La Carta

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   Encerrado en su cuarto de descanso, como siempre, el Rey se ha pasado la mañana escribiendo una concisa carta. Nadie más que su destinatario y él pueden saber que ha escrito por eso ha mandado a llamar al capitán de la guardia real, un joven que en constantes ocasiones ha demostrado su fidelidad, y que además de ser estupendo jinete también es hábil espía

El Rey no desconfía de su mensajero ni de aquellos a quien va dirigida la carta, por el contrario tal vez son sus únicos aliados en todo el reino, mas al cruzar la puerta cualquiera puede ser un conspirador intentando robar la más mínima información. El monarca lo sabe y con eso en mente instruye al militar a ir por los caminos más inesperados, descansando únicamente donde la soledad y oscuridad le den protección

Sir LeVera prometió cuidar de su encargo y le aseguro que esa noche saldría a la par con otros cuatro jinetes que camino al próximo pueblo se separarán para confundir a cualquier persecutor. Con esa tranquilidad el Rey volvió a su colección, encerrándose en aquella habitación hasta altas horas de la noche, como diario lo hacía, algo que prácticamente sería un secreto más allá del castillo es la afición que el Rey tiene por coleccionar figuritas, metal, porcelana, arcilla, resina o madera no tiene preferencia mientras sean miniatura de algo ya existente, incluso se dice que tiene artesanos creando cientos de piezas, y aun si eso no te resultase extraño es de considerar que la mayoría de sus súbditos no pensaban igual

Un ejemplo de ello era Sir LeVera que tan pronto salió de la habitación fue escaleras abajo al salón de té, ahí le esperaban su majestad la reina Antoinette y Sir Jacob Le Vieux, el caballero escolta de ésta. Con celeridad el capitán de la guardia real le entregó la carta al mayor, Sir Jacob LeVieux no solo era el confidente, escolta y amante de la reina sino también la mente tras el plan de derrocar al Rey, un movimiento al que cada vez más soldados se unían

— A ver, a ver ¿Qué tenemos aquí? —

— Seguro es otro pedido de réplicas miniatura de algún objeto de palacio —

Su majestad Antoinette hace mucho había perdido la paciencia o consideración por su esposo al cual solo veía en las audiencias por la mañana, con similar interés la reina y el capitán de la guardia real intercambiaron miradas. El joven Adrien LeVera lucia muy bien en uniforme y tampoco era mal parecido, de hecho, varias damas de la corte buscaban su compañía aun si seguía en su ronda

— Algo así, su majestad ¿Reconoce el nombre de "Las espadas gemelas"? —

— Nunca he oído algo así —

Para Antoinette cualquier deporte era una aburrición y no le interesaba en lo más mínimo, especialmente siendo una negada en casi todos las actividades físicas, su delicada complexión le impedía el excesivo esfuerzo eso sin contar que al ser la reina no importaba en qué juego o práctica se interesara el resultado sería el mismo, lo intentase o no

— Las espadas gemelas es como llaman a los hermanos D'fleur, los mejores esgrimistas de su región, y algunos afirman que del reino —

— Eso es una exageración ¿No cree capitán? Comprendo su fanatismo pero le aclaro que el año pasado no participe en el torneo por acompañar a su majestad la reina a Ciro, en la visita protocolaria que esperamos tenga frutos este año —

La sonrisa del engreído Mayor Le Vieux solo aparecía en esos momentos, cuando en vísperas de un plan suyo la emoción lo desbordaba, normalmente y en circunstancias comunes el hombre era casi seco y brusco en sus modos. Algo alto y ligeramente fornido Jacob era más un zorro cuarentón que gracias a su precavida labia conseguía más de un favor de la reina, entre ellos el privilegio de elegir por ella sus distracciones

— En todo caso capitán su misión ha terminado, puede tomarse los proximos dias de descanso fuera de palacio, yo organizare lo necesario para que esta carta llegue a los hermanos D'fleur —

— Espera ¿Entonces la enviaras? ¿No era el fin de todo este plan evitar que obtenga ayuda externa? —

— Mi querida Antoinette —Le Vieux besa la mano de la reina, con una leve reverencia— Eso es lo que haremos, yo personalmente les llevaré los pormenores a los D'fleur asegurandome que escojan bien a quién servirán, y de ser necesario evitar cualquier futuro altercado, por supuesto ese no és el fin del plan —

