mujer que amó en su hija. Pero lo cierto es que ella no la necesita, porque es una creación pura que solo Alpia podría haber creado junto a él.

La finura de las manos al moverse a la falda de telas finas se percibe irreal.

—Saludo a Dagomar Yruretagoyena —hace una reverencia y lo mira ligeramente antes de agregar—; pensé que no vendría. Es un obsequio.

El contacto visual de Dominio es una caricia peligrosa.

—Es fácil hacer a un lado las responsabilidades cuando se trata de mi primogénita. —Sube las escaleras para encontrarse con ella, quien lo mira con interés.

—¿Es así? —pregunta y sonríe con picardía. Luego realiza un ademán para que Caila, su dama de compañía, prepare el té. —Es encantador.

La carcajada relajada de Dagomar se arrastra por la garganta y exalta a Dominio, quien frunce el ceño por el inesperado gesto.

—He sido honesta —desconcertada, dice y enarca una ceja.

Los labios carmesíes se tuercen.

—Lo sé. —Él lleva la mano a un mechón oscuro de la princesa y, con delicadeza, lo acaricia antes de acomodarlo detrás de la oreja—. Por esa razón, he reído.

La sonrisa de Dominio es fría, pero hermosa cuando Dagomar visita el palacio de Runa del Alma.

—Me encuentro indispuesta —se apresura a decir—. No podré asistir —miente.

Él esboza una sonrisa maliciosa antes de reír nuevamente teniendo un timbre de voz gutural. También no puede arrancarse los pensamientos que tiene sobre su hija, sin duda, alguien más que consentida.

—He venido únicamente a tomar el té con la mujer más hermosa del continente. —Dagomar genera chispas en el ambiente—. ¿Acaso piensa rechazarme?

Ella lanza una mirada de desagrado. Asimismo, gira en el sitio con el mentón en alto y se atreve a dejar solo al rey para dirigirse a la mesa del jardín.

De Sacrificio, Sangre y Muerte © (+18) #PGP2024Where stories live. Discover now