La agradable visita que no lo era tanto

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Como mellizos Richard y Philippe no podían ser más opuestos

   Philippe siempre fue más alto, esbelto y social. Su rubio cabello ligeramente ensortijado llamaba mucho la atención, y con esos claros ojos azules solía retenerla. Todos decían que era la viva imagen del padre, sonriente y afable guardaba todas sus travesuras para su hermano

   Richard, en cambio, compensaba su baja estatura con una atlética complexión de ancha espalda, sin embargo, por los ásperos modos y corta paciencia tenía pocos amigos. Su crispado cabello castaño claro o la astuta mirada de sus aceitunados ojos recordaban un poco a su madre, junto el mal genio

   La disparidad de los hermanos era casi una broma en la familia, aun así fue una sorpresa para Jacob Le Vieux no solo tener que presenciarla, también sufrirla

   Desde su llegada el noble escolta de la reina había pasado las horas en compañía de la Duquesa, Anna de la Croix, que pese a su juventud tenía la increíble habilidad de esquivar cualquier tema de platica interesante. De igual forma, su mera apariencia remitió al hombre la imagen de aquellas jóvenes mujeres que se desposaban ingenuamente con un noble, esperando adquirir garbo con el dinero o modales con el tiempo

   Mirando por la habitación finamente decorada, de alfombras persas, jarrones del más delicado cristal de murano y ornamentadas sillas tapizadas de exquisito terciopelo azul, lo único que desentonaba es la pequeña pastorcita sentada a su lado. Su piel es clara cuál porcelana, pero pequeñas marquitas en la superficie estropeaban el acabado, sus inquietos ojitos color miel eran tan brillantes y vacíos como el cristal

    El juicio del caballero sobre la duquesa fue interrumpido por los sonoros pasos provenientes desde el fondo de la mansión, y por extraño que parezca tanto la esperanza como el alivio iluminaron al hombre

— Te digo que ha sido tu caballo el que nos perdió —la potente y áspera voz de Richard irrumpió en el cuarto con la misma rudeza que su portador

— Pero si tu ibas al frente, todo el tiempo —un par de pasos detrás Philippe hizo acto de presencia, tan sonriente como de costumbre

— No, dado que íbamos en sentido contrario tú irías al frente —insistió el Duque, mientras explicaba las direcciones con señas, y antes de embrollarse más—, si no fuera por mi seguiríamos en el bosque —

— Bueno, cualquiera diría que siendo la única mansión en el área sería más fácil de encontrar, aun así te lo agradezco hermano —sonríe Philippe, condescendiente de mínimo

Richard aun pensaba en qué contestar, cuando

— Bienvenidos Phi-er-Richard y Philippe —sonrió Anna, poniéndose en pie yendo en su encuentro

   La falta de su esposa no pasó desapercibida para el Duque, aunque le fue más el hombre cerca ella— Viejo —extendió la mano entregando sus guantes al sujeto—, da agua a mi caballo y cepíllale antes de guardarlo —ordenó antes de volverse hacia su hermano

— ¡¡Richard!! —se escandalizó Anna—. Es tu primo, Jacob —pretendió aclararle a su marido antes de volver su voz un reclamo— Nunca me dijiste que tenías un primo, !! uno que vive en la capital y en palacio!! —

— ¿Primo? Yo no tengo primos, papá era hijo único y mi madre, dios la tenga en su santa gloria, solo tenía hermanas, que murieron hace un par de años de desconocida enfermedad —

— Me temo que esto es una confusión —intervino Philippe, reteniendo a su hermano, pues el impetuoso Duque ya avanzaba amenazante—. El hombre aquí presente es el Duque Jacob Le Vieux, el enviado de palacio del que te comente —

   La sutil mirada cómplice que intercambió con su hermano calmo a Richard, mas aun así permaneció renuente

— ¿Pero no dijo usted que era su primo? —cuestiono Anna al visitante, siendo la más confundida en la habitación

— No, mi señora —sonrió el duque con tensa expresión—, tal vez no lo entendió bien, pero le dije que yo soy primo del rey, además de su más cercano confidente —

   Para Le Vieux su tersa voz y seductoras sonrisas eran irresistibles para las damas, y más si las aderezaba con su pertenencia a la familia real

   Sin embargo,— No sabía que tuviéramos un familiar perdido (?) Esto me toma tan de sorpresa, como si fuera un cuento de hadas —

   La exagerada actuación de Richard contrasto con la natural confusión de Anna o Philippe

— Para nada estoy o estuve perdido, Duque D'fleur —aseveró Jacob, indignado— , mi madre es la princesa Leona Dubois, la hija del Rey Ferdinand Lafitte y su primera esposa Giselle Dubois, la verdadera familia real y sus sacros herederos —

   Emocionado con sus palabras, y rencor, el Duque Le Vieux olvida por un instante la razón de su visita, más el tedio o pasmo de sus oyentes le traen de vuelta— Al igual que los D'fleur, por supuesto —pretendió sonreír, cada vez más consciente de su ineficacia ante el trió—. Y de eso precisamente quería hablarles —

   La mirada de los hermanos cambio, y a su desinterés o tedio se sobrepuso una seriedad que descolocó a Le Vieux

— Anna, hermanita, ¿podrías mandar a preparar el té? —como siempre Philippe tomó la delantera, guiando al mayor dentro la mansión— Nosotros estaremos en el despacho —

— Que lo traiga el mayordomo, tu supervisa la cena —le apresuró Richard, decidido a no quedarse atrás

— Pero...

    Al tronar de sus dedos el Duque dejó a su esposa sola, y ella se apresuró a seguir su orden. Si algo sabían tanto los cercanos como los sirvientes es que el arisco noble había adquirido esa costumbre de su exigente padre. Aunque para Anna el simple sonido era algo más que un aliciente.

Los Cómplices del ReyWhere stories live. Discover now