La seguridad de Jacob complació a la reina de cierto modo que el capitán LeVera fue despedido al instante. No solo el capitan varios en palacio sabían de la problemática relación entre aquellos dos, pero Jacob Le Vieux era primo del rey (hijo de la princesa Leona y el Duque Jerome LeVieux, ambos finados) y aún si no era el próximo a la corona parecía mejor opción que un aniñado sesentón que pasaba todo el día jugando con figurillas

Casi del otro lado del reino, en la región de Rosier. El Duque D'fleur vigila riguroso las campiñas, a diferencia de su padre el nuevo duque maneja todo con mano de hierro desde sus pobladores y sirvientes hasta su joven esposa, siendo el más joven con ese título en la corte suele sobrepresionar a todos para no dejar decaer ni la región, o el apellido que porta.

Los D'fleur son allegados a la corona desde generaciones atrás, no solo ahora que el primo de su padre porta la corona, de hecho, a menos que pronto nazca un heredero para el Rey él mismo como Duque de Rosier sería coronado. Por supuesto no es que ansíe el trono, jamás lo pensaría, y ha decir verdad al momento de ser nombrado juró lealtad a su tío sinceramente como su padre lo hubiera querido, pero es algo a considerar pues desde que sus tíos se casaron no ha habido señal de que alguien más ocupe ese lugar

De cierto modo Richard aun es joven y la pompa de los protocolos en la capital no le llaman mucho la atención, por otro lado en esas tierras que el Rey difícilmente visita él es soberano. Todo al frente es parte del reino y a sus espaldas lo más próximo es el reino de Ciro, tierra casi hermana ya que se planea un tratado especial para las diferencias cerrar

Por suerte Richard ya se ha casado, porque detestaría ser una moneda política para esa farsa, sin embargo, y disculparan su rudeza, no le encuentra mayor gracia a su ahora esposa. Anna de la Croix era hija de un Conde, de dinero no tenían mucho y sus tierras eran un desastre, la mayor ganancia de esa unión fue el agregar un par de poblados vecinos a su supervisión. No quiere ser soberbio pero es de todos conocido que al cambiar los sistemas y productos a sembrar todo mejoró, bien la gente aún no tiene mucho que comer pero sus recaudos como regente han aumentado, por supuesto no lo ha hecho él solo, mas pensarlo demasiado le da jaqueca

— ¡¡Richard, Richard!! —el llamado proviene desde la casa principal— ¡¡Richard ven pronto!! —

Los gritos interrumpen no solo la concentración del Duque D'fleur, también su buen humor

— Mi señor, parece que su hermano lo llama —

—¿En serio? Yo creí que era el graznido de un cuervo al pasar ¿O es que acaso me estas diciendo que hacer? —

Sin alejarse mucho de los modos de su padre el Duque reprende al mozo

— No señor, jamás me atrevería —

— ¿A qué te refieres con atreverte y jamás? Si ya lo has hecho, ¿O crees que soy sordo? ¿O tal tonto que no reconoce la propia voz de su hermano? ¿O es que insinuas que tú la conoces mejor? —

— Señor... yo...—

Sin saber qué más decir el mozo permanece cabizbajo, temeroso de irritar más al Duque, entre sus manos el noble retuerce la fusta con tal violencia que ningún sirviente sabe qué esperar. Por gracia del creador Anna viene desde el fondo del sendero a todo galope

—¡¡ Richard !! ¡¡ Richard !! ¡¡ Philippe te llama !!—

Llamando a su esposo la joven mujer detiene el caballo justo entre el Duque y el mozo

— ¡Ya lo sé! —gruñe cual fiera el Duque, y yendo a su caballo lo monta con hábil presteza antes de salir a furiosa carrera en sentido opuesto de la casa principal —Philippe, Philippe, Philippe. ¿Porque todo siempre tiene que hacerse como Philippe mande?—

En un tris el Duque D'fleur y su caballo desaparecieron en lo profundo de las arboledas, sin embargo, ni Anna o sus sirvientes se sorprendieron pues esa era una de sus pocas reacciones que todos conocían.

Los Cómplices del ReyWo Geschichten leben. Entdecke jetzt