De certezas y dudas

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    Los primeros rayos del sol iluminaban el campo cuando la carroza del Duque Le Vieux partió de vuelta a la capital

    La comitiva para su despedida se reducía a los hermanos D'fleur y la joven Anna, que pese a su cuidada apariencia difícilmente mantenía los ojos abiertos

— Pensé que se quedaría de visita más tiempo, quería oír más del palacio real —lamento la duquesa despidiendo al visitante, con un perezoso ademán hacia la nada pues lo único en el camino es la estela de polvo

— Una prisa muy inusual... —murmuró Richard, con la mirada pendiente del horizonte, serio y malhumorado como todas las mañanas

— La reina está sola después de todo —justificó Philippe, sin mucho interés y listo a volver dentro de la mansión

— ¿Le preocupa su falta de cuidado o vigilancia ? —cuestiono Richard, intuyendo e insinuando a la vez

— ¿Hay alguna diferencia? —repuso su hermano, casi extrañado de aquellas inusuales conjeturas

— Tal vez no... —considero el duque, dando una última mirada al camino—, pero algo en ese hombre no me produce confianza.

— ¿Por qué no? Nos contó muchas cosas durante la cena, y hasta nos costó dejarle solo para ir a dormir—todavía a medio dormir Anna toma el brazo de su esposo, apoyándose de él para cruzar la entrada

— Solo dijo historias banales —aclara Richard con desagrado, para al instante rechazar el toque de la mujer y su función de guía—, ¡¡ Además no digas "nos" cuando fuiste tu quien lo incentivó a hablar sin parar!!

    Ante las rabietas de su compañero la mujer se aparta alzando las manos frente si, a modo de resignación, en un estado de somnolencia que tira de ella hacia atrás

    El golpe inminente es evitado por Philippe, que le toma delicadamente por los hombros

    Anna sonríe y sin abrir los ojos ofrece su mano, manteniendo el porte de una dama, como es de esperarse esta es tomada por su renuente esposo, apoyándola de vuelta en su brazo

— Algo en ese hombre no me da confianza —acota Philippe, dejándoles hacer, más que acostumbrado a las riñas de la pareja

— ¿Cómo qué? —cuestiona Anna, abriendo levemente sus curiosos ojos

— Para un hombre que habla sobre los peligros en los caminos, agresiones a los nobles y demás, muestra poco reparo en ocultar sus lujos. Ropa de vistosa exportación y un carruaje para un solo hombre no son los modos de un mensajero secreto ¿No crees?—explica e increpa Richard a su esposa

    La aturdida expresión de la adormilada mujer tensan aún más a su renuente compañero

— Además, tampoco quiso pasar la noche en mi alcoba —lamenta Philippe avanzando algunos pasos frente ellos

— ¡¡ ¿Qué? ¿Cómo? !! —con los ojos completamente abiertos reclama Richard, crispado trata de sujetar a su hermano, mas es retenido por su esposa

— ¿Qué dices Philippe? —Anna le mira consternada, una mezcla de tristeza y sueño traen a flote lágrimas

— Anoche, encontré al duque Le Vieux caminando por los pasillos de la mansión —comienza el calmo rubio con su explicación, sin reparar en el alterado estado de su hermano—, serían la una o dos de la madrugada —realmente no puede aseverar la hora—, él me confesó que no podía dormir en su cuarto. Algo que se me hizo absurdo, después de todo renovamos cada mueble y colchoneta el año pasado, no hay camas más cómodas en la comarca que estas. —afirma con toda certeza— Así que como buen anfitrión le ofrecí pasar la noche en mi habitación, que como todos saben tiene una hermosa vista al jardín de rosas, y la fragancia de estas es lo primero que levanta el sol en la mañana... —Philippe casi se pierde en la agradable sensación que justo ahora le hace falta, volviendo a la realidad únicamente tras recordar de qué hablaba—. Pero aun con todo no acepto, que hombre más extraño...

Los Cómplices del ReyWhere stories live. Discover